El cáncer y los desafíos pendientes

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El cáncer, cómo en casi todos los países del mundo, es en nuestro país, uno de los principales retos para la salud.  Luego de las enfermedades del sistema circulatorio, el cáncer es la segunda causa de muerte a nivel nacional y según los años de vida perdidos ajustados por discapacidad, implica en la actualidad la principal causa de la carga de enfermedad chilena. Los cánceres son enfermedades producidas por factores genéticos, biológicos, exposiciones ambientales, infecciones crónicas y estilos de vida no saludables. Estos factores actúan de modo combinado y en la medida que la población envejece habrá más probabilidades de que éstos generen la enfermedad. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en el año 2018 en la Región de las Américas 3,8 millones de personas fueron diagnosticadas y 1,4 millones murieron por esta enfermedad.

En los hombres, los cánceres más frecuentes son los de próstata, estómago, piel, pulmón, colon y vesícula biliar; en las mujeres son los de mama, piel, vesícula biliar, cérvico uterino, estómago y colon. La sobrevida del cáncer ha mejorado en las últimas décadas, por la combinación de mejores tratamientos, pero fundamentalmente por políticas públicas más efectivas en la prevención y en el acceso al diagnóstico oportuno y a terapias. Un ejemplo de ello ha sido la inclusión de muchos cánceres en el régimen de Garantías Explícitas en Salud (GES), más conocido como plan AUGE.  En la población infantil, la sobrevida de cáncer llega a un 71,2% a los 5 años desde el diagnóstico.

En los cánceres, se ha demostrado que factores sociales tales como condición económica y etnia tienen un gran impacto en la incidencia, tratamiento y mortalidad del cáncer. La población de menor nivel socioeconómico, independiente del sexo, tiene una mayor mortalidad por cáncer. Esta diferencia se ha reducido en el tiempo, probablemente gracias a la inclusión de algunos cánceres en el GES, que permitió el aumento de acceso oportuno a tratamiento en las poblaciones de menores ingresos. Es necesario considerar los determinantes sociales de la salud a la hora de diseñar e implementar las políticas de prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer.

Según la OPS, la carga del cáncer se puede reducir mediante la implementación de estrategias basadas en la evidencia para su prevención, detección temprana, tratamiento y también para mejorar el acceso a los cuidados paliativos. Muchos tipos de cáncer, especialmente el cervicouterino, el de mama, el cáncer colorrectal y el de próstata, pueden detectarse temprano y tratarse eficazmente. El 30 al 40 por ciento de los cánceres, se pueden prevenir al reducir la exposición a factores de riesgo modificables, los cuales son similares a los de otras enfermedades no transmisibles, tales como consumo de tabaco, baja ingesta de frutas y verduras, el uso nocivo de alcohol y la falta de actividad física. También se puede reducir la carga de enfermedad por cáncer actuando sobre factores de riesgo específicos como las infecciones crónicas del virus del papiloma humano para cáncer cervicouterino, hepatitis B y C para cáncer de hígado y helicobacter pylori para cáncer de estómago. Las políticas públicas son esenciales para favorecer conductas saludables y allí hay grandes desafíos. Así cómo se introdujo el etiquetado frontal de alimentos, aún hay mucho que hacer en el ámbito de mayores impuestos que reduzcan el consumo de tabaco y alcohol y acciones intersectoriales que generen condiciones que apoyen la actividad física y el consumo de alimentos saludables por parte de la población, especialmente en aquellos quintiles con menores ingresos.

Frente a este tremendo desafío, Chile ha sido pionero, incorporando muchos cánceres en el GES, elaborando un Plan Nacional de Cáncer, el que fue oficialmente lanzado el 4 de diciembre del 2018, y promoviendo una ley especial que se encuentra en estado avanzado de tramitación y que tiene como objetivos establecer un marco normativo para la planificación, desarrollo y ejecución de políticas públicas, programas y acciones destinados a establecer las causas y prevenir el aumento de la incidencia del cáncer, en cualquiera de sus manifestaciones, formas o denominaciones, el adecuado tratamiento integral y la recuperación de la persona diagnosticada con dicha enfermedad, conforme a lo establecido en el Plan Nacional del Cáncer, así como crear un fondo de financiamiento adecuado.

Aún nos queda mucho por hacer. Debido al envejecimiento de la población necesitaremos más recursos, en menos de una década deberemos alcanzar un gasto público superior al 6% del PIB para que en el contexto de un Plan Universal de Salud podamos disminuir la carga de enfermedad por cáncer mediante la reducción de los factores de riesgo, impulsando el tamizaje y la detección en etapas tempranas y mejorando el acceso al diagnóstico, al tratamiento adecuado y a los cuidados paliativos. Lo anterior, junto a mayores recursos, obliga a una mirada de Estado de largo plazo, que coloque énfasis en la acción intersectorial sobre las determinantes sociales y en el desarrollo de la estrategia de la atención primaria a la salud. Sin duda que lo óptimo es evitar el cáncer y si se presenta el diagnosticarlo oportunamente, ello lo haremos sin duda mejor, en la medida de que tengamos un primer nivel de atención cada vez más resolutivo que trabaja en y con la comunidad, en el contexto de un país que avanza en materia de justicia e inclusión social y en nuestras capacidades de desarrollar espacios de vida saludables

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