Una noche en el palacio de "El Rey"

Miami es sinónimo de diversión, de sol y de LeBron James. Nadie está ajeno en la ciudad a la presencia del mejor jugador de básquetbol del mundo, que busca con los Heat su tercer anillo de la NBA.




Bayside, centro comercial ubicado a orillas de uno de los brazos que salen del Océano Atlántico en dirección al centro de Miami, es uno de los sitios preferidos por los turistas que visitan la ciudad más famosa del estado de Florida. Sus tiendas, barcos de paseo y, principalmente, los bares ubicados casi encima del agua, lo convierten en el lugar predilecto para quienes buscan un poco de diversión en la zona.

A medida que se empieza a esconder el sol, la música parece subir de volumen y los vasos vacíos empiezan a llenar la escenografía del lugar. Es viernes, el pasado 14 de marzo, y todos lucen relajados. Además, en unas horas más juega el bicampeón de la NBA, Miami Heat, ante Denver Nuggets y muchos se dejan caer en el lugar enfundados con las camisetas de LeBron James, el mejor jugador del mundo en la actualidad.

"Es habitual que la gente antes de ir al partido pase por Bayside. Toma algo y de ahí se van a ver a LeBron", cuenta Jimmy, el cantinero del bar "Como en la playa", donde se ufanan de preparar el mejor daikiri de Miami.

A esa altura del atardecer, James y compañía ya llegaron al American Airlines Arena, ubicado a un costado de Bayside. La casa de los campeones de la NBA todavía luce vacía. Claro, por el momento es más entretenido el panorama en los bares cercanos, donde domina la música latina. Sólo los periodistas acreditados recorren los pasillos del recinto, que espera más de 18 mil espectadores para el juego de la temporada regular.

Nada que ocultar

Como suele ocurrir en la NBA, la prensa puede ingresar a los camarines de ambos equipos antes de los partidos. Eso sí, una vez que el reloj que está sobre la puerta que comunica con el gimnasio privado marca que restan 45 minutos para que empiece el partido, todos los "extraños" deben salir de ahí.

Pero antes del tiempo límite, James, Dwyane Wade y Chris Bosh, el trío que llevó a Miami a tres finales seguidas, se aparece por el lugar, en momentos diferentes, para conversar con quien se les acerque. Pese a que el presente del equipo no es el mejor, más allá del segundo lugar que lucen en la Conferencia Este, asumen con naturalidad el contacto con la prensa y responden las interrogantes con mucha tranquilidad.

"Sabemos que nos está costando más de la cuenta ganar, pero esto no debe preocuparnos", expresa Bosh, mientras se acomoda las vendas y se pone sus enormes zapatillas número 49. Luego, agradece las preguntas, se pone a ver por unos segundos el partido anterior con los Nuggets que transmite la enorme pantalla ubicada en el centro del camarín y revisa un pequeño cuadernos con las estadísticas individuales de sus rivales de turno. Por más superestrellas que sean, nada puede quedar al azar.

Sorpresa en Miami

A falta de 15 minutos, las tribunas del American Airlines Arena comienzan a llenarse. Muchos fanáticos vienen directamente desde los bares de Bayside, con signos evidentes de haber bebido más de alguna cerveza. Igualmente, acá nadie parece hacerse problemas con el tema del alcohol. Ni siquiera la policía. De hecho, en los pasillos del segundo y cuarto piso del recinto, una reconocida marca de ron ofrece suculentos cócteles durante todo el partido. Eso sí, la regla es clara: el que hace un desmán es expulsado enseguida del lugar.

Arranca el partido y las 18 mil personas sólo aguardan una victoria del Heat. El show no sólo está dentro de la cancha, encabezado por James, que con jugadas espectaculares le da un brillo distinto al partido. El locutor oficial de los Heat también pone de su parte para involucrar al público. Lo mismo el sonidista y las diversas pantallas repartidas por el lugar, que invitan a apoyar sin cesar. Nadie queda ajeno. Así es la NBA, un espectáculo integral.

Sin embargo, lo que pintaba para un triunfo fácil, sufre un traspié: 111-107. Contra todo pronóstico, Denver le amarga la noche al Heat y le roba una victoria en casa. Los fanáticos, en todo caso, aplauden el final del juego como si nada hubiese pasado.

Antes de salir, la mayoría hace una parada obligada en las distintas tiendas de souvenirs del recinto o simplemente para beber una última cerveza. La camiseta número 6 de LeBron, a cambio de unos $ 60 mil, es la más vendida entre los hinchas que aún disponen de efectivo. Ya con algún recuerdo en el bolsillo, muchos enfilan nuevamente hacia Bayside. La derrota no parece impedimento para seguir disfrutando de la música y de los tragos a la orilla del mar. La fiesta debe continuar.

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