Columna de Alberto Rojas M.: Ucrania, cinco claves a un año de la invasión rusa



Hace exactamente un año, cuando Rusia inició su invasión a Ucrania, todo indicaba que sería una guerra corta, en la medida que Vladimir Putin lograra capturar Kiev, remover a Volodimir Zelenski del poder e instalar un gobierno prorruso. Doce meses más tarde, el escenario es completamente distinto, al punto que sigue siendo una incógnita cuándo y cómo terminará este conflicto, el que -seguramente- se extenderá por todo 2023. Sin embargo, a lo largo de las diferentes etapas que ha tenido la guerra, son varios los temas que han quedado sobre la mesa y que tendrán implicancias a futuro.

Por un lado están las sanciones internacionales. Washington y sus aliados se jugaron por imponer draconianas sanciones económicas a Moscú. Pero, a pesar de la salida de importantes empresas occidentales de Rusia, el Kremlin logró esquivar su impacto. China e India son hoy sus principales compradores de gas y petróleo, mientras que, a través de Bielorrusia, Kazajistán y otros países cercanos, logra obtener productos y tecnología desde Occidente. Rusia no está realmente aislada; Norcorea e Irán lo demostraron mucho antes.

En segundo lugar esta el poderío militar de Putin. Rusia es una potencia nuclear imposible de ignorar, pero con un poder militar convencional que la guerra en Ucrania ha dejado mal parado. Estrategias de los tiempos de la Guerra Fría, líneas de abastecimiento comprometidas y problemas de disciplina son parte de una radiografía que muchos han interpretado como “un tigre de papel”. No obstante, el “tigre” dará la pelea apostando al desgaste político y económico de Occidente, aunque el precio sea alto.

Otro de los aspectos que ha mostrado la invasión ha sido la irrelevancia de la ONU. La guerra en Ucrania ha sido un duro golpe para Naciones Unidas, tomando en cuenta que Rusia, el país agresor, es miembro permanente del Consejo de Seguridad. Tal vez esta sea la oportunidad de reestructurar esta institución, incorporando a países como Alemania, India o Japón. Además de redefinir los conceptos y atribuciones de los miembros permanentes y no permanentes.

Y también está la responsabilidad de Bielorrusia. En las semanas previas al inicio del conflicto, Moscú anunció maniobras militares conjuntas en Bielorrusia, con el envío de 9.000 militares y cerca de 170 tanques que fueron parte del ataque a Ucrania desde el norte, a través de la frontera. Esto convirtió al gobierno de Alexander Lukashenko, estrecho aliado de Putin, en cómplice de la invasión. Después de todo, es difícil creer que permitiera el ingreso de las fuerzas rusas a su país y no supiera de la invasión a Ucrania. Su participación no debería quedar impune.

Y, por último, la alianza entre Rusia y China. Hace años que la relación entre EE.UU. y China es tensa, lo que, en muchos aspectos, explica la cercanía del gigante asiático con Rusia. El problema es que la invasión a Ucrania ha vuelto más dependiente a Moscú de Beijing, tanto en lo político como en lo económico. Algo que se profundizará en el tiempo, en la medida que la guerra se prolongue. Rusia podría acabar transformándose en un aliado débil, en muchos sentidos. Algo que, seguramente, no entusiasma a Moscú ni a Beijing.

Por Alberto Rojas M., director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae

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