Columna de Paula Escobar: Oportunidad olímpica

(Foto: @ricgreene)


Filtraciones de agua en habitaciones de la Villa. 1355 llaves sin numerar. Letreros mal traducidos. Piscina en Estadio Nacional con filtración que, se dice, tuvo “a la delegación canadiense limpiando”.

Cada una de las dificultades o chascarros previos a la inauguración de los Juegos Panamericanos no sólo se informaron -lo que está muy bien-, sino que algunos las viralizaron con indisimulada fruición.

Con un cierto vértigo por inflar cada tropiezo.

No se trata de ser autocomplaciente, o de hacer la vista gorda frente a los errores o las deficiencias, nada de eso. Pero no deja de ser revelador de cierto estado de ánimo predominante en Chile el que, frente a la organización de un evento de esta naturaleza y envergadura, en que la marca de Chile está en juego, algunos hayan experimentado -a la luz de sus comentarios- una fascinación con la posibilidad de que sea un desastre.

Recordemos que la organización del mayor evento deportivo internacional multidisciplinario en el que participan atletas de América, ha sido muy compleja, por decir lo menos, más que cuesta arriba. Ha atravesado tres gobiernos -Bachelet, Piñera, Boric- e iba derecho al fracaso. El gobernador Claudio Orrego reveló, de hecho, que “el retraso que teníamos en obras cuando asumió este gobierno –y en esto hay que ser justos– era gigantesco. Entonces, lo que nosotros nos jugamos de verdad este último año y medio fue la viabilidad de los juegos”.

Harold Mayne Nichols se dispuso a tomar la posta -o “fierro caliente”- y sacar adelante esto contra viento y marea. Se tuvo que trabajar 24/7 para paliar todas las falencias anteriores y, pese a todo, se logró llegar a la meta e inaugurar brillantemente el viernes estos juegos, con miles de deportistas y turistas visitando Chile. Un orgullo para Chile.

Cuando se reciben visitas, en general se intenta mostrar la casa lo más ordenada posible, lo más preparada, lo más presentable… pero algunos, en vez de tratar de recibir del mejor modo, es como si se regocijaran mostrando las goteras de la casa, las partes que no funcionan.

No se trata de negar lo que no está bien. Lo llamativo es ese impulso en redes sociales hacia mostrar lo malo, transformarlo en el único tema. (A todo esto, horas después de la filtración en la piscina de clavados, el Instituto Nacional del Deporte aseguró que el grupo de deportistas de Canadá estaba en otro extremo de la piscina, marcando su lugar para entrenar y que la filtración en la piscina de saltos se controló oportunamente).

Schadenfreude es una palabra en alemán que describe el placer ante la desgracia ajena. Pero el fenómeno chileno refleja una cierta deriva distinta, que es alegrarse por el mal ajeno sin reparar -o entender- que es también el mal propio. Destruir al que se sindica como rival, aún a costa de destruir todo.

En Chile estamos metidos hasta el cuello en ese tipo de chaqueteo ciego y autodestructivo. Y esto no solo es solo culpa del mal de la fragmentación política y del discolaje, que por cierto dificultan los acuerdos, sino de esta extraña y aún más tóxica versión de la Schadenfreude.

Es casi imposible sustraer algo del clima de adversarialidad, y tener algunas metas comunes -como organizar un Panamericano, o que los niños aprendan a leer, solucionar las listas de espera, mejorar las pensiones- fuera de la trinchera política. No se puede hacer políticas de Estado, todo cae bajo las reglas de la lucha y del juego de suma cero. De desear el mal al adversario político, aun a costa de que sea el daño a todo el país.

Un chaqueteo tan ciego: estamos en el mismo bote, y si seguimos así, será un mismo Titanic, con la misma música de los violines y el mismo iceberg.

La mancha de la marca Chile sería un daño para todo el país, no para Mayne Nichols o a este gobierno. Han trabajado autoridades y funcionarios de distinto signo político, y los y las deportistas chilenos ameritan un apoyo cerrado, transversal. Justamente, además, las competencias deportivas son un espacio donde pese a todas las diferencias, conflictos y rivalidades entre naciones, se crea y respeta este lugar fuera de aquella lógica. Deportistas de distintos países -que incluso pueden ser severos rivales- se encuentran en la misma cancha, bajo las mismas reglas comunes, dándose la mano antes y después. Preservan así una humanidad compartida pese a las diferencias. Alimentan una llama que, pese a todo, se mantiene viva.

Ojalá que estos Juegos Panamericanos -que pese a las llaves perdidas, los errores, los contratiempos-, han sido inaugurados con brillo y emoción, recuerden que lo mucho que compartimos, más allá de las diferencias. Como dice Adam Kahane, experto en procesos de paz, que ayuden a comprender que, pase lo que pase, “vamos a tener que vivir juntos, vamos a tener que compartir este territorio”.

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