Microinfidelidades: ¿dónde está el límite?




Hace algunos años, las infidelidades eran bastante claras: no había lugar a dudas de que, si tenías sexo, te besabas o enamorabas de otra persona que no fuera tu pareja, habías sido infiel. Sin embargo, hoy, en medio de la era digital, todo ha cambiado, sobre todo respecto al intercambio de señales de afecto. Y es que los matices de aquello que no es tangible, como los sentimientos y las emociones, hacen que el límite entre ser simpático o coqueto por redes sociales sea difuso. Así, hoy vemos que para algunos esas pequeñas (aunque no siempre inocentes) señales de aprecio en redes sociales son un elemento insegurizante. Aunque no involucren contacto físcio -ni necesariamente emocional-, los me gusta, los emojis coquetos, los audios o las reacciones constantes a las historias en redes sociales han sido una razón suficiente para desestabilizar la confianza de tantas parejas. Si eso que nuestra pareja hace, nos inseguriza, pero es algo pequeño y aparentemente insignificante, ¿debemos ignorarlo? ¿Dónde debemos poner el límite?

Aunque no haya contacto físico, pequeñas acciones sí pueden constituir una infidelidad, dice Ximena Pereira, psicóloga clínica, terapeuta de parejas e investigadora y docente de la Universidad del Desarrollo. Y es que, dentro de una relación monógama, estas pequeñas acciones o comportamientos indican que una de las partes está centrada física o emocionalmente en terceras personas. “Aunque no constituyen una infidelidad física o sexual completa, las microinfidelidades pueden considerarse como violaciones a la fidelidad emocional o la lealtad en una relación monógama. Estas acciones, que suelen ser pequeñas y sutiles, pueden generar preocupaciones o tensiones en la pareja”, explica Pereira.

Para ponerle nombre a este fenómeno, la psicóloga australiana Melanie Schilling acuñó el concepto de la microinfidelidad como “una serie de acciones aparentemente pequeñas que indican que una persona está enfocada emocional o físicamente en alguien fuera de su relación”. Minimizar la seriedad de tu relación, sacarte el anillo de casado o casada antes de llegar a una fiesta, tener una conversación subida de tono por redes sociales o ocultarle a tu pareja que conversas con alguien son parte de este comportamiento que, aunque sutil, involucra la desonestidad, dice Schilling. “El secreto es el signo revelador. La microinfidelidad es una traición sutil y necesita secretismo para avivar su fuego”, asegura.

Comunicación poco clara, malos entendidos asegurados

Cuando comienza una relación monógama, explica la terapeuta de parejas, Ximena Pereira, es muy común que se siga un guión implícito de cómo deberían ser las relaciones monógamas. Tal como si hubiera un manual de instrucciones para estar en pareja, muchos siguen el código de comportamiento social que nos muestra qué significa estar en pareja, cómo se debería llevar la relación y qué implica ser fiel. El resultado de esto, explica la especialista, son las expectativas desiguales.

“A menudo pasa que no se conversa, no se le dedica el tiempo ni atención a discutir estos límites y expectativas respecto de la relación y con eso se da el caldo de cultivo idóneo para que surjan conflictos y malos entendidos. Y es que claro, como no lo han conversado, cada miembro de la pareja tiene una expectativa de lo que significala fidelidad en sus relaciones distinta. Al no tener ese límite claro tampoco sé lo que mi pareja espera de mí ni lo que yo puedo esperar de mi pareja. Eso puede dar lugar a situaciones que sean dolorosas, que generen tensiones innecesarias”, dice Pereira.

La fidelidad es un constructo y como tal, es necesario que los miembros de una pareja puedan definir qué entiende cada uno por ella, dice Alejandra González, psicóloga clínica y terapeuta de parejas, quien hace hincapié en que debemos entender qué significa la transgresión de la lealtad para nosotros, no el resto. “No porque una de las partes actúe de forma ‘infiel’ o como la sociedad dice que se ve la infidelidad, lo es. Y es que lo importante es lo que cada pareja va a definir como tal. Y esa es la gracia de los acuerdos”, explica.

¿Vamos a entender la infidelidad como que es simplemente un contacto físico sexual con otra persona, que es un contacto físico y emocional, que es comunicarnos con personas del sexo opuesto, que es vestirnos de una determinada forma? Esas, son las preguntas que nos tenemos que hacer para definir límites que tengan que ver con nuestras propias necesidades, agrega González.

La desconfianza, el fruto de la incomunicación en la pareja

La fidelidad implica un alto nivel de confianza mutua. Cuando establecemos estos límites y los cumplimos, fortalecemos la confianza en la relación, lo que es tremendamente fundamental para la salud mental de la pareja, explica Ximena Pereira. Sin embargo, cuando nos acercamos al límite de lo que nosotros creemos que es la fidelidad, podemos dar lugar a conflictos y tensiones innecesarias.

“Por más pequeños que sean, esos malentendidos pueden gatillar una pérdida de confianza. Por supuesto que también se genera un sentimiento de inseguridad en la pareja. Y es que la falta de límites claros puede llevar a que se generen situaciones que causen mucho dolor e incluso situaciones traumáticas en donde se pueden producir heridas emocionales significativas. Aparece el sentimiento de que el otro no está priorizándome a mi o a nosotros, como pareja, sino que prioriza a un tercero”, dice Pereira.

No conversar ni definir claramente las reglas de funcionamiento dentro de la relación de pareja además te imposibilita satisfacer las expectativas del otro, porque no las conocemos, dice la terapeuta de parejas, Alejandra González. “Es muy curioso que mientras en nuestros trabajos tenemos una metodología y estamos constantemente revisando y evaluando nuestras prácticas, estando emparejados con uno de los principales vínculos que podemos tener en nuestras vidas, solemos pensar que, en nombre del amor, entenderemos lo que nuestra pareja quiere y necesita sin preguntarle y que eso va a salir bien. Deberíamos poder operar desde un lugar menos romántico, pero que nos permita funcionar con mayores certezas y menos miedo a preguntar para poder conocer lo que mi pareja realmente espera y desde ahí generar acuerdos. Sobre todo porque en una pareja no hay tal cosa como acuerdos implícitos, sino que hay acuerdos o no los hay”, explica.

¿Cómo definir los límites?

A través de una comunicación sincera, abierta y honesta, la terapeuta de parejas e investigadora y docente de la Universidad del Desarrollo, recomienda poder evaluar junto a la pareja cuáles son los valores fundamentales para cada uno en torno a la fidelidad, las expectativas y la gestión del tiempo para poder alinear esos valores y llegar a una conclusión que le haga sentido a ambos, algo crucial para construir y mantener una conexión segura basada en la confianza y el respeto.

“Lo principal es que yo sienta que puedo poner sobre la mesa estos pensamientos, ideas, sentimientos y expectativas cómodamente. Definir estos límites desde esta posición de respeto y validación del otro ayuda a alinear las expectativas que tienen ambos miembros de la pareja respecto a la construcción de la pareja que queremos ser y fomenta que también siga habiendo en otros temas una comunicación abierta y continua de las necesidades que tiene cada miembro de la pareja a lo largo de su historia. No hay que olvidar que lo que acordamos en un principio puede ir cambiando junto con nosotros porque no hay nada grabado en piedra que no se pueda revisar o replantear”, concluye Ximena Pereira.

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