La culpa de los otros




Guillermo Teillier, presidente del PC, dio a conocer las conclusiones de su partido sobre las causas de la derrota electoral del oficialismo. "La derecha y parte del gran empresariado -afirmó-, llevaron adelante un boicot a la economía". Pero no serían los únicos culpables. Están también los "sectores conservadores de la Nueva Mayoría" representados por Jorge Burgos, que intentaron frenar o moderar las reformas; el exministro Rodrigo Valdés, que no tomó medidas para generar empleos y reactivar la economía; la DC, que obstaculizó con sus "matices" el cumplimiento del programa; e incluso el gobierno (!), que falló en la realización de las reformas y en la solución de los problemas urgentes.

¿Y qué responsabilidad le cabe al PC? Al parecer, ninguna. Si las cosas no resultaron, fue porque los enemigos del pueblo y sus cómplices sabotearon la buena causa. Así, se evita reconocer el fracaso de la NM, en cuyo rumbo influyó la creencia de que las reformas debían servir para derrotar a "los poderosos de siempre", detrás de lo cual latía el principio de la lucha de clases y el objetivo de reemplazar el capitalismo por alguna cosa que se definirá en el camino. Ahora se entiende por qué Ignacio Walker, presidente de la DC en 2013, no tuvo oportunidad de leer la versión final del programa de Bachelet, y por qué Teillier lo defendió como si fuera la Biblia.

Por mínima fidelidad a los hechos, recordemos que Burgos y Valdés asumieron en Interior y Hacienda en mayo de 2015, cuando el barco hacía agua, el programa chocaba con el sentir mayoritario de la población y estaba en bancarrota la conducción de Peñailillo y Arenas. Sin Burgos y Valdés, que buscaron aportar equilibrio y racionalidad a una gestión en la que campeaban las consignas, Chile pudo haber enfrentado problemas mucho más graves. Sin ellos, quizás los partidarios de la asamblea constituyente se hubiesen salido con la suya. Valdés merece reconocimiento especial por su esfuerzo para amortiguar el impacto del déficit fiscal y del endeudamiento público. En junio de 2016, tuvo que partir Burgos, y en agosto de 2017, debieron hacerlo Valdés, Céspedes y Micco. Fue el triunfo de los concesionarios de la retroexcavadora.

Se ha dicho que el gobierno descuidó la economía casi por estar distraído. No fue así. La verdad es que en su seno gravitó decisivamente una corriente que no cree en la necesidad de alentar la inversión privada, fomentar el emprendimiento y favorecer un clima propicio para los negocios como condiciones de la inclusión social. Se trata de esa izquierda que considera que el crecimiento económico no es una preocupación progresista.

Teillier ha dado a entender que la derrota se debió a que las reformas no fueron suficientemente profundas y el programa no se aplicó hasta las últimas consecuencias. O sea, su partido no tiene por qué autocriticarse, ya que propuso un curso de acción más radical. Claro como el agua.

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