Miles de millones de dólares en fondos climáticos podrían sembrar el caos en los países pobres

Las naciones más pobres se ven presionadas para cambiar a las energías renovables, de modo que se desarrollen sin quemar más carbón, petróleo y gas natural. FOTO: DWAYNE SENIOR/BLOOMBERG NEWS.

El plan para canalizar la inversión privada en proyectos climáticos hacia el mundo en desarrollo corre el riesgo de abrumar a las economías más pobres. Aquellas que han dependido en gran medida de la inversión extranjera, sobre todo de los préstamos del exterior, son vulnerables a las crisis cuando los inversores huyen.


PARÍS- Un tsunami de dinero en efectivo se dirige a los países en desarrollo para hacer frente al cambio climático, y con él crece la preocupación de que el dinero abrume a las economías más pobres a las que se pretende ayudar.

Los países ricos están preparando un plan para enviar más de un billón de dólares al año al mundo en desarrollo de aquí a 2030, una avalancha de inversión extranjera que no tendría precedentes en la historia moderna. La mayor parte procedería de los grandes inversores institucionales del mundo rico: fondos de pensiones, compañías de seguros, gestores de activos, empresas de capital riesgo y otros. El objetivo es financiar a gran escala proyectos de energías renovables en los países en desarrollo e infraestructuras para proteger a las naciones pobres de la subida del nivel del mar, las sequías y otros efectos del calentamiento global.

Pero los flujos de capital de esa magnitud corren el riesgo de sembrar la inestabilidad económica, dicen los economistas y los responsables de las finanzas mundiales, sobre todo en los países más pequeños y pobres que carecen de instituciones financieras para canalizar el dinero hacia la inversión productiva. Una serie de crisis financieras en el mundo en desarrollo ha demostrado que la afluencia de inversión extranjera a estos países a menudo deja un desastre. Las deudas se disparan, las monedas se sobrevaloran y las economías se enfrentan a un doloroso ajuste de cuentas cuando los inversores extranjeros se asustan.

“En lugar de ser una bendición, podría acabar siendo una maldición”, aseguró Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell que asesora al Grupo de las 20 principales economías sobre este tema. “Esto exige una reflexión muy cuidadosa sobre cómo se estructura la financiación”, advirtió.

Las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el clima son el motor del plan de financiación climática. El financiamiento ofrecido por las naciones ricas persuadió a los países más pobres para que aceptaran los objetivos del Acuerdo de París, a pesar de que Estados Unidos, Europa y un puñado de otras naciones son responsables de la mayor parte de los gases de efecto invernadero en la atmósfera que, según los científicos, están provocando el calentamiento de la Tierra.

Los líderes reunidos esta semana y la pasada en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, están negociando políticas para atraer capital privado al mundo en desarrollo para proyectos climáticos. Las ideas van desde aumentar la capacidad de préstamo de instituciones multilaterales de desarrollo como el Banco Mundial, hasta aprovechar la moneda especial del Fondo Monetario Internacional (FMI) para la energía verde.

Los dirigentes de los países ricos -que no han cumplido sus anteriores objetivos de financiación de la lucha contra el cambio climático- están tratando de obtener más fondos de sus presupuestos públicos, que se combinarían con capital privado. Atraer a inversores privados es crucial para el gobierno de Joe Biden, porque los republicanos del Congreso se oponen firmemente a destinar fondos públicos a proyectos climáticos en el mundo en desarrollo.

El plan está ganando impulso político a pesar del creciente número de estudios que ponen en duda algunos de los beneficios de la inversión extranjera. Prasad y otros economistas han constatado que las economías en desarrollo que dependen en gran medida del capital extranjero no han crecido más de prisa que los países que utilizaban capital nacional, y se enfrentaban a una mayor volatilidad de los flujos de divisas y capitales. Según los economistas, el espectacular crecimiento logrado por China e India en las tres últimas décadas se debió en gran medida al ahorro interno, no al capital extranjero.

Las economías que han dependido en gran medida de la inversión extranjera, sobre todo de los préstamos del exterior, son vulnerables a las crisis cuando los inversores huyen. La lista de colapsos financieros incluye a los países latinoamericanos en la década de 1980, las economías asiáticas en 1997 y Rusia en 1998. La crisis de la eurozona de la década anterior estuvo precedida por una avalancha de capital que fluía de las economías centrales del bloque monetario a su borde meridional, más pobre.

“¿Queremos estos flujos de capital o no?”, dijo Lesetja Kganyago, gobernador del Banco Central sudafricano, durante un reciente discurso en el FMI. “Hace veinte o treinta años, la opinión dominante era que la globalización financiera era buena.... Hoy en día, la opinión dominante ha cambiado”, agregó.

En la lucha contra el cambio climático, dicen los funcionarios, los países en desarrollo probablemente no tengan más remedio que depender del capital extranjero. Las grandes economías en desarrollo deben acelerar sus planes para abandonar los combustibles fósiles si el mundo tiene alguna posibilidad de limitar el calentamiento conforme al Acuerdo de París; las naciones más pobres están bajo presión para desarrollarse sin quemar más carbón, petróleo y gas natural. Estos cambios exigirán que la inversión en energías limpias crezca exponencialmente en los próximos años.

“Estamos pidiendo a un puñado de países en desarrollo que lleven a cabo una transformación ecológica más rápida de lo que nadie ha hecho antes y más rápida de lo que podría ser natural para sus economías”, afirmó Avinash Persaud, economista y enviado climático de Barbados. “Así que van a tener que importar algo de capital -no todo, quizá ni siquiera la mitad, pero sí una cantidad significativa”, señaló.

El envío de estos fondos en forma de capital, en lugar de deuda, reduciría el riesgo para las naciones más pobres, atando a los inversores extranjeros a los proyectos de energías renovables a largo plazo, explican los funcionarios de finanzas. Pero eso significa más riesgo para los inversores institucionales, una perspectiva poco grata para ellos. A los grandes gestores de fondos, como BlackRock, les preocupan los cambios repentinos de política en un país en desarrollo que podrían acabar con sus inversiones. Los sistemas jurídicos carecen de la independencia necesaria para hacer frente a un gobierno que pretenda expropiar un proyecto.

La volatilidad de las divisas de los países en desarrollo es un problema importante. Los proyectos de energías renovables de los países en desarrollo suelen tener que endeudarse en dólares o euros para atraer a inversores extranjeros. Los accionistas extranjeros de estos proyectos suelen negociar acuerdos con las empresas locales de servicios públicos para cobrar en moneda extranjera.

Pero las grandes obligaciones en divisas han sido uno de los ingredientes clave de las crisis financieras de la posguerra. Una devaluación brusca de la moneda de un país pondría a prueba a todo su sector energético, afirman funcionarios y economistas. Una decisión de la Reserva Federal u otros bancos centrales del mundo rico de subir los tipos de interés podría disparar los costos de endeudamiento de los países más pobres, como ocurrió desde que la Reserva Federal empezó a subir las tasas el año pasado.

Persaud sostuvo que la preocupación por la inversión extranjera surge cuando el financiamiento procede de deuda a corto plazo o de inversiones de cartera que pueden abandonar rápidamente un país. Persaud y la Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley, han propuesto crear un fondo con dinero de gobiernos ricos que ayude a pagar coberturas de divisas a largo plazo, a menudo necesarias para inversiones en parques solares o eólicos que generan ingresos durante décadas.

Esto aliviaría las preocupaciones de los inversores y limitaría la inestabilidad causada por los inversores extranjeros que intentan cubrir el riesgo cambiario a corto plazo, puntualizó Persaud.

“Los flujos internacionales de capital son a menudo un festín o una hambruna”, alertó Persaud. “Este mecanismo de garantía de divisas a largo plazo puede ayudar a reducir parte de la volatilidad monetaria”, añadió.

Funcionarios del mundo en desarrollo y economistas afirman que esta propuesta y otras que se están debatiendo desbloquearían más financiamiento de capital para la energía verde. Eso ayudaría a distribuir el riesgo lejos de las economías más pobres y evitaría inflar la carga de la deuda de los países que tendrían dificultades para reembolsarla.

“Hemos visto muchas veces que la cantidad de dinero es secundaria con respecto a la calidad de las políticas, los incentivos que crean y la capacidad de las instituciones disponibles para invertir los fondos”, declaró Kganyago, del Banco Central sudafricano. “Los escépticos de los flujos de capital y los activistas de la justicia climática deberían intercambiar notas”, manifestó.

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