Gabriel Gaspar tras fallo en La Haya: "Ahora tiene que entrar el tiempo de los diplomáticos"

¿Esperaba este fallo?

Diría que más que la razón, uno tiene la alegría, la emoción. Nunca pensé que iba a ser tan positivo, pero también llama a reflexionar de que es necesario tener serenidad en la victoria, porque el proceso es muy inmediato. El fallo le pone un punto final a la demanda de la obligación de negociar, pero, como ya hemos visto, no sepulta los anhelos de un sector importante de Bolivia.

¿Cómo debe ser ahora la relación?

Hay dos principios básicos. El primero, concordar con Bolivia que entre ambos países tenemos un desacuerdo. Más que hablar del idealismo, de la diplomacia de los pueblos, que de repente me parece como principios abstracto, hay que reconocer que tenemos un desacuerdo para proponer una segunda cosa, que es cómo manejar ese desacuerdo para que no escale.

¿Cómo se concreta eso?

A lo largo de mucho tiempo. Si bien ha pasado el tiempo de los abogados, ahora tiene que entrar el tiempo de los diplomáticos.

¿Cómo llevar esa relación?

Chile siempre ha estado disponible a reanudar relaciones y algunas veces lo hemos hecho explícito.

¿Ese diálogo puede incluir ahora el tema marítimo?

La agenda que construyamos tiene que ser sin imposiciones.

Usted advirtió la opción de revisar el Pacto de Bogotá.

Es parte de ese balance, no es una medida aislada. Tenemos que revisar, porque muchos lo miran en relación a la demanda, pero más importante es que los chilenos necesitamos manejar nosotros mismos nuestra integridad territorial, que no dependa de un ente externo, porque hoy nos fue bien, ayer nos fue mal.

¿No es compleja esa revisión considerando que hay una demanda en La Haya por el Silala?

Por eso digo que es bueno hacer ese análisis, porque hoy nos fue bien, y felicito a todos quienes lo hicieron posible, porque este es un trabajo de años, pero en el fallo del límite marítimo no nos fue tan bien y ahí la intangibilidad de los tratados quedó en el aire. Es bueno analizarlo, no negarse ni tratar de pasar el trago amargo metiendo los malos momentos debajo de la alfombra.