Masturbación femenina

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Hace algunos meses viajé a Nueva York a conocer a Betty Dodson, una neoyorkina que, a sus noventa años, ha dedicado gran parte de su vida al placer femenino. Ella es pintora y de joven dirigió orgías con su marido. El diagnóstico fue terrible: las mujeres no tenían orgasmos. Después de conversar, se dedicó a jugar con ellas; compró vibradores e inventó un espacio aparte para las que no podían acabar. Y así fue como creo una comunidad dedicada a la masturbación femenina. Cuando entre vecinas y amigas lo conversaron, salió a la luz que el asunto se trataba derechamente de genitalidad. Muchas no conocían su clítoris y nunca habían tomado un espejo para mirarlo, porque para ellas era una zona prohibida, indómita, desconocida.

Para certificarme en los cursos de masturbación que Betty realiza hace 50 años, durante dos días asistí a uno de ellos junto a mujeres de China, Australia, Berlín y distintas ciudades de Estados Unidos. Había que desnudarse para entrar a la clase. Para mí es muy natural estar sin ropa porque regularmente voy con mis amigas al sauna, pero no soy ajena a los conflictos que muchas tienen con su cuerpo. Pero otras, en cambio, al principio lo pasaron realmente mal con esa situación. Algunas compartieron que hace mucho tiempo que no tenían relaciones sexuales con su pareja o confesaron que nunca habían sentido un orgasmo. Ahí me enfrenté con la primera barrera en el placer femenino: siempre depende de un otro y nunca de nosotras mismas.

A los hombres se les ha dado un espacio donde su masculinidad y virilidad está relacionada con el pene. Se lo tocan desde pequeños y no es tema. No así el tamaño, que se transforma en una obsesión. El pene erecto marca fuerza, potencia y un mundo de sinonimia al respecto. Las mujeres, en cambio, tenemos esta vulva interna, de difícil acceso. Ni siquiera nos educan con respecto a su anatomía. Y en este caso, la intuición no siempre es buena compañera. Necesitamos educación con respecto al desarrollo del placer a través de los genitales. Las hormonas, que tanto nos arrastran, viven en el espacio de lo poco enseñado. Desde pequeñas se nos dice que es cochino meterse las manos calzón abajo, quitándonos la posibilidad de tocarnos. Una posibilidad excluyente para la mitad del mundo. Por eso no es raro que la masturbación sea algo prohibido, un lugar al que no debemos acceder. Esta es otra rama de la historia donde se ha castrado a la mujer. Una donde de manifestar deseo sexual se es puta. Y si no se excita, se es frígida. Lo que yo sé, es que una mujer que no se excita pierde una posibilidad de felicidad. Y una que está al alcance de la mano.

La sexualidad es un espacio de placer del cual no tengo que dar mayores explicaciones. Se ha construido, tal vez, a través de excusas. Hay una creencia popular -que me parece bastante pobre-, que cuando dos individuos se hacen pareja, deben dejar de masturbarse. Es suficiente el placer que te da, nuevamente, un otro. La masturbación de mujeres heterosexuales se ve incluso como infidelidad. Pero no entiendo por qué habría de dejar de proporcionarme placer a mí misma desde un lugar más erótico, más sexuado y que muchas veces termina en un orgasmo.

La masturbación es un precioso espacio individual. Es una posibilidad de conocerse y desconectarse. Con ella conozco mi cuerpo, me desestreso, me excito, juego. Es una herramienta de placer. Por lo mismo, muchas veces cuando lo hago en la ducha, no tengo ganas de que entre mi pareja a ese espacio de intimidad. Hay parejas que tienen súper rica sexualidad en pareja y no les interesa la masturbación. Otras agregan la masturbación a la rutina y no es rollo para ninguno de ellos. Para mí es muy fuerte creer que uno es material erótico de otro porque la masturbación no es condicional para los solteros. Es una parte más del placer, como esa galletita extra que dejas en el velador y que te comes a las 12 de la noche. Esa galleta es mía, nadie la toca y puedo acceder a ella cuando quiera.

¿Qué es lo maravilloso de la masturbación? Que es un nuevo espacio de seguridad para las mujeres. Nos lo estamos permitiendo y lo empezamos a validar. Siempre, siempre, masturbarme va a permitir que mi vida como mujer sea mejor. Porque me sirve para tener más seguridad en mí y conocerme. Y ese poder, no lo voy a dejar.

Rafaella es sicóloga y especialista en sexualidad y pareja.

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