Francia eligió en primera vuelta




Un resultado de gran importancia y que, esta vez, coincidió con los pronósticos, a pesar de que se anticipaban estrechos. No obstante, las consecuencias son mucho más amplias y variadas. Ganó quien sostenidamente creció en apoyos, Emmanuel Macron, un novato en elecciones pero hábil en posicionarse justo al centro de partidos y políticos divididos. Eso sí, a costa de los candidatos de los grandes conglomerados tradicionales, que se repartieron alternadamente el poder durante la Va. República por largos años. François Fillon por los Republicanos y Benôit Hamon por los socialistas del actual Presidente Hollande, humillado por una pobre votación. Muchas razones incidieron, siendo las más evidentes, las irregularidades de Fillon en los sueldos de familiares. Y en Hamon, por ser el continuador de un Presidente cada vez más impopular.

Por su parte, el Frente Nacional de Marinne Le Pen, a pesar de crecer en apoyos y pasar a la segunda vuelta, debió resistir las acusaciones de ultra-conservadurismo, que pone en riesgo los principios fundamentales de la Unión Europea, ya afectada por las incertidumbres del Brexit y otras tendencias rupturistas. En consecuencia, todas estas limitantes seguirán presentes en la segunda decisión presidencial del 5 de mayo, y por cierto, en las sustantivas parlamentarias de junio, esenciales para que el actual favorito pueda gobernar. El otro postulante, Mélenchon por la izquierda radical, no alcanzó las preferencias esperadas.

Es la realidad coyuntural y que seguirá siendo determinante en la segunda vuelta, en que Macron aparece como el depositario de todos quienes desean impedir el triunfo de Le Pen, más que en coincidir en un programa específico de renovación y rectificación que Francia necesita. Su alcance, por tanto, no es de gran perspectiva futura, más bien sólo busca sortear, aunque sea postergándolo, los grandes desafíos de una Francia disminuida y anquilosada frente a otras potencias emergentes. Reales y sustanciales dilemas que la elección presidencial próxima, no resuelve por ahora, sometidos los ciudadanos a decidir cómo impedir una postulación indeseada, más que volcarse en un apoyo explícito a un candidato aglutinador. Una vía de continuismo temporal, que no soluciona ni interpreta las urgencias reales de una población, en buena medida, desencantada.

La Unión Europea ha obtenido un respiro en Francia, frente a otras realidades presentes o predecibles, y los mercados lo han celebrado. Si en verdad Macron aborda los grandes temas pendientes, como las migraciones, el terrorismo, los separatismos nacionalistas, el proteccionismo, la burocracia de la Unión y la desilusión política por la integración, más otros similares, el futuro tanto de Francia como de Europa, podrá consolidarse. En caso contrario, los problemas verdaderos sólo se habrán pospuesto y podrán resurgir, inevitablemente.

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