Atención al escenario inflacionario

Si quiere evitarse una espiral inflacionaria la política fiscal debería comenzar un retroceso en forma progresiva, de lo contrario obligará al Banco Central a profundizar en forma anticipada el alza de tasas de política monetaria.



La crisis sanitaria ha traído externalidades evidentes, principalmente en el ámbito económico. Luego de caídas disruptivas en la actividad económica -producto del cierre de faenas productivas y restricciones al desplazamiento de las personas-, la reapertura que ha ido produciéndose a medida que avanza el proceso de vacunación a nivel global ha contado con fuertes estímulos a la demanda, pero con rezagos por el lado de la oferta.

Esta brecha entre demanda y oferta ha acelerado los niveles de inflación a nivel mundial. Las materias primas han sufrido una escalada en sus precios, con efectos evidentes en los alimentos, metales e hidrocarburos. En Chile, el INE informó que el IPC de julio registró un incremento interanual de 4,5%, su mayor nivel en más de 5 años. Detrás de esta escalada en los precios han estado las múltiples interrupciones en las cadenas logísticas -que además de problemas en los despachos han encarecido progresivamente el costo de los fletes a nivel internacional-, restricciones en las unidades productivas de origen, y un salto abrupto de la demanda que ha estado impulsada por la reposición de productos y servicios, que habían tenido rezagos en el periodo asociado a la crisis sanitaria, y por los efectos de los estímulos fiscales y monetarios, altamente expansivos. En Chile, además, se agrega el efecto en la liquidez de las familias que han traído los retiros de los fondos de pensiones que a la fecha suman unos US$50 mil millones, o el equivalente al 17% del PIB.

La gran incógnita que plantea el actual escenario inflacionario es si será transitorio o podrían estarse incubando efectos de segunda vuelta. La mayoría de las autoridades le ha atribuido características transitorias a esta escalada en los precios, y sus expectativas apuntan a una rápida respuesta por el lado de la oferta una vez desaparezcan las restricciones que ha impuesto la pandemia. Esta visión es razonable si las expectativas de los agentes privados en materia inflacionaria se mantienen ancladas, se retiran progresivamente los estímulos a la demanda y la capacidad productiva no ha disminuido significativamente durante la crisis.

Ayer el Banco Central publicó la Encuesta de Expectativas Económicas de agosto en la que se reveló una corrección significativa de las proyecciones de inflación de los analistas consultados. Para diciembre de este año el sector privado espera un aumento del IPC 4,2% -por sobre el rango meta del Banco Central- y para diciembre de 2022 anticipa un incremento de 3,3%. Pese a que las proyecciones privadas se mantienen en rangos acotados, han ido subiendo progresivamente.

Frente a estas presiones en los precios, es imprescindible evaluar los efectos que pueden tener los estímulos fiscales en la trayectoria futura de la inflación. Si quiere evitarse una espiral inflacionaria la política fiscal debería comenzar un retroceso en forma progresiva, de lo contrario obligará al Banco Central a profundizar en forma anticipada el alza de tasas de política monetaria.

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