Columna de Álvaro Pezoa: ¿Es posible volver a soñar?



Hoy se está iniciando la segunda mitad del período presidencial de Boric. Él mismo ha señalado a sus equipos que no es hora de más promesas, sino hora de concretar las efectuadas, signo inequívoco de que parece entender que su Gobierno no puede seguir haciendo lo que ha venido realizando, esto es, ofrecer y no cumplir.

Dos reflexiones adicionales se pueden desprender a partir de la inquietud del Presidente. La primera, dice relación con el hecho de si para el país, ya no para el Gobierno, sería tan conveniente que lo prometido fuese concretado. Analizado tanto desde el contenido de su programa presidencial como desde las iniciativas que durante los primeros dos años ha impulsado el Ejecutivo, la respuesta es abiertamente negativa. El intento por transitar hacia un sistema de salud enteramente público; de crear nuevos organismos burocráticos estatales para el funcionamiento del sistema de pensiones; de que el Estado capture parte importante del aumento previsto de cotizaciones previsionales, so pretexto de aporte solidario; de establecer un nuevo aumento de impuestos; de perseverar en la estatalización del sistema educacional; de mantener las fronteras permeables a la inmigración ilegal; de transitar hacia una legislación de “aborto integral”; de aplicar “discriminación positiva” para minorías en las reglas de uso legítimo de la fuerza pública; y de varias otras malas ideas, hacen francamente preferible que el Gobierno siga sin lograr dar cumplimiento a sus propuestas, pues nada de esto conduce al bien de Chile.

La segunda, es más profunda y de largo plazo. Es evidente que la nación no puede seguir haciendo más de lo mismo respecto a diversas materias de la mayor relevancia, tales como: seguridad ciudadana y combate a la narco-delincuencia; crecimiento económico, creación de empleo y aumento de la productividad; modernización del Estado; mejora real de la calidad en todos los niveles de la educación; cobertura y “tiempos” del sistema de salud; incremento financiado de las pensiones; incentivos a la construcción de viviendas; políticas y regulaciones medioambientales; promoción de la investigación científica y tecnológica; políticas de apoyo efectivo a las familias y cuidado de la vida; y otro largo etcétera. En síntesis, para salir de la crisis que ya hace años viene enfrentando el país, se requiere “romper el molde” de qué y cómo se han venido efectuando las cosas desde casi dos décadas a esta parte. Desde el primer gobierno de Bachelet, sino antes, el país comenzó a extraviar la ruta que parecía conducirlo al desarrollo, aquel que auguraron -y soñaron- Lagos y Piñera, pero que lejos de alcanzar, Chile ha perdido de vista, sin indicios de que ese horizonte se pueda vislumbrar en el futuro próximo.

Reencontrar un camino, en común, hacia un verdadero desarrollo integral -espiritual y material-, es el reto que encara el país. En momentos en que la mayoría de la población parece resignarse a “minimizar el daño” de un desgobierno al que aún restan dos largos años, ¿es ello siquiera posible de volver a ser soñado?

Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.