Columna de Paula Escobar: Lo esencial en peligro



No es entretenimiento, no es diversión, no es ocio.

El arte es identidad, es reflexión, es exploración y movimiento, y puede cambiar el mundo.

Es una fuerza transformadora poderosa, y esta semana la revista Time así lo reconoció al elegir al colectivo chileno LasTesis dentro de los 100 personajes más influyentes del año, junto a las fundadoras de Black Lives Matter, el zar de las enfermedades infecciosas Anthony Fauci o las astronautas Christina Koch y Jessica Meir, que hicieron historia con el primer paseo espacial solo de mujeres, entre otros. Esta icónica revista sabe de rankings, de poder y de influencia: desde 1927 elige a la “persona del año” (otrora, “el hombre”), y desde 2004 escoge a los 100 que han creado mayor impacto durante el año. La lista no es de quién ostenta cargos ni acumula premios. Es de quien afecta a la sociedad.

Las únicas chilenas distinguidas este 2020 -Sibilia Sotomayor, Daffne Valdés, Paula Cometa y Lea Cáceres- crearon la performance Un violador en tu camino, que se ha realizado en 52 países y que ha puesto -con mayor eficacia que cualquier estudio- la violencia contra la mujer en primera plana.

Mientras Time reconoce a través de ellas la importancia del arte y la cultura en promover el cambio hacia un mundo más justo, se dio a conocer un estudio que refleja la dramática situación económica del sector cultural chileno por la pandemia.

Según la encuesta del Observatorio de Políticas Culturales -respondida por cuatro mil artistas y trabajadores-, el 55% tuvo un ingreso mensual de 300 mil o menos. El 27% obtuvo menos de 100 mil pesos y el 14%, entre 100 mil y 200 mil. Además, el Estado no alivia: el 54% no ha recibido ninguna ayuda. Y los que sí, fue por devolución anticipada de impuestos (22%), 17% recibió una caja de alimentos y un 9% se benefició por la Ley de Protección de Trabajadores Independientes. El crédito Fogape solo llegó al 1%, y el 2% se pudo acoger a la Ley de Protección del Empleo, pues la mayoría carece de contratos de trabajo permanentes.

A pesar de que durante la pandemia el consumo y el interés por la cultura se ha disparado a través de plataformas de streaming, zoom y otros medios digitales, el 81% ha disminuido o paralizado su actividad, y casi todos los proyectos para el 2020, e incluso el 2021, han sido postergados de manera indefinida. Para colmo, serán de los últimos en poder retornar a sus labores, en especial es el caso de las artes de la representación, pero también el cine, documentales, museos... El panorama es desolador.

Lo dijo el coordinador de la Unesco, Nicolás del Valle: “El impacto de la crisis en los trabajadores de la cultura en Chile es catastrófico. Atender sus condiciones laborales y de seguridad social deben ser una prioridad para los planes de recuperación, de reactivación y de fortalecimiento del sector de la cultura”, dijo en La Tercera. Parte del problema es que los trabajadores no encajan en las políticas de ayuda y sus parámetros generales.

¿Por qué esa indiferencia y lentitud estatal? Quizás es porque para algunos es algo accesorio y no esencial. Aunque no lo digan, sus acciones u omisiones lo revelan.

Recordemos que al principio de la pandemia, la librería Bros fue multada por estar “realizando servicios no esenciales para la comunidad, como la venta de libros”. Esto, mientras los delivery repartían tortas, ropa, chocolates, champaña y flores… ¿Qué es suntuario, qué es esencial? ¿No será que algunas autoridades piensan como ese exministro de Economía que sentía que si leía una novela “es tiempo que le estoy quitando a aprender algo?”.

La mirada de afuera de Chile es mucho más clara que la interna: los premios para el mundo cultural suman y siguen, revelando que lo que se valora de nuestro pequeño país es justamente la labor de los artistas y creadores chilenos. Esos mismos que, contra viento y marea, tratan de salvarse -hasta ahora bastante solos- del naufragio del coronavirus y de la indiferencia del resto. En especial, de la falta de urgencia del Ministerio de las Culturas, que justamente debería estar peleando -con ardiente impaciencia- para que el sector salga a flote.

Aún hay tiempo para evitar que se profundice un desastre que no solo afectará a artistas y al mundo de la cultura, sino a todo el país, que quedará empobrecido y sin esa enorme fuerza transformadora que, como dijo Time, “puede cambiar el mundo”.

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