Lo que aprendí usando vibradores

Hasta 1975 la Organización Mundial de la Salud concebía la masturbación como un trastorno sexual. Cincuenta años después, masturbarse pasó de ser una patología a una actividad recomendada. En este artículo, tres mujeres narran sus experiencias personales con los vibradores y lo que han aprendido con su uso.




El cuerpo se contrae y el flujo de sangre en el cerebro aumenta rápidamente. Una inundación de hormonas de placer y bienestar se ponen en acción. Encuentra fácilmente el clítoris y no pierde la constancia. Sin la necesidad de decir una sola palabra, regula la velocidad; más rápido, más lento, profundo, con movimientos circulares o en zigzag. La vida sexual de muchas mujeres cambió cuando descubrieron a un nuevo partner: el vibrador.

En 2022, un estudio publicado en la revista científica The Journal of Urology concluyó que el uso regular de vibradores por mujeres es terapéutico: El juguete estimula la salud y la fuerza del piso pélvico, reduce el dolor de la vulva y es favorable en el tratamiento de la incontinencia urinaria. Toda una revolución en el mundo médico, especialmente si consideramos que hasta 1975 la Organización Mundial de la Salud concebía la masturbación como un trastorno sexual. En 50 años, masturbarse –independientemente del acto sexual compartido– pasó de ser una patología a una actividad recomendada.

En primera persona

Taís Sierra (28): “Encontré un equilibrio entre mis deseos y mi vida espiritual”

“No crecí en una familia religiosa. Mi mamá es muy progresista, mis papás no están casados y nunca fuimos a misa. Pero cuando tenía 18 años conocí a un chico que iba a la iglesia y me despertó la curiosidad.

Con él conocí a Dios. Y hoy por hoy me encanta creer en Él, en el amor, en que hay algo más allá, tener fe. El problema es que la iglesia a la que iba era muy estricta en términos de sexualidad. Especialmente para las mujeres.

Eso fue complicado, porque en mi casa, por lo contrario, se hablaba abiertamente del placer, de la salud sexual, de la necesidad de indagar y auto conocerse. Por un lado, entonces, estaba la iglesia que me llenaba en un sentido espiritual, y con la que realmente congeniaba, y por el otro me sentía atrapada en mi cuerpo, con mis deseos, mis necesidades.

En algún momento incluso me convencí: ‘si Dios es amor, ¿cómo nos va a hacer sufrir?’ Me acosté con mi expareja pensando que sería el único hombre de mi vida. No fue así. Pero tampoco quería tener relaciones sexuales con todas las personas con las que me involucraba, porque por algo también en la iglesia dicen lo que dicen sobre el sexo.

Nunca fui de verdades absolutas, pero para mí fue necesario encontrar un equilibrio entre esas dos esferas; mi lado religioso y espiritual, y mis instintos, impulsos y deseos. Se lo comenté a una amiga muy querida que conozco desde los cuatro años, y ella me lanzó la pregunta: ‘¿Por qué no pruebas con un vibrador?’.

Cuando le dije que lo iba a intentar, ella misma se encargó de ir a comprarlo y me lo trajo.

De eso ya han pasado un par de años y siento que fue lo mejor que pude haber hecho. Logré encontrar un equilibrio que me hace sentido. Sé que no es una solución para todos, que tampoco es lo mismo que explorar con un otro, pero sí implica una auto exploración que es sumamente importante. Y eso funcionó para mí”.

Natalia Costa (33): “Aprendí a conocerme”

“Perdí la virginidad a los 18, con el pololo que conocí en la universidad. Estuvimos juntos durante más de seis años y aprendimos a conocernos y explorar nuestros cuerpos juntos. Pero por mucho tiempo fue mi único compañero sexual. Creí que todo lo que me gustaba lo había aprendido con él y que todo lo que hacíamos estaba bien como estaba.

Sí, con él tuve mis primeros orgasmos. Pero también con él me sentí incómoda y no siempre logré sentir tanto placer. Cuando terminamos, aun sabiendo que era lo mejor para los dos, me sentí un poco perdida en cuanto a la relación con mi propio cuerpo. ¿Cómo se hace para vincularse físicamente con otra persona después de haber estado con una durante tanto tiempo? Creí que sería problemático acostarme con otras personas, que no sabrían lo que me gustaba, que no disfrutaría. No me conocía a mí misma del todo.

Llegué a comprar un vibrador por recomendación de una amiga, unos seis meses después de haber terminado mi relación. Me compré uno que no se centraba tanto en la penetración, sino en la estimulación. Estaba muy nerviosa cuando lo compré, no sabía qué esperar. Pero el resultado no podría haber sido mejor.

Hoy llevo algunos años usándolo y me ha ayudado a conocerme, a explorarme, a ser más sincera en mis relaciones sexuales, a saber pedir, y a saber qué me gusta y qué no, qué me genera placer y qué no”.

Renata Díaz (49): “Mi lubricación aumentó considerablemente”

“Por mucho tiempo sufrí con dolores de cabeza y falta de lubricación durante el sexo. Me puse a investigar y encontré una serie de estudios que daban cuenta que los juguetes sexuales podían ayudar a enfrentar esas dificultades. Me dio un poco de pudor, pero lo puse en la balanza y opté por darle una oportunidad.

Fui a un sex shop y la mujer que me atendió se dio cuenta desde el minuto uno que era mi primera vez en una tienda así. Me preguntó qué buscaba, lamentó mi situación y me dio sus recomendaciones.

De ahí en adelante adopté el uso del vibrador en mi rutina diaria y noté una mejora significativa en mi salud. Los dolores de cabeza disminuyeron, mi capacidad de lubricación aumentó considerablemente y logré paliar los dolores premenstruales. Hoy sé, con seguridad y desde la experiencia, que los vibradores pueden darme mucho más que placer. Me ayudaron a dejar de lado la incomodidad y me siento mucho más tranquila, lo que tiene consecuencias positivas en todos los otros ámbitos de mi vida”.

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