Columna de Carlos Correa: Trilogía sucia de campaña

AFP


Pareciera que la campaña a veces es una conversación sobre quién tiene más esqueletos en el clóset, y no sobre quién gobernará mejor un país en crisis, lleno de incertezas y con una economía bajo presión inflacionaria. Así, se recuerda en redes sociales que el candidato Boric no se tituló; se explotan dudas sobre el pasado laboral del exministro de Piñera, para vincularlo a las vilipendiadas AFP, y se recuerda el episodio en el Mineduc sobre las irregularidades administrativas, pese a que Yasna Provoste nunca fue formalizada. Esta semana se cruzó una delgada línea roja al publicar un medio digital una nota de prensa entrevistando a una persona acusada de violencia intrafamiliar que parecía más un reportaje por encargo que un ejercicio periodístico.

La pregunta que surge es cuánta más agua sucia pasará bajo el puente en esta campaña, o si con la intromisión en la vida personal de un candidato se superó lo posible y, por tanto, se volverá a la discusión de las ideas. La mala noticia es que es muy probable que esto pique y se extienda. Las encuestas muestran un alto grado de indecisión en la primera vuelta y a nadie consolidado. Pueden darse toda serie de combinaciones entre quienes están en los cuatro primeros lugares. Perfectamente puede dividirse el voto de derecha ante el desplome del exministro Sichel, y con ello permitir a la senadora Provoste pasar a segunda vuelta con una votación menor que la de Alejandro Guillier. O quizá puede José Antonio Kast reclutar un voto más disciplinado y participativo en el distrito 11 y otros bolsones de la derecha, mientras que el votante tradicional de centroizquierda, ante la duda, opte por quedarse en casa. Como estos resultados pueden darse por pocos votos, suelen los comandos recurrir a todas las formas de lucha.

En su libro The Political Brain, el psicólogo clínico Drew Westen plantea que son las emociones las que priman para los votantes bisagra, y que finalmente deciden las elecciones. Por ello se ha instalado toda una escuela del storytelling, más ligada a contar una historia personal que haga empatizar por sobre la pregunta clave de cómo resolver los problemas. En Chile fue aplicado en las primarias y logró hacer que Sichel, con su relato de emprendimiento y superación, y Boric, al subirse a un árbol para soñar un nuevo Chile, lograran derrotar a políticos más experimentados.

Lo que fue una carta de triunfo en las primarias los hace más vulnerables en una elección abierta, donde no está decidido el ticket a segunda vuelta. Ninguno de los dos logró consolidar el triunfo y no pareciera que pudieran lograr los resultados que tuvieron Piñera y Bachelet en sus vueltas anteriores. Así, entonces, los votos indecisos, que mirarán rápidamente los perfiles de las candidaturas, se volvieron claves. En ese mundo la decepción es también un sentimiento fuerte y tendremos muchas más historias negras sobre cuánto mienten o cuánto pecan los candidatos. Un cierto pudor que vivía la opinión pública sobre la vida personal de quienes aspiran a cargos de poder ya se rompió para siempre.

También los tiempos de fragmentación que vivimos, y la mayor preponderancia de las audiencias digitales tentarán por malos caminos a algunos medios. Varios optarán por apresurarse con notas donde el escándalo superará al rigor y así agarrar el maná del clic digital. El paisaje será entonces árboles cargados de revelaciones impúdicas en lo que resta para la primera vuelta.

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