Cuarentena en imágenes: “Siento que la vida se me pasa, que se escurre mientras estoy encerrada”

Invitamos a distintas fotógrafas y fotógrafos a retratar su nueva realidad cotidiana durante la cuarentena. Esta es la mirada de Valentina Palavecino.




“La cuarentena ha estado llena de sentimientos complejos. En un momento pensé que en verdad no podría parar. Venía con mucho vuelo, muchas ganas, mucha energía, moviéndome muy rápido. Y claro, no es fácil frenar.

Estaba envuelta en proyectos que siempre quise hacer; trabajando, amando, viviendo y aprendiendo mucho. Nunca he sido de quedarme quieta. Cuando estaba en el colegio pensaba que dormir era una pérdida de tiempo, creo que por eso fue tan difícil parar ahora.

Marzo trajo decisiones y cambios considerables. Jota, mi novie, me propuso irme a vivir con él. Eso significaba dejar el nido y vivir en pareja por primera vez. Me aterró. Me encantó. El mundo se estaba cayendo a pedazos afuera, pero a mí la vida me estaba maravillando. En cuanto me di cuenta de que habían más certezas que dudas, acepté.

Al departamento aún le estaban haciendo arreglos, pero el día en que decretaron la primera cuarentena fue el momento clave: hay que mudarse ahora o esperar que esto pase. Empaqué en una noche, trasladamos todo en un día. Me invadía una sensación extraña, similar a la que da cuando alguien que te importa no se despide de ti.

Quizás era eso. Dejar mi casa sin poder abrazar a mi hermana, ni a mi mamá.

Después sentí mucho miedo. De no podérmela, de no acostumbrarme, de que se acabara todo, de contagiarme, de extrañar demasiado, de sentir pena. La incertidumbre que deja la cesantía y las inseguridades se apoderaron de mí, pero la verdad es que habían certezas: somos un buen equipo, tenemos un hogar y comida; nos amamos intensamente.

Así que siguiendo un consejo de mi abuela, nos adjudicamos la misión de mantenernos fuertes, juntes, y, si viene lo peor, que nos encuentre sólidos y nada pueda derrumbarnos. Decidimos hacerle frente al caos, con amor.

No teníamos ni cama, dormíamos en la cocina y luego conseguimos un colchón. Pero poco a poco empezaron a llegar cosas, tuvimos mesa, cortinas, un cama para dormir. Mientras, comprendía que tenía un proyecto bajo el brazo. Armar mi casa y cuidar a mi familia.

Todo lo de afuera es difícil, pero agradezco tanto despertar con la persona que amo, ver la cordillera, los cafés a toda hora del día, hacer el amor, conversar y recordar. Pero extraño haber dejado lugares que siempre habité, extraño los tecitos con mi abuela y sus historias repetidas.

Siento que la vida se me pasa, que se escurre mientras estoy encerrada. Es una pérdida de tiempo, como pensaba de niña sobre dormir. En el encierro siento que un minuto más es un minuto menos de disfrutar a mi abuela.

Todo lo que pasa en lo exterior permea en lo interno. Lo íntimo es revolucionario, ahora más que nunca. Y en el encierro también hay resistencia. Estoy dejando que la rabia me habite y me movilice, porque cuando pase todo esto hay que desbordarse en lucha.

La realidad que está viviendo este país está muy lejos de ser justa y necesitará de todes nosotres”.

Valentina Palavecino (@valpalevecino) tiene 22 años y está viviendo la cuarentena en su casa nueva, junto a Jota Elmes y su perro Argus.

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