Columna de Héctor Soto: Distinto, pero ¿qué tanto?

Joaquin Lavin
20 Mayo 2019 El Alcalde las Condes Joaquin Lavin inaugura semaforos inclusivos en barrio Rosario Norte Foto: Andres Perez JOAQUIN LAVIN INFANTE

Lo concreto hasta aquí es que del estallido no ha emergido ningún nuevo liderazgo. Ni siquiera un rostro o una voz que califique como interlocutor o sirva como invitado estrella a los programas de televisión. Nada.



Como no tenemos la menor idea del país que emergerá de la crisis aún en curso, es natural que se hayan disparado los indicadores de incertidumbre y que el pesimismo esté a la orden del día. Sin embargo, como todo tiene su contrapeso, también hay miradas que son esperanzadoras y que confían en que el desenlace final sea el de un país capaz de proyectarse sobre bases más sólidas que las que teníamos.

Mientras tanto, es difícil determinar qué va a quedar del Chile de las últimas décadas. Sabemos que será distinto, pero ¿qué tanto? Salta a la vista que al modelo económico ya se le están haciendo correcciones sustanciales en ámbitos como tributos, pensiones y salud. Lo que todavía no sabemos es si van a ir mucho más allá de una matriz socialdemócrata. Y hacia dónde, puesto que cuesta imaginar que los chilenos queramos refundar el socialismo.

Tampoco el panorama político se ve muy claro. Medio mundo da por descontado que le queda poco tiempo al régimen presidencialista. Sin embargo, habrá que ver qué pasa efectivamente cuando llegue el momento de discutirse la nueva Constitución, asumiendo que la mayoría optará por el "apruebo", como indican las encuestas. Tal como están las cosas, sin embargo, y con el festín que se está dando la oposición, como se vio esta semana en la acusación contra el intendente Guevara en la Cámara de Diputados, hay razones para temer que el parlamentarismo pueda ser una bolsa de gatos incluso peor a todo lo visto hasta aquí. La miserable votación demostró que a la mayoría de la Cámara le importa un rábano el orden público. Los parlamentarios que la impulsaron y apoyaron deberían darse una vuelta por el sector de Plaza Baquedano.

Otro frente que se ve muy amenazado en la actualidad es el sistema de partidos políticos. En otro tiempo fue el orgullo de Chile, porque se desplegaba en un eje que, aparte de ordenado, reflejaba con bastante estabilidad las distintas aspiraciones y sensibilidades de la sociedad. Los grandes partidos, de la izquierda, el centro y la derecha, tenían tradición, eran más que un timbre y remitían no solo a preferencias políticas básicas, sino también a una estética y a una moral cívica específica. Ahora, cuando sabemos que arriba del 70% de la población no se identifica con ningún sector político, la situación está muy abierta. Una hipótesis muy plausible es que la clase política ya se farreó a los partidos. Las propuestas de la Comisión Engel para depurarlos, transparentarlos, abrirlos y democratizarlos no funcionaron y hoy los partidos son las instituciones más desacreditadas del país. Podría ser la hora, entonces, de los partidos instrumentales que se han anunciado, algunos de ellos con fuerte subsidio mediático. También podría serlo la del populismo rampante: la verdad es que desde hace años la mesa está puesta para eso, pero algo -algo, un poco- queda de buen sentido aún en la ciudadanía como para cerrarles el paso a estos despropósitos. En fin, del mismo modo podría ser el turno de ese "líder fuerte, con la determinación de llevarnos por el camino correcto" que, según la encuesta CEP, el 49% de los chilenos estamos aguardando. Cosa que podría ser de terror.

Sí, podría. Lo concreto hasta aquí, sin embargo, es que del estallido no ha emergido ningún nuevo liderazgo. Ni siquiera un rostro o una voz que califique como interlocutor o sirva como invitado estrella a los programas de televisión. Nada. Obviamente, los aspirantes a representar al movimiento son miles, pero hay algo de matapasiones para la épica del estallido en el hecho de que Joaquín Lavín siga siendo, a pesar de todo, el político más confiable y con mayor rating. Lo era antes, con gran ventaja, y continúa siéndolo ahora, con menos.

¿Significa esto que el Chile que viene no diferirá gran cosa del que conocemos? ¿Significa que la crisis irá siendo absorbida y procesada por las transformaciones que ya partieron? ¿Significa que esto es solo el comienzo y que aún resta mucho de la crisis? Como en Macbeth, también podría ser "un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada". De nuevo, no lo sabemos.

Claramente, el sector político más en riesgo es hoy la derecha. La última encuesta CEP muestra que los ejes históricos de individualismo, orden, mérito y esfuerzo personal, que son los grandes anclajes de los partidos del sector, se han relajado un tanto, no obstante que siguen siendo fuertes. Pero, más allá de eso, en la juventud, en la discusión pública, en oficios como la docencia, el periodismo o la judicatura, la derrota cultural de la derecha es rotunda. Y lo es al punto que son muchos los grupos del sector que creen que para la causa de la libertad y del orden más efectivo que el gobierno, más convincente que el discurso de los políticos de derecha y más persuasiva que la lectura de los liberales clásicos, es en estos momentos la irresponsabilidad de la oposición y la conducta de los grupos violentos que siguen sin control. Puesto que ambas se apartan de lo que el país está demandando, ahí podría estar el verdadero germen para el cambio del escenario actual.

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