El difícil retorno del desertor del Comando Conjunto

<P>Treinta años pasaron desde que Andrés Valenzuela, alias "Papudo", dejó Chile ilegalmente para escapar de los Servicios de Seguridad del Gobierno Militar. El 1 de febrero de este año volvió a Chile quien fuera la primera persona que habló de torturas y detenidos desaparecidos, en 1984.</P>




Volvere a Chile", les dijo, a mediados de enero, Andrés Antonio Valenzuela Morales a los funcionarios de la policía y del Ministerio del Interior de Francia a cargo de su protección durante los últimos 30 años y que le pedían que no lo hiciera, que no se expusiera.

"Debo volver a Chile, debo cerrar este capítulo", les insistió el ex suboficial de la Fach que huyó a Francia en 1984, gracias a la ayuda de la Vicaría de la Solidaridad, tras desertar y convertirse en el primer ex agente de los organismos de inteligencia del régimen militar chileno en confesar los crímenes y delitos cometidos después del Golpe. Desde entonces, las declaraciones de Valenzuela Morales, más conocido por su alias de "Papudo", han sido cruciales para reconstruir el organigrama del Comando Conjunto y someter a proceso a la mayoría de sus integrantes en distintas causas judiciales, por tortura, asesinato y desaparición de personas.

Su historia inspiró varios de los capítulos de la primera temporada de la serie de televisión Los archivos del Cardenal, emitida por TVN.

Varios exhortos de tribunales chilenos, el último de éstos del 30 de diciembre de 2013, siete misiones policiales y una delegación de la Comisión Rettig debieron ser enviados a Francia para ampliar y profundizar el testimonio de Morales a lo largo de estos años. Por lo mismo, el inesperado retorno del ex agente tomó por sorpresa a los jueces y abogados querellantes en causas de derechos humanos, los que han requerido nuevos interrogatorios al ex suboficial de la Fach, muchos más de los que el propio Valenzuela había previsto cuando salió de París, el sábado 1 de febrero pasado, para regresar por primera vez a Chile en 30 años, dispuesto a cerrar la etapa más oscura de su vida.

Al llegar al aeropuerto internacional de Santiago, Valenzuela fue retenido de inmediato por los funcionarios de la PDI, pues todavía estaba vigente una orden de detención en su contra por el delito de deserción, decretada por la Fiscalía de Aviación en 1984. Pero no llegó a estar detenido. El juez militar de Santiago, tras ser informado de quién se trataba, optó solamente por citarlo al tribunal para que aclarar la situación, cosa que hizo al día siguiente.

Desde entonces, Valenzuela ha estado alojado en casa de uno de sus primos, en la comuna de Peñalolén, donde ha evitado la exposición pública. Además de ver a algunos parientes, en febrero visitó por algunos días el balneario de Papudo, en la Quinta Región, lugar donde nació y motivo del apodo que recibió en los organismos de inteligencia. Allá se reunió con algunos ex compañeros de escuela.

Recorrido por tribunales

El ministro de la Corte de Apelaciones Leopoldo Llanos, quien lleva las causas de Villa Grimaldi y Patio 29, entre otras, fue el primero en citar a declarar a Valenzuela. Lo hizo a fines de la segunda semana de febrero, cuando por vacaciones, sus actuarios estaban fuera de Santiago, por lo que no pudo interrogarlo. El mismo problema tenían los demás magistrados a cargo de causas de Derechos Humanos, por lo que Llanos decretó una orden de arraigo en contra del ex agente, para obligarlo a permanecer más tiempo en Santiago y darle tiempo a los demás tribunales. La decisión del juez complicó a Valenzuela. Tenía planeado quedarse sólo un mes en Chile y tuvo que dar por perdido el pasaje aéreo en Air France de regreso a París. También le preocupaba agotar las dosis que había traído consigo de los medicamentos contra la leucemia que padece hace 12 años. Quienes han visto estos días al ex agente dicen que ha sentido el entumecimiento de una de sus piernas y otras molestias por la falta de medicación.

Sólo a fines de febrero, las citaciones a declarar procedentes de distintos tribunales comenzaron a multiplicarse. Miguel Vázquez, a cargo de investigaciones de la desaparición de personas por el Comando Conjunto desde los centros de detenciones clandestinos Nido 18 y Nido 20, y el ministro Mario Carroza, quien lleva el caso de la muerte del general Alberto Bachelet, padre de la Mandataria, fueron sólo los primeros. "Durante el tiempo que estuve en el Regimiento de Artillería de Colina no vi ni supe que haya pasado por ese lugar el señor Bachelet, pero sí a mi llegada a la AGA (Academia de Guerra de la Fuerza Aérea) de la Fuerza Aérea supe que él había pasado por ese lugar, detenido junto a otros oficiales de la Fuerza Aérea, además de ministros de la Unidad Popular. En todo caso, nada se comentaba de su paso por la AGA, ni menos del trato que se le había otorgado. Debo precisar que para el fallecimiento del general Bachelet, lo que ocurre en la cárcel pública, según me indica en el tribunal, yo recién había ingresado a la Fuerza Aérea para realizar mi servicio militar, por ende, carezco en lo absoluto de antecedentes para aportar a esta investigación", señaló en su declaración.

El ex agente, aseguran quienes lo conocen, es parco al hablar. Evita los adjetivos y es directo al decir las cosas. En uno de esos ires y venires a las oficinas de los distintos magistrados que lo interrogan, Valenzuela fue abordado por Reportajes. El ex agente, sin embargo, se limitó a responder que no emitirá mayores comentarios hasta después de resuelta su situación judicial en Chile. "Voy a hablar cuando termine de colaborar con la justicia".

Los primos que lo acogen en su casa de Peñalolén aseguran que Valenzuela está "agobiado" por tener que responder a tantos requerimientos judiciales, muchos de los cuales se refieren a investigaciones sobre hechos y organismos de seguridad en los que "Papudo" no participó y sobre los cuales nunca manejó mayor información.

"El habló en dictadura, se jugó el pellejo. Hay un gesto de valor de él, de volver a Chile y entregar información, pero no podemos olvidar que él es parte del aparato represivo y que cometió torturas", dice el abogado Hiram Villagra, querellante en las causas por homicidio de cinco militantes del MIR, perpetrados por el Comando Conjunto en septiembre del 83, en operativos en las calles Fuenteovejuna y Janequeo, en Las Condes, como represalia por el asesinato del intendente de Santiago, general Carol Urzúa.

Hace sólo algunos días, de hecho, Valenzuela debió regresar a la calle Fuenteovejuna, con funcionarios del tribunal y de la PDI que colaboran con el juez Carroza, para una reconstrucción de escena del crimen.

El abogado de la Vicaría

Cuando el ex agente ya cumplía un mes en Chile, llamó por teléfono al ex abogado de la Vicaría de la Solidaridad Héctor Contreras Alday. Desde entonces ambos se han reunido en una ocasión y hablan esporádicamente de los casos en que está declarando. Se comunican a través de teléfonos fijos, pues el ex agente no usa celulares ni correos electrónicos.

Fue el mismo Conteras quien, en agosto de 1984, recibió a Valenzuela en la Vicaría de la Solidaridad, luego que, agobiado por la culpa, el ex agente se presentara de improviso en la revista opositora Cauce, para hacer público todo lo que sabía. "Sólo necesito hablar. Quiero hablarle sobre cosas que yo hice, desaparecimiento de personas", fue lo primero que dijo Valenzuela ante la periodista Mónica González, sin importar las consecuencias que ello podría acarrear para su seguridad y la de su familia.

Tras llegar a la Vicaría, Valenzuela pasó las siguientes 72 horas declarando ante Contreras. El abogado le pidió que lo llevara y le mostrara alguno de los lugares que mencionaba en su testimonio como centros de detención y sitios de entierros clandestinos. En Cuesta Barriga estuvieron a segundos de ser interceptados por una patrulla policial. En la sacristía de una parroquia de comuna de Vitacura, Valenzuela firmó ante notario su primera confesión, poco antes de ser llevado a un monasterio al sur de Santiago, donde permanecería oculto los siguientes tres meses. Hasta el día de hoy, Valenzuela lleva consigo la Biblia que le regaló el abad de dicho monasterio.

La única persona del exterior con la que el ex agente se contactó durante esos tres meses fue el abogado Contreras Alday. Fue a Contreras a quien Valenzuela le entregó su identificación militar y la placa que tenía colgada al cuello, diciéndole que desertaba de la Fach. Mientras tanto, la Vicaría movía sus contactos internacionales para conseguir que algún país recibiera y protegiera al ex agente y a su familia.

Francia, gobernada entonces por el Presidente socialista François Mitterrand, dio las garantías de seguridad para Valenzuela. Tras unos días en París, la Sécurité llevó al ex agente a un pequeño poblado en la región Doubs, casi en la frontera con Suiza. Escogieron una aldea muy pequeña, porque así la policía francesa podría detectar de inmediato la llegada de cualquier extraño. Cuando era necesario que declarara, los agentes de la Sécurité trasladaban al ex agente a París. Allí lo volvió a ver, en diciembre de 1985, el abogado Héctor Contreras, quien llevaba un set de fotografías de agentes del Comando Conjunto que había logrado obtener el juez Canovas Robles, en el llamado "caso de los trece", para que fueran identificadas por Valenzuela. El profesional recuerda hoy que mientras estaba en París fue seguido por agentes de inteligencia de la Fuerza Aérea. Valenzuela reconoció a los agentes a la salida de una estación del metro y le advirtió al abogado.

Hace algunos años, Valenzuela se separó de su primera mujer y se mudó a otro lugar de Francia, aunque mantiene una cercana relación con sus hijos y nietos. Ahora, "Papudo" vive con una francesa y trabaja como chofer de camiones para una ONG que ayuda a gente en situación de precariedad en los países de los Balcanes. Una labor que suspendió el día que emprendió el regreso a Chile, cuando decidió enfrentar el capítulo con la justicia que mantiene pendiente.

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