Columna de Anahí Urquiza: “La imperativa inversión en Ciencia y Tecnología”

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Nos encontramos en un mundo en constante cambio, donde la transformación permanente es la única certeza. En la sociedad global, las crisis ecológicas, económicas y políticas cohabitan con avances científicos y tecnológicos sin precedentes, generando impactos en nuestra vida cotidiana y, al mismo tiempo, abriendo oportunidades antes inimaginables.

En este contexto, el mundo se dirige a paso firme hacia una intensificación de la desigualdad, donde la capacidad científico-tecnológica de cada país juega un papel determinante. En décadas pasadas, la idea de beneficiarnos de los avances científicos y tecnológicos de los países “desarrollados” parecía una opción viable (algo así como “chorreo científico”). Sin embargo, en la actualidad, los cambios son tan rápidos y las necesidades tan diversas que nuestra incapacidad para liderar nuestro propio desarrollo nos coloca en una posición de desventaja que solo se amplificará con el tiempo.

Chile es especialmente frágil en este dinámico escenario, ya que actualmente enfrentamos una superposición de crisis que aceleradamente cambian las condiciones de existencia de gran parte de la población. Debemos navegar estas transformaciones y anticiparnos a las amenazas emergentes, mientras cambiamos nuestra forma de crecer, desacoplando nuestra economía de la degradación ambiental, y logrando cambios sistémicos en nuestras capacidades científico-tecnológicas.

Nuestras universidades juegan un papel fundamental en este escenario, ya que son actores claves en la generación de conocimiento y en la formación de profesionales, aportando al abordaje de los problemas país a través de la investigación y la innovación. Para mantenerse al ritmo de los cambios globales acelerados, estas instituciones necesitan estar a la vanguardia de la ciencia, desarrollar innovación tanto en el ámbito público como privado y crear las condiciones para formar a profesionales con habilidades transformadoras.

Si nuestro objetivo es lograr un desarrollo sostenible y una vida digna para las generaciones actuales y futuras, la inversión decidida y de largo plazo en el fortalecimiento de nuestro sistema científico-tecnológico y educativo es una necesidad imperante. Es crucial disponer del mejor conocimiento y fomentar el desarrollo de habilidades esenciales para enfrentar las vertiginosas transformaciones globales. Resulta vital proporcionar las condiciones para que las universidades adopten enfoques vanguardistas, interdisciplinarios y transdisciplinarios, y sean capaces de transferir ese conocimiento a los diversos actores de la sociedad. Esto también se debería traducir en formar profesionales adaptables, capaces de autotransformarse continuamente.

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Los recientes anuncios de aumento de financiamiento y refuerzo de las universidades chilenas son una esperanza en ese camino, aunque aún necesitamos un compromiso transversal ya que, el desafío es gigante: el promedio de gasto público de los países OCDE es más de 3 veces lo que se gasta en Chile. En este contexto, es esencial profundizar en el diseño de inversiones en nuestro ecosistema científico y educativo, teniendo en cuenta las necesidades urgentes y creando las condiciones que permitan liderar nuestras propias transformaciones con una visión país. La colaboración entre las universidades y el Estado, con el apoyo del sector privado, es fundamental para hacer un punto de inflexión que nos permita dar un salto en esta materia.

Entre la vertiginosa agenda local y global es fácil distraernos de los necesarios cambios estructurales. Avanzar en esto requiere una visión de Estado de largo plazo, que sea capaz de convocar a un amplio espectro político y que permita una articulación colaborativa entre privados y públicos. Confiemos en que las urgencias políticas actuales no nos impidan tomar las decisiones importantes, rápidas y efectivas que se requieren hoy, para prepararnos ante las inevitables transformaciones y evitar hipotecar dramáticamente nuestro futuro.

Frente a este contexto desafiante y dinámico, nuestras universidades juegan un papel clave como impulsores del conocimiento y la innovación. Es fundamental que asumamos esta responsabilidad y lideremos nuestras propias transformaciones, trabajando en coordinación con otros actores tanto públicos como privados. La inversión en el fortalecimiento de nuestro sistema científico-tecnológico y educativo es imprescindible para asegurar un futuro viable comprometido con el bienestar de las generaciones venideras.

*Directora de Innovación de la Universidad de Chile.

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