Columna de Gabriel Zaliasnik: Traición progresista



Han transcurrido tres semanas desde que el grupo terrorista Hamas perpetrara la mayor matanza de judíos en un solo día desde el Holocausto. En estas semanas se han conocido imágenes de barbarie documentadas por los propios terroristas que debieran estremecer a cualquier persona con un mínimo sentido de humanidad. El ensañamiento con las víctimas sin embargo parece no haber sido suficiente para una parte de la izquierda más extrema que, sin titubear y con selectiva ceguera, abraza el yihadismo islámico y se pliega a su sanguinaria cruzada contra Israel, Occidente y la civilización judeo cristiana.

Para Alejo Schapire (“La traición progresista”), sorprende que “la izquierda que ayer luchaba por la libertad de expresión en Occidente hoy justifica la censura en nombre del no ofender; esa que ayer comía curas, ahora se alía con el oscurantismo religioso en detrimento del laicismo para oprimir a la mujer y a los homosexuales; esa que a la liberación sexual responde con un nuevo puritanismo, que de la lucha contra el racismo ha pasado a alimentar y justificar su forma más letal en las calles y en los templos de Europa y de las Américas: el antisemitismo”.

Surge entonces la pregunta: ¿En qué momento y por qué ese mundo, supuestamente laico y progresista, adoptó la impostura de ideologías misóginas y totalitarias?

Ya en 2004 la periodista italiana Oriana Fallaci en “La fuerza de la razón”, reflexionaba sobre lo que llamó el “incendio de Europa”, y su caída a manos de fundamentalismo islámico, e indagó cómo era posible que la izquierda europea apoyara la revolución islámica de Khomeini en Irán, se enamorara de Saddam Hussein, Osama Bin Laden, y del terrorismo de Hamas y Hezbolá. Algunas de sus respuestas siguen vigentes hoy: 1) La izquierda, al igual que el Islam, es tercermundista, antiamericana y antisionista; 2) Con el desmoronamiento de la URSS y el surgimiento del capitalismo en China, la izquierda perdió sus puntos de referencia, aferrándose al Islam como tabla de salvación; 3) La inexistencia de un auténtico proletariado hizo de la izquierda “un comerciante sin mercancía”, y en su mirada paternalista lo reemplazó por la miseria del mundo islámico y la causa palestina, como nuevos oprimidos de Occidente.

A ello se suma ahora que el péndulo ideológico pasó del victimista espíritu woke -en el que esa izquierda reunió las aflicciones de movimientos como Me Too a Black Lives Matter- al creciente sentimiento antiwoke, un despertar de todos aquellos fastidiados con la agenda seudo progresista. En ese contexto, el “sábado negro”, la sádica masacre de judíos a manos de Hamas, sirve de chispa para intentar renovar el fervor revolucionario usando la falacia descolonizadora. A fin de cuentas, la extrema izquierda y el fundamentalismo islámico son profundamente antiliberales y, en palabras de Friedrich Hayek, quien “niega el individualismo niega la civilización occidental”.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile

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