Archipiélago opositor

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Senadores de la oposición buscarán a través de enmiendas modificar la iniciativa del Ejecutivo.


Estas semanas, el gobierno ha experimentado un verdadero axioma de las sociedades contemporáneas: gobernar es muy difícil, más que nunca antes, cualquiera sea la época que se tome como punto de comparación. La cantidad de información disponible, la inflación de expectativas, las noticias falsas que fluyen por las redes sociales, los grupos "empoderados"; en fin, como comprobó trágicamente la actual administración hace unos pocos días, basta un simple hecho de origen policial para que se generen consecuencias catastróficas a nivel humano, político e institucional.

Pero también ha quedado en evidencia que la tarea opositora se ha dificultado por las mismas razones; no hace muchos años se criticaba duramente a la centroderecha -oposición de entonces- por no capitalizar la baja en la popularidad de la Presidenta Bachelet. Analistas y periodistas ponían el acento en la incapacidad de sus partidos y dirigentes para levantarse como alternativa.

Estábamos acostumbrados a que la política fuera una suerte de juego de suma cero, lo que perdía un grupo lo ganaba otro. Hoy, eso está muy lejos de ser así; el apoyo ciudadano se mueve como en estado líquido, para usar la expresión del famoso ensayo de Bauman, que puede pasar de un sector a otro, pero también puede irse a la indiferencia o al rechazo del sistema político en su conjunto.

Por eso es que las sociedades necesitan no sólo buenos gobiernos, sino también buenas oposiciones, capaces de ofrecer tanto una alternativa consistente, como capacidad de diálogo y acuerdo. Creo que cualquier observador que no esté cegado por la pasión política tendría que reconocer que en Chile no existe esa oposición. Lo que no quiere decir que no existan opositores, incluso organizados, con esas capacidades que, por cierto, los hay. El problema es otro: es tanta la división de proyectos y tan evidente la carencia de un liderazgo ordenador, que ninguno de esos grupos, por sí mismo, tiene la entidad suficiente para capitalizar las caídas en la aprobación del Ejecutivo.

Las oposiciones conforman un verdadero archipiélago; por un lado el Frente Amplio con su propuesta de nueva izquierda, un tanto extrema y otro tanto inmadura; el PS que, tensionado por los anteriores, involuciona hacia un izquierdismo superado por su propia experiencia reciente; los socialdemócratas reducidos a la impotencia de verse en minoría; y, por último, los DC que comienzan a dar los primeros pasos de un auténtico camino propio después de décadas.

Pero son tantos los intersticios que quedan entre proyectos tan diversos y, hasta cierto punto contradictorios, que el potencial apoyo se les escapa como fluye el agua en un archipiélago.

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