Un inspirador 'primer paso' que sigue moviendo generaciones

50th Anniversary of Landing A Man On The Moon

Pertenezco a una generación que, por diversas razones (aunque la más relevante es la etaria), no siguió el frenesí de la carrera espacial entre la ex Unión Soviética y EE.UU, ni presenció expectante frente al televisor en vivo el alunizaje ese 20 de julio de 1969. Pertenezco a una generación que logró tomar conciencia del impacto de los hitos de la carrera espacial ya entrada en la madurez de la historia, a más de 20 años de los principales logros de este periodo histórico.

El uso propagandístico de estos eventos, por un tiempo no menor, empañó los verdaderos alcances de éstos y causaba debate, que a diferencia de los debates actuales no se enfocaban en la veracidad de los hechos, sino que en sus verdaderas intenciones.

Casi cuatro meses después de la celebración de los 20 años del alunizaje -noviembre del año 1989-, caía el muro de Berlín, ícono de la Guerra Fría, y marcaría el comienzo simbólico del fin de la ex Unión Soviética y su influencia mundial. Era el punto final, o al menos eso se pensaba o transmitía en la época, de una rivalidad sin precedentes en la historia de la humanidad, por el poderío bélico involucrado. Esta pugna entre naciones con poderío nuclear que podía enviarse a cualquier lugar del orbe, con la tecnología desarrollada en las misiones espaciales, se hizo sentir en nuestro país que, para bien y para mal, moldeó lo que es el Chile actual.

A comienzos de los 90, ya alejados de la propaganda y el secretismo que tuvo esta carrera, mi generación fue adquiriendo lucidez de la envergadura de la tarea realizada y los esfuerzos casi titánicos llevados a cabo por un grupo de personas que de forma mancomunada, voluntaria o involuntariamente, terminaron llevando primero a otro ser vivo al espacio, para finalizar, en el pináculo de la carrera, poniendo a otro ser humano sobre otro cuerpo celeste. Pero lo más sorprendente, regresándolo a la Tierra sano y salvo.

Sólo para poner un contexto, desde el envío de una esfera del tamaño de aproximadamente una pelota de fútbol a poner un ser humano en la Luna, tomó cerca de 12 años. Por supuesto, muchas cosas habían pasado antes, pero el avance fue vertiginoso y aún me asombra de sobremanera. Hombres, mujeres y niñas/niños, que hicieron posible algo que parecía de ciencia ficción aún me da escalofrío cuando lo pienso en la soledad de un cielo estrellado.

Sí, mencioné niñas/niños, no es un error de escritura. Aunque su participación no fue directa, como lo relatan ya varias investigaciones, las familias de quienes contribuyeron en estos logros, y en particular los hijos y las hijas, fueron claves en las vidas de las mujeres y hombres que participaron en los logros. Por otro lado, la infancia siempre es clave en estos avances, lo más probable es que muchos de los integrantes hayan sido niños/niñas con curiosidad por el espacio y por los artefactos y artilugios que podrían llevarnos a las profundidades del universo.

Desmarcándome de los lados y de las ideologías, tratando de analizar las implicancias en mi persona de la carrera espacial, y en particular de la llegada a la Luna, debo reconocer que es un hecho que ha marcado mi vida y estimulado mi imaginación. No solo por lo que es, sino también por cómo lo fue y por lo que pudo ser.

Siempre me ha gustado la historia, porque uno puede apreciar de mejor forma los esfuerzos o los obstáculos que se debieron vencer si uno lo une con la realidad histórica imperante. Además, es clave para evitar errores pasados y aprender de las experiencias previas. Por un lado, lo que lo hizo fácil fue que era una época en donde los costos no eran un problema, aunque esto trajo consigo una forma de desarrollo espacial que se basa en grandes presupuestos y que inhibe (principalmente de forma mental) el desarrollo espacial hasta el día de hoy. Por lo mismo este tipo de programa fue muy difícil de mantener en el tiempo y terminó cancelándose.

En la otra vereda, lo difícil era tolerar la falla, pues era inaceptable y no solo para proteger la vida humana, sino porque los errores pasaban a ser vergüenzas nacionales y se usaban para transmitir confianza o desconfianza respecto al lado elegido por otras naciones en el mundo. Por lo que imagino que la presión debió ser bastante alta para todos los que contribuían en los respectivos programas.

Pero cuando uno comienza a indagar históricamente aparecen figuras que de forma muy tenaz y bajo el trabajo constante de la investigación dieron forma a la exploración del espacio. No quiero dar nombres porque siempre quedarán personas fuera (principalmente por limitación de espacio), pero la tenacidad, la dedicación, la rigurosidad, la creatividad y por sobre todo, la generosidad de este grupo humano me han inspirado en mi vida personal y profesional.

También me ha dado infinita esperanza. Uno de los temores más grandes de un investigador es que su trabajo sea usado de forma equivocada y para hacer daño. El caso de la carrera espacial y de la lucha por el espacio de dos naciones, cuya génesis fue más bien bélica, terminó convirtiéndose en un motor científico tecnológico sin precedentes y probablemente en una muestra de que podemos construir como humanidad lo que queramos.

La colonización del espacio, y por sobre todo su exploración, no solo me motiva a mí, sino que a todo el grupo del Laboratorio Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, un laboratorio bastante más humilde que los que realizaron las hazañas que estamos conmemorando en estos días, pero que con personas de una nueva generación inspirada en estos logros desea contribuir desde Chile en desentrañar los misterios de dónde venimos y para dónde vamos como especie, y con ello poder traer bienestar a la humanidad.

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