El último apagón




Al recorrer el sector oriente de Santiago, todavía se advierten los efectos de la inédita nevazón de julio. Ramas y ganchos amontonados en antejardines, y cientos de inocentes árboles mutilados por una poda tardía y desesperada. El gran apagón producido por algunas de esas ramas y que dejó a más de 311 mil hogares sin energía, -y en algunos casos por varios días-, sin duda puso en jaque las políticas de prevención y respuesta de Enel Distribución, y alimentó el debate respecto a la resiliencia de nuestra red de distribución y la necesidad de soterrar redes.

Muchos apuntan que la solución sería el soterramiento de las redes urbanas, minimizando su exposición a eventuales cortes por caída de ramas o postes por accidentes automovilísticos. Sin embargo, los costos y complejidades asociadas al soterramiento de redes son tan altos, que solo se justificaría en grandes bulevares o cascos urbanos consolidados. En esta materia hay varias propuestas interesantes, como concesionar poliductos, lo que requerirá una serie de modificaciones a las regulaciones para alinear a todos los servicios. Cabe recordar que gran parte de la contaminación visual de nuestras ciudades se debe a los cables negros de telecomunicaciones que cuelgan a media altura en los postes, la gran mayoría de ellos inertes, pero sale más barato pagar el derecho a colocalizar que su retiro.

En este contexto vale la pena preguntarse qué haremos si seguiremos sufriendo este tipo de apagones. Los avances tecnológicos irrumpen con tal velocidad que es probable que para la próxima gran nevazón la mayoría de los hogares contarán con independencia eléctrica. La disrupción de las tecnologías de almacenamiento de energía, propiciado por el cambio de la industria automotriz hacia la electromovilidad, hace muy probable que en menos de una década, casi todos los hogares cuenten con sistemas domésticos de baterías que servirán de respaldo ante un corte de suministro. Incluso los mismos automóviles eléctricos cumplirán ese rol. Por otro lado, en Chile ya contamos con una ley de "Net Metering", que permite la generación distribuida, o que aquellos hogares que generen sus propia energía o cuenten con capacidad de respaldo puedan entregar a la red sus saldos de energía. Esta revolución ya es posible, si consideramos que la misma Enel Distribución ha instalado más de 60 mil medidores inteligentes en la capital, y apunta a reemplazar el 100% del stock en los próximos años.

En este futuro presente, un eventual corte de la red de distribución, será rápidamente detectado por esta "Smart grid" la cual automáticamente activará los sistemas de respaldo y redistribuirá por esta red inteligente la energía necesaria para cubrir aquellas áreas o sectores prioritarios mientras se resuelve la emergencia. El costo de las tecnologías para alcanzar este tipo de soluciones ha bajado en forma significativa. Incluso comunas como Vitacura desde el 2014 cuentan con un "Mapa Solar" que permite a los vecinos calcular el potencial solar del techo de su vivienda para luego orientarlos respecto a la tecnología más viable y financiamiento para instalar paneles de generación doméstica.

Esperemos que el de julio pasado sea el último gran apagón vivido por Santiago, y que la próxima nevazón contemos con un sistema mucho más robusto e inteligente de energía doméstica.

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