4 de septiembre por la noche



Por Rafael Sousa, máster en Ciencia Política UC, socio en ICC Crisis

El abrumador triunfo del Apruebo en el plebiscito de 2020 y la parcial interpretación que la Convención hizo de este triunfo, materializada en su propuesta de Constitución, ha dejado al plebiscito de salida en una posición extraña: parece tan importante su resultado como el compromiso que tomen los actores políticos respecto de qué hacer con este. La noche del 4 de septiembre será tan importante como el día.

La pasada elección presidencial nos dejó dos grandes lecciones que vale la pena recordar. Una es que la polarización no está tanto en las personas como en las alternativas que se les ofrece. Los dos candidatos que compitieron en segunda vuelta, como nunca, estuvieron en los extremos del espectro político por la irrelevancia en que cayeron las alternativas que ofrecían mayor moderación, pero de esto no se puede concluir que las personas hayan emigrado a esos extremos. La otra lección es que, en las elecciones de escala nacional -en que el triunfo exige más de la mitad de los votos- la moderación tiende a ser una variable decisiva, como quedó claro en la segunda vuelta.

Como el plebiscito, por razones obvias, no contempla una segunda vuelta, de alguna manera será el Congreso donde se desarrolle esta especie de balotaje, una oportunidad moderadora que viabilice el camino para finalizar el proceso constituyente con una perspectiva de estabilidad y gobernabilidad. La noche del 4-S reclamará una señal de comunidad de propósito por parte de los principales liderazgos parlamentarios, porque es fundamentalmente en esa sede donde el proceso continuará.

El Presidente Boric querrá jugar un rol de liderazgo y ha tomado posición, diciendo fundamentalmente que un eventual triunfo del Rechazo en 2022 no puede desconocer el triunfo del Apruebo en 2020, tanto en la voluntad de cambiar la Constitución como en el tipo de órgano que debiera hacerlo. Su declaración se hace cargo de uno de los dos escenarios posibles que, paradójicamente, puede ser el que menos problemas le signifique.

Si gana la opción Apruebo, sus posibilidades de promover enmiendas serán proporcionales al ánimo reformista que pueda mostrar Apruebo Dignidad, es decir, muy poco. Toda propuesta de cambio a una eventual nueva Constitución que vaya más allá de lo tolerable por este bloque, debilitará su posición como jefe de coalición o se interpretará como un quiebre o un giro hacia el PS, con más de tres años de gobierno por delante, una economía frágil y un tortuoso camino para implementar el nuevo texto. De ganar el Rechazo, el margen del Presidente para convocar a la reforma de la actual Constitución será mucho mayor y la oposición probablemente estará disponible para avanzar en esa dirección. Su problema será que, una derecha fortalecida, le negará la paternidad del proceso, tal como lo hizo la oposición al Presidente Piñera con el acuerdo de noviembre de 2019.

La noche del 4-S estará llena de contradicciones. Ninguna de las alternativas en su versión pura ofrece un mínimo de consenso, y todo indica que en el grueso de la ciudadanía dominará la idea de que el proceso debe seguir, sin los excesos en que incurrió la Convención y su texto. Pese a esto, en la calle y las redes sociales veremos la expresión desmedida de los ganadores que van por todo y los malos perdedores. En los extremos del espectro político pasará algo similar: exaltación en el triunfo y acusaciones de traición, esfuerzo insuficiente, tibieza y torpeza en los derrotados. Así, la primera tarea de los partidos políticos, y especialmente de los parlamentarios, que estén disponibles para avanzar en nuevos acuerdos, será distinguir el ruido de la señal y aislar a los extremos, lo que significaría empezar a revertir el proceso de polarización política que hemos vivido desde octubre del 2019. Esto parece posible, dado que el rasgo fuerte de la opinión pública hoy es el deseo de estabilidad para viabilizar los cambios, lo que promete un premio interesante para los actores que tienden al centro.

Lo mejor que puede pasar mientras esperamos la noche del 4-S, es que crezca en el Congreso la voluntad de continuar el proceso, cualquiera sea el resultado del plebiscito, y que los distintos Planes B vayan convergiendo, por lo menos, en uno para cada escenario. Esta es la oportunidad de los moderados, y de que esto termine razonablemente bien.

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