La cultura por el No: Superman y escenarios divididos

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Gran parte de los cantantes, actores y poetas apoyaban la opción del No y aportaban para convocar a la ciudadanía, como el vocalista del grupo Congreso, Francisco Sazo, y la actriz Consuelo Holpzafel. Arriba de camiones y escondiendo a Romeo, se las arreglaban para respaldar una causa que consideraban justa. Aunque tuvieran temor y sufrieran, hasta último momento, amenazas desde lo más profundo del régimen.


*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

"En todas las esquinas, viva la libertad", dice una de las canciones más conocidas del grupo musical Congreso. Y eso es precisamente lo que recuerda su vocalista, Francisco –Pancho- Sazo, de lo que sucedió tras el plebiscito: libertad.

En la década del '70 y '80, el mundo de la cultura había sido golpeado fuertemente por la dictadura. El denominado "apagón cultural" había dejado a gran parte de la población alejada de las manifestaciones artísticas, aun cuando el mismo Sazo advierte que todo seguía coexistiendo, solo que alejado de los grandes públicos y más ligado al underground, tanto en la V Región –donde todavía reside parte de la banda- como en Santiago.

"Hubo un apagón cultural, pero a nivel popular había una serie de ríos profundos, como diría Neruda, invisibles, donde había teatro callejero, estaban las 'Yeguas del Apocalipsis' (performance artística encabezada por Pedro Lemebel y Francisco Casas), los poetas, los músicos haciendo sus cosas también, los actores", cuenta Sazo.

Lo mismo recuerda la actriz Consuelo Holzapfel (quien además participó de la franja del No y luego también en la película del mismo nombre): la cultura estaba ahí, solo que en lugares donde los artistas podían trabajar con algo de tranquilidad, la que ciertamente se veía comprometida por los interventores designados por el régimen para evitar palabras como "desaparecido" o lograr que en Romeo y Julieta el enamorado protagonista nunca fuera "desterrado", concepto prohibido también.

Sin embargo, ambos coinciden en que a partir de 1985, hubo cierta apertura que permitió que existiera "un gran despegue cultural a partir de las protestas" y trabajar con un nivel de tensión menor al que habían sentido en los años previos. Aun cuando el temor "siempre estaba presente" y a ratos todavía coexistían con las llamadas telefónicas amenazantes, los rayados en los autos y los neumáticos rajados.

De hecho, Sazo recuerda que Congreso ensayaba en distintas ciudades de la V Región –en Quilpué, Viña del Mar y Valparaíso- y que "había que ser muy cuidadoso con el grupo, con uno mismo y también por el público, era bien delicado". Sin embargo, el agradecimiento del "aperrado" público que los seguía –dice- le permitía sobrellevar el miedo que le producía, por ejemplo, cuando lo amenazaban con dañar a sus hijos. Eso y los garabatos que gritaba hacia el otro lado del teléfono, que lo desahogaban.

-Tocábamos acá en Valparaíso una vez, para un programa de televisión con Bastián Bodenhöfer y a mí me llamaron como una semana, me llamaban a las dos de la mañana, tres de la mañana, y ponían música, primero no hablaban. Y después decían 'mira, te vamos a sacar la…', cuenta Sazo. Eso le daba temor, pero no lo paralizaba.

El poder del rumor

Consuelo Holzapfel pasó susto en una protesta mientras estaba embarazada de uno de sus hijos, Damián. "Se me empezó a venir la horda y la bomba lacrimógena y todo", cuenta, por lo que a partir de ese momento entendió que debía ser más cuidadosa. "Había que estar alerta, obviamente. Uno no podía andar pajaroneando", dice.

El miedo no solo tenía que ver con acciones concretas del régimen, sino también con lo que sucedía entre los artistas.

De hecho, Consuelo Holzapfel advierte que en medio de la división entre quienes respaldaban a Pinochet y los que querían derrotarlo, el rumor se convirtió en un arma tan peligrosa como las metralletas.

La actriz de Marta a las Ocho recuerda que en las reuniones que sostenían entre los actores muchas veces se hablaba de las listas negras que había en los canales. Muchas veces la fuente de donde salían los nombres eran chismes, con o sin fundamento, pero que terminaban dañando fuertemente a sus víctimas.

"No costaba nada echar a andar un rumor. Una vez alguien echó a andar un rumor, yo nunca supe, que decía que una de las maquilladoras que había en las teleseries maquillaba a los torturados cuando los filmaban. Fue verdad o no fue verdad, nunca lo supimos, pero nunca más nadie se quiso maquillar con ella", recuerda Holzapfel.

Superman, los buenos y los malos

Las 72 horas que duró la visita del protagonista de Superman, Christopher Reeves, a Chile –el 30 de noviembre de 1987- fueron un momento crucial para el mundo de la cultura, pues los artistas sintieron fuertemente el espaldarazo y eso les permitió sentir que no estaban solos. Eso y el respaldo de otras figuras de relevancia mundial y nacional, como Jane Fonda, Sting, Silvio Rodríguez, Gonzalo Robles y Alfredo Castro, por nombrar a algunos.

Consuelo Holzapfel recuerda en primera persona la visita de Reeves: "No pudimos entrar al local, había milicos y las puertas cerradas, y éramos así pero un mar de actores y con este Superman gigante, hermoso. No pudimos entrar. Entonces caminamos toda la Alameda y llegamos al galpón Matucana". Allí, entre unas tarimas de madera muy precarias, Superman respaldó a los artistas que luchaban contra la dictadura.

La actriz recuerda que estuvo al lado del actor norteamericano y entre risas dice que le decía "help Superman, sálvanos". Él, con la personalidad que lo caracterizaba, se limitaba a darles fuerza. "Todos lloramos", cuenta.

Pero en Chile no todos estaban del lado de Superman y Silvio Rodríguez. Registros de prensa y spots televisivos recuerdan que mientras el mundo estaba con los ojos puestos en esta potencial salida democrática de la dictadura, había artistas nacionales como Katherine Salosny, Patricia Maldonado, José Alfredo Fuentes y Marcelo -de Cachureos- que respaldaban al régimen de Pinochet.

-Estaban los buenos y los malos –dice Pancho Sazo, entre risas-. Era más fácil esta visión maniquea en que estaba claro quiénes eran los buenos y los malos. Él no hablaba ni se relacionaba con "los malos".

Al contrario, Holzapfel recuerda que sí interactuaba con actores que respaldaban a Pinochet, pues cuenta que entre los actores había "guerras, discusiones interminables en que se quedaban pegados antes de saludarse". La división también se hacía carne entre los artistas

Emociones encontradas

La jornada del No estuvo marcada por las emociones, especialmente para los artistas que habían participado de una u otra forma de la convocatoria. Incluso –como dice Sazo- para quienes eran "un ratón" dentro de la maquinaria que preparaba el proceso.

Los meses, semanas y días previos estuvieron marcados por la necesidad de convocar a la ciudadanía, lograr que fueran a votar y que perdieran el miedo. Para eso, el contacto con la gente era un "must", fuera como fuera. "Había tocatas que eran en galpones, en garajes, arriba de un camión. Para el plebiscito fuimos a tocar, de repente no había micrófonos, y te parabas arriba de un camión con otros artistas, en un camión al peo que había creo que en La Ligua", cuenta el músico.

Las amenazas –en todo caso- siempre estaban presentes, no importando si había mayor apertura o si incluso el plebiscito ya había terminado. De hecho, el vocalista de Congreso todavía tiene en la retina cuando en medio de las celebraciones –luego de conocerse el triunfo del No- en la Plaza de Viña, adherentes del Sí "nos sacaban la madre y algunos nos hacían el signo del degüello", cuenta, haciendo la mímica de quien se corta el cuello.

Pero también hubo situaciones que hasta hoy emocionan a Pancho Sazo. Con ojos húmedos recuerda cuando el día después del triunfo, mientras marchaban por la plaza de Viña, "había un carabinero y de repente estaba marchando con nosotros. Y lo retaron. '¡¿Qué está haciendo, cabo no sé cuánto?!', pero él iba al lado nuestro, el compadre iba feliz", cuenta.

Nada importaba ese día, pues Sazo dice que todos "se sentían amigos del guionista".

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