El dilema de las redes sociales en la conversación constitucional

Ilustración: Alfredo Cáceres

El exitoso documental lanzado este año por Netflix habla de cómo entre filtros burbuja y noticias falsas el mundo virtual amenaza la democracia en el mundo. Una teoría que es analizada por expertos nacionales en computación, redes y ciencias políticas, quienes evalúan el posible impacto de los algoritmos en el plebiscito de mañana y en el potencial proceso que vendría después. ¿Pueden Facebook, Twitter y otras plataformas marcar realmente el debate constitucional?


Adolescentes adictos a los teléfonos y cada vez más polarizados, que se aíslan de sus familias y amigos para unirse a grupos extremistas que luego hacen tambalear las democracias debido a la influencia que ejercen los algoritmos de las redes sociales. Ese es el fenómeno que muestra el documental “El dilema de las redes sociales” (2020), que en las últimas semanas se ha instalado en el ranking de los contenidos más vistos de Netflix en Chile y el mundo.

Un éxito que ha llevado a Tristan Harris, ex empleado de Google y principal entrevistado del documental, a ser requerido por medios de todo el mundo para que hable sobre el impacto de Facebook, Twitter y otras plataformas en diversos procesos políticos y ciudadanos. Un efecto que cobra relevancia en Chile, que se enfrenta a un proceso constituyente que puede determinar cómo será el país en los próximos 40 o 50 años.

Frente a estas críticas, las redes sociales han recogido el guante después de escándalos como el protagonizado por Cambridge Analytica, consultora inglesa que recolectó sin consentimiento datos personales de millones de usuarios de Facebook con el fin de dirigir avisaje político y que terminó obligando a Mark Zuckerberg –fundador de la plataforma- a pedir disculpas en el Capitolio estadounidense. Esto llevó a que en noviembre del año pasado, Twitter prohibiera la publicidad política en su red y que Facebook anunciara hace un mes la ampliación de sus restricciones en este ámbito, con miras a las elecciones presidenciales de Estados Unidos del martes 3 de noviembre. Uno de los mensajes que se excluyeron fue en referencia a un fraude electoral masivo, además de vetar la propaganda política a partir del cierre de urna por un tiempo indeterminado.

Desde hace un tiempo Facebook transparenta quienes pagan por publicidad política en cada país. Al cierre de esta edición impresa, en Chile la página “Unidos por el Rechazo”, financiada por Acción Republicana, encabeza la inversión en anuncios con miras al plebiscito de este domingo, con un poco más de 16 millones de pesos en el último mes. El top tres nacional lo cierran otros dos sitios que van por la opción del “rechazo” a que se redacte una nueva Constitución.

La app más popular entre los jóvenes a nivel mundial, TikTok, informó esta semana una serie de cambios que restringen los contenidos que permite publicar a sus usuarios, incluyendo los generados por partidarios del QAnon, postura que abarca una serie de teorías conspirativas que han proliferado en las redes de la extrema derecha estadounidense (alt-right) desde 2017, con extrañas tesis que van desde que las vacunas causan enfermedades y sirven como método de control de masas hasta que los líderes del Partido Demócrata y una serie de estrellas pop son pedófilos.

¿Manipulados?

Según datos de la página española Statista, Chile podría ser tierra fértil para el uso político de las redes sociales, al ser el país de Latinoamérica que más usa redes sociales. Al respecto, el informe Digital News Report 2020 estima que el 80% de los chilenos utiliza Facebook y WhatsApp. Los siguen YouTube (73%), Instagram (55%) y Twitter (31%).

“WhatsApp es una de las plataformas que se usa mucho para desinformar y traspasar mensajes de propaganda política. Facebook también sirve para esto y últimamente lo he observado en Google”, comenta Bárbara Poblete, profesora Asociada del Departamento de Computación de la Universidad de Chile e investigadora del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD). Ella da un ejemplo internacional sobre este último punto: si por estos días se escribe en el buscador el nombre del candidato demócrata estadounidense Joe Biden los primeros resultados que aparecen son publicidad pagada con noticias falsas sobre él. Desde las oficinas de Google en Chile señalan que “sin excepción, todos los anunciantes deben cumplir con nuestras políticas publicitarias globales”, y agregan que con “este objetivo, por ejemplo, durante el 2020, brindamos una serie de capacitaciones sobre nuestras políticas publicitarias para los partidos políticos chilenos y sus agencias de publicidad”.

¿Pueden permear estas técnicas el desarrollo del proceso constituyente? Para conocer la relación entre este camino ciudadano y las redes chilenas no hay muchas pistas. Una de las pocas iniciativas, o quizás la única, que hoy está monitoreando el tema es el proyecto publiElectoral de la Fundación Derechos Digitales, que busca entender el rol que los partidos le están dando en Facebook a la propaganda política. Además, en paralelo, están siguiendo las tendencias y hashtags de Twitter para ver si son orgánicos o están siendo intervenidos a favor del “apruebo” o el “rechazo”.

“Hemos detectado ‘desórdenes informativos’ respecto al plebiscito. Con eso nos referimos a distintas técnicas utilizadas para confundir a la opinión pública, ya sea por medio del engaño, la difusión tendenciosa o derechamente de la mentira”, cuenta Vladimir Garay, director de incidencias y comunicaciones de Derechos Digitales, sobre el trabajo que está en proceso de recopilación de datos. “Muchos de estos ‘desórdenes informativos’ vienen producidos por sectores que por una u otra razón consideran que el plebiscito es inválido, ya sea porque pretenden mantener la actual Constitución o porque plantean que la manera de cambiarla debería ir por otros tipos de canales”, comenta, y agrega que para enfrentar a estos grupos están trabajando junto al Servicio Electoral (Servel) y otras organizaciones de la sociedad civil.

“Hemos detectado ‘desórdenes informativos’ respecto al plebiscito. Con eso nos referimos a distintas técnicas utilizadas para confundir a la opinión pública, ya sea por medio del engaño, la difusión tendenciosa o derechamente de la mentira”, cuenta Vladimir Garay, director de incidencias y comunicaciones de Derechos Digitales.

Según el cientista político Nicolás Freire, académico de la Universidad Central y director del Observatorio Política y Redes Sociales de esa casa de estudios, la injerencia de estas tecnologías en las elecciones aún está en debate. “Es una discusión en curso, pero aquellos que han logrado demostrar este efecto de manera empírica dicen que las redes sociales pueden mover en torno al 4% de los votos. Si es que mueven, mueven eso”, explica.

Poblete comenta que quizás por esos alcances limitados no se ha visto una gran actividad organizada dirigida a la manipulación de opinión pública a través de las redes sociales en este proceso. “No se ha hecho el esfuerzo, porque no se ve necesariamente que se pueda cambiar lo que va a pasar en esta oportunidad”, cuenta la investigadora, para quien este tipo de técnicas son más prácticas “cuando hay en juego cambiar el rumbo de una elección, sin necesidad de cambiar la opinión de todo el mundo, sino que sólo de grupos más chicos”.

La evidencia ha demostrado que al igual que los medios de comunicación, las redes sociales pueden llegar a incidir con ciertos matices en algunos comportamientos de los electores, ya sea entregando información, instalando puntos de vista sobre actos como el ir a votar o moldeando su visión de un candidato, pero con alcances menos hollywoodenses que los mostrados por Netflix. “Plantear que el efecto de las redes sociales es de alguna forma todopoderoso, que funciona como una aguja hipodérmica, es una visión desacreditada dentro de las ciencias sociales, porque en términos empíricos no se sustenta. Ninguna plataforma tecnológica es una bala mágica”, opina Sebastián Valenzuela, académico de la Facultad de Comunicaciones de la UC e investigador del IMFD.

En ese sentido, explica que si bien el efecto de las redes en los votantes chilenos no está documentado, sí hay evidencia de su relevancia en los movimientos sociales. “Está demostradísimo que influyeron en una parte no menor de las movilizaciones estudiantiles de 2006 y 2011. También en el movimiento medioambientalista, en las protestas contra las termoeléctricas o HidroAysén”, cuenta. Para Valenzuela la falta de evidencia electoral puede responder a que el desplome del interés en este tipo de procesos coincidió con la irrupción de las redes y en que los que más votan son las personas mayores, quienes además son los que tienen un uso menos intensivo de estas plataformas. “Ha pasado lo contrario con la participación en protestas porque hace mucho sentido. La población que más se manifiesta es la más joven, la que más usa redes sociales”, apunta.

“Plantear que el efecto de las redes sociales es de alguna forma todopoderoso, que funciona como una aguja hipodérmica, es una visión desacreditada dentro de las ciencias sociales, porque en términos empíricos no se sustenta. Ninguna plataforma tecnológica es una bala mágica”, opina Sebastián Valenzuela, académico de la Facultad de Comunicaciones de la UC e investigador del IMFD.

Para Carolina Gainza, directora del Laboratorio Digital UDP, ese efecto refleja que las redes no están desconectadas de la realidad y hay ejemplos que lo demuestran. “Uno son LasTesis, que nacen como una acción que se organiza en redes sociales y de mensajería, como WhatsApp o Telegram, y que se traspasa a la calle y después vuelve a las redes y se viraliza mundialmente. Ahí hay un proceso de apropiación de las redes sociales”, opina la académica UDP, quien cree que todas las acciones del estallido social -como el salto de los torniquetes que se organizaba en redes- son otro ejemplo de esta sinergia.

Sin embargo, Valenzuela cree que entre eso y plantear que el estallido social ocurrió exclusivamente por las redes sociales hay un trecho grande. “Uno podría preguntarse que si no existieran Facebook, Twitter ni WhatsApp quizás nadie hubiera salido a manifestarse. ¡Las pinzas! La Revolución francesa ocurrió sin que existiera el teléfono. Siempre puede haber efectos, pero son muy difíciles de cuantificar”, opina.

¿Polarizados?

Uno de los aspectos más preocupantes que expone el documental de Netflix son los llamados filtros burbujas de las redes sociales, es decir, la información que le entregan a cada usuario en base a los contenidos que el algoritmo de la red predice que le interesan. Un modelo efectivo para que las personas pasen más tiempo en línea, pero que conlleva el peligro de no exponerse a información u opiniones distintas a las propias. “Es lo que plantea el documental, en relación a que terminas hablando con las personas que piensan igual que tú, pero yo ahí apelo a la capacidad crítica y activa de las personas”, dice Gainza, quien cree que el antídoto ante esto, más que abandonar las redes o bloquear a otros usuarios, es seguir premeditadamente a personas que piensen distinto y exponerse a la diferencia.

La acción de dichos filtros o algoritmos es algo que para Freire es preocupante y más aún después de meses en que millones de chilenos permanecieran encerrados por la emergencia sanitaria. “Los únicos mecanismos para informarnos han sido a través de las redes al no estar presentes en la vida pública. Eso creó polarización, lo que ha llevado a las manifestaciones más violentas que se han dado en el ‘rechazo’ y el ‘apruebo’”, opina el cientista político.

La pregunta cae de cajón: ¿Es un mal escenario para enfrentar decisiones como las que se vienen? Freire intenta responder: “Es muy bueno que pasara lo que pasó, el problema es que nos vino todo de golpe sin tener una educación cívico-digital”, dice el director del Observatorio Política y Redes Sociales, quien cree que por eso hoy distintos organismos están contra el tiempo explicándole al electorado cómo distinguir una noticia falsa o salir del filtro burbuja de Facebook. “Esto podría haber pasado en un contexto mejor. La pandemia aceleró el proceso de digitalización y hace que sea tremendamente rico, pero a la vez tremendamente peligroso enfrentar un proceso constituyente en este tipo de condiciones”, reconoce.

"La pandemia aceleró el proceso de digitalización y hace que sea tremendamente rico, pero a la vez tremendamente peligroso enfrentar un proceso constituyente en este tipo de condiciones”, reconoce Nicolás Freire, académico de la Universidad Central y director del Observatorio Política y Redes Sociales.

Valenzuela discrepa de la tesis de la polarización política y lo fundamenta en el paper “La fragilidad de los consensos. Polarización ideológica en el Chile post Pinochet”, escrito por Jorge Fábrega, Jaime Lindh y Jorge González. El texto muestra que, si bien la sociedad chilena se ha ido polarizando progresivamente en los últimos 30 años, el aumento es más ligero de lo que se podría pensar después de pasar algunas horas revisando las redes sociales. “Se dice que como la comunicación transcurre en estas plataformas la gente vive en nichos ideológicos, pero eso pasa en un contexto donde para la mayoría de la opinión pública los temas políticos le importan un bledo. Es un asunto tangencial y por eso es muy difícil argumentar que la decisión de con quién se comunica pase por lo político”, dice el académico.

El investigador sustenta su tesis en la mecánica de Twitter, la red social política por excelencia pero también la con menor participación y la que presenta el más lento aumento de usuarios en Chile. “¿Por qué Twitter no crece? Porque en el fondo para mucha gente lo político, lo contingente, los asuntos públicos no le pueden importar menos y como en Twitter abunda eso para el otro 80% de los usuarios que no están metidos en la red toda esa polarización no existe. Entonces, ¿quién está polarizado?”, se pregunta.

¿Hay futuro?

Muchas de estas preguntas se empezarán a responder mañana, cuando la ciudadanía sepa si ganó el “apruebo” o el “rechazo”. Para algunos si pasa lo primero la influencia de las redes será más palpable cuando haya que elegir a los constituyentes. “Se han creado ecosistemas propios dentro de las redes sociales, en donde han empezado a destacar ‘influenciadores’ o referentes del ‘apruebo’ y el ‘rechazo’, que se están posicionando o haciendo de este momento un trampolín para lo que después va a ser la campaña de constituyentes, en caso de que gane el ‘apruebo’”, explica Freire.

Estas personas han logrado instalarse mediante conversaciones o videos diseminados de dos maneras en Twitter. El cientista político define la primera como “endógena” -visible sólo en esa red- y la segunda como “exógena”, a través de la caja de resonancia que hacen los medios de comunicación de lo que pasa en la red del pájaro azul. “Algunos actores han logrado posicionarse y conquistar público de las redes y, además, han logrado trascenderlas a través de medios que han reportado noticias. ¿Nombres? Es más fácil encontrarlos en el ‘rechazo’ y ahí me atrevo a mencionar a Sergio Melnick, Gonzalo de la Carrera, la ex ministra (Marcela) Cubillos y otros clásicos, como Tere Marinovic, que han sabido hacer de esas plataformas espacios para aunar a sus comunidades”, analiza Freire.

“¿Por qué Twitter no crece? Porque en el fondo para mucha gente lo político, lo contingente, los asuntos públicos no le pueden importar menos y como en Twitter abunda eso para el otro 80% de los usuarios que no están metidos en la red toda esa polarización no existe. Entonces, ¿quién está polarizado?”, se pregunta Valenzuela.

Carolina Gainza plantea que, en caso de avanzar el proceso, es previsible que haya campañas políticas. “Todos los líderes de opinión están usando las redes sociales fuertemente para eso. De hecho (José Antonio), Kast es bien conocido en TikTok, y ese es un target joven que de alguna manera puede ser muy influenciable. Los políticos han estado mirando TikTok justamente por eso, porque hay un público joven al que van a tratar de atraer”, analiza la académica UDP.

Según datos publicados por la Asociación Nacional de Avisadores, en Chile hay 2,5 millones de usuarios de TikTok, app que fue la más descargada en el primer trimestre de este año. Sobre el proceso constituyente, la oficina de prensa de la red social china responde por correo que no ofrecen productos publicitarios en Chile ni aceptan contenidos políticos de ese tipo, “porque la naturaleza de los anuncios políticos pagados no es algo que creemos que se ajuste a la experiencia de la plataforma”.

Por su parte, Valenzuela cree que si el proceso avanza las redes mostrarán su dualidad. Primero, serán útiles para que las personas expresen identidades, dinámica en que funcionan muy bien, permitiendo a los usuarios definirse como veganos, feministas, hinchas de un equipo o miembros de algún pueblo originario, pero ahora en clave política. Por otra parte, el académico de la UC plantea que podrían surgir problemas a la hora de llegar a consensos, cosa en la que las redes no destacan. “Pueden hacer que sea más difícil que los constituyentes se pongan de acuerdo en algunas cosas, si es que sienten que las redes sociales los están linchando por plantear una posición”, opina el investigador del IMFD.

Más allá de eso, Bárbara Poblete dice que lo que realmente nos debería preocupar, pensando en el futuro de la relación de las redes con la política en el país, es cómo regularlas. “Deberíamos estar al tanto de, por ejemplo, el tipo de propagandas que se hace en ellas, como las campañas políticas. También se debería tratar de regular la desinformación que circula por redes sociales con fines políticos y de manipulación de opinión pública”, plantea la académica de la Universidad de Chile, quien dice que le consta que el Servel está trabajando en esa dirección.

"Deberíamos estar al tanto de, por ejemplo, el tipo de propagandas que se hace en ellas, como las campañas políticas. También se debería tratar de regular la desinformación que circula por redes sociales con fines políticos y de manipulación de opinión pública”, analiza Bárbara Poblete.

Se trata de un debate que colinda con las libertades de los usuarios. “Las redes sociales no deben limitar la libertad de expresión de las personas. Estoy hablando de identificar movimientos que sean coordinados con el objetivo de manipular procesos democráticos”, dice Poblete. Mientras que Valenzuela admite que el debate le da miedo: “Puede que bajo los loables fines de normar una sana convivencia, intercambio y deliberación en redes sociales, eso termine siendo una excusa para censurar, interferir, bloquear o remover”.

Poblete cree que la clave está en entregar incentivos a las empresas para que reduzcan la exposición de sus usuarios a este tipo de contenidos. “Ellos optimizan su ganancia, ese es su objetivo y lo hacen aumentando la cantidad de tiempo que permanece el usuario en la plataforma, lo que logran algoritmos automatizados que ven que hay algunas personas que si les muestras noticias falsas van a permanecer más tiempo. La plataforma no puede tener sólo esa función-objetivo”, opina la investigadora del IMFD.

Al final de “El dilema de las redes sociales”, el documental habla de un futuro alineado por las redes donde la gran polarización podría terminar en guerras civiles. Gainza desestima esa perspectiva y prefiere ver un vaso medio lleno, donde las diferencias en el mundo virtual nos enseñen a vivir en disenso en el mundo real: “Esa mirada apocalíptica del documental es muy característica de todo tipo de irrupciones tecnológicas, las que siempre generan miedo y estas visiones de que son negativas y que alienan. Tenemos que ser capaces como sociedad de ver el otro lado también”.

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