Trinidad González transforma el dolor en arte

La actriz, directora y dramaturga, acaba de estrenar junto a su compañía Teatro Anónimo la obra “Memoria”, que nace a partir de la experiencia de luto de algunos de sus integrantes. Incluyendo a ella misma. Las memorias personales y colectivas, la vida, la muerte y cómo conectarse con quienes ya partieron se entrecruzan en el montaje.




Trinidad González se para a observar la sala del Teatro La Memoria. Ve las luces, los focos, los instrumentos en el escenario, escucha los textos que interpretan sus colegas y se emociona.

“A mí me parece que el mayor tesoro que nosotros tenemos como personas que se dedican a la creación, al arte, es eso: transformar el dolor en algo hermoso, en algo que tiene vida”, comenta la actriz, ganadora del Premio Altazor 2007.

Es miércoles y la también directora y dramaturga está afinando los últimos detalles de la obra “Memoria”, que su colectivo Teatro Anónimo estrena al día siguiente, el jueves 10 de agosto. Hay mucha expectativa en el aire de cara a la primera de las 12 funciones del montaje, que indaga en los recuerdos, el paso del tiempo, y el dilema de asumir la responsabilidad de la propia vida.

“Yo veo el teatro como una experiencia para nosotros y para el público. Espero que las personas que lleguen durante la temporada vean algo que les ayude a estar mejor en su vida, que puedan conectarse consigo mismos y encontrar belleza. Que se reconecten con su ser más creativo”, afirma Trinidad González.

Las posibilidades de conexión son muchas. Quizás por las preguntas que atraviesan la obra como ¿dónde queda lo que existió?; ¿cómo nos comunicamos con quienes ya no están? o ¿qué es lo que se recuerda? Quizás por el origen del montaje.

Un origen muy especial para el colectivo de teatro.

La conciencia

Gerardo González, padre de Trinidad y Tomás -músico y también actor en la obra Memoria-, falleció en 2022 a sus 80 años. Sufría de demencia hacía un tiempo, y esta se vio agravada, como tantas otras enfermedades, durante la pandemia.

“Lo bueno es que pudimos acompañarlo. Nosotros somos cinco hijos más mi mamá, y todos estuvimos ahí con él. Somos una familia unida, por suerte pudimos enfrentar esto con mucho amor, con mucho cariño y dedicación, pero finalmente”, Trinidad se interrumpe.

Luego, reflexiona que da lo mismo la edad que tenga un padre o una madre al fallecer, porque un hijo siempre será eso: un hijo. Que sufre, que necesita a sus padres, que los extraña.

“Da lo mismo la edad. La sensación de la pérdida para uno como hija es muy profunda, es radical, es absoluta. Aunque los padres estén mayores, siempre hay un espacio de sentirse como una niña chica al lado. Y todos esos espacios se despiertan cuando muere el padre. Se estremecen las estructuras más profundas y ese ha sido mi proceso”, dice entonces la actriz.

La partida de Gerardo le trajo una serie de coletazos. De lo que esperaba de su trabajo, del amor, de sí misma, de su vida. “Cuando a uno se le muere alguien tan cercano, siente un llamado muy fuerte a revisar la propia vida y a vivirla con más conciencia”, afirma.

Conciencia de su tiempo, del país, del mundo. De los otros.

En ese proceso de concientización, la actriz también se fue reencontrando en el duelo con otras personas. Con su hermano, por un lado, y con la diseñadora integral Nicole Needham por el otro.

La hermana menor de Nicole falleció en una clínica en Concepción en plena pandemia del Covid-19.

Como grupo de amigos y de trabajo, Teatro Anónimo empezó a reflexionar sobre distintos procesos naturales. Tanto individuales como colectivos.

“Se juntó ese proceso con los 50 años del golpe cívico-militar, que cruza harto nuestra historia, tanto por nuestras familias como por nuestra conciencia con el tema. Por cómo somos, por quiénes somos, por ser personas humanistas a quienes nos parece inconcebible que en este país haya pasado algo tan tremendo”, rememora Trinidad.

Revisar los 50 años pasados fue también la revisión de los recuerdos de su padre, de su infancia. No de manera discursiva, panfletaria o política, aclara. Sino más bien existencial, humanista. “Al revisar, por ejemplo, los recuerdos de mi padre, inevitablemente apareció el país, porque mi papá pertenece a una generación que luchó y que vivió de cierta forma para el colectivo. Versus hoy, que vivimos en un país que valóricamente se mueve de otra forma y la gente vive más para sí misma”, reflexiona.

Cada vez que conversaba con sus colegas, surgían preguntas. Muchas preguntas. ¿Cuál es el valor de la vida? ¿Qué es lo que esperamos de ésta? ¿Cuál es la vida que vale la pena ser vivida? ¿Por qué estamos tan tristes? ¿Por qué hay tanta depresión en el mundo y en este país en particular? ¿Por qué hay tanta tristeza, tanta pastilla, tanta soledad, tanto ataque de angustia? ¿Por qué?

“Fuimos, de a poco, mezclando la muerte con la urgencia de vivir bien, de vivir una vida más sana, más comunitaria, más feliz”, afirma.

El proceso

Durante varios meses Trinidad no pudo sentarse a escribir una creación porque sentía que le hubiera ganado la tristeza. Pero en enero de este año, a los 11 meses del fallecimiento de Gerardo, empezó el proceso de escritura de Memoria, que se montó en tan solo un trimestre.

“Ya había pasado cierta cantidad de meses y sentíamos que podíamos conversar sin que la emoción nos inundara. Poder hablar y transformar eso en creación porque finalmente eso es lo que nosotros hacemos: transformamos todas las experiencias personales en un acto creativo. Esa es nuestra herramienta de vida”, afirma la directora y dramaturga.

¿Cómo fue esa interacción entre ustedes, considerando que la muerte es algo que nos une como humanos?

Ha sido un regalo, no lo puedo describir de otra forma. Yo siento que uno de los grandes problemas que tenemos es que las sociedades en que vivimos están pensadas de una forma en que tú finalmente vives todos estos procesos en soledad. En una mala soledad. Y lo que nosotros hemos hecho es compartir la tristeza, los dolores, conversar. Eso es lo más sanador que hay, por algo existe la comunidad. Yo, que no soy una persona religiosa, creo firmemente en el amor humano, en la comunidad, en la conexión con otras personas. Y eso es lo que ha sido este proceso.

Trinidad afirma que tanto ella como su hermano y Nicole han podido soltar. Han podido transformar lo que les tocó en ficción con calidad en su escritura, en la música, en la puesta en escena. “No es una terapia, es una creación artística que tiene que ser buena, de lo contrario no tiene sentido ponerla en el escenario”, sostiene.

Ahora, advierte la actriz, la obra ya trasciende sus historias personales. Trasciende los fallecimientos de su padre y de la hermana de Nicole. Memoria, aunque gatillada por esos procesos, pasó a ser un material de ficción universal.

Un material que le pertenece a cualquier persona que la vaya a ver en los próximos días.

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