Columna de Gonzalo Cordero: Lealtad con la democracia

El Presidente Gabriel Boric en su primer viaje oficial a La Araucanía.
Foto: Presidencia / Agencia Uno.


De los valores humanos, la lealtad es el más valioso y uno de los más difíciles de vivir en plenitud. El nombre de Judas, el apóstol que vendió a Cristo por treinta monedas, se convirtió en el peor adjetivo que se puede espetar a una persona, encarnación de la traición y la vileza, indignidad secular al que viola la fidelidad que se debe a aquellos con quienes guardamos un compromiso. Ninguna institución humana resiste si sus miembros no le son leales, ni la familia, ni la amistad, ni tampoco la democracia.

Es un signo de nuestros tiempos buscar el éxito de cualquier forma. Santos Discépolo, que vivió mucho antes de las redes sociales, se quedó corto en su tango Cambalache, este siglo supera su descripción del pasado. Trump, por ejemplo, no ha sido leal con su democracia, ni con el Partido Republicano, ni con sus competidores; pero entre nosotros hay equivalentes o peores y están precisamente entre quienes más abjuran del estilo y las ideas del ex gobernante estadounidense.

¿En qué consiste ser leal con la democracia? Básicamente en acatar sus reglas, especialmente cuando se está en la oposición, permitiendo que la mayoría pueda gobernar, ejercer el poder e implementar sus ideas dentro de las instituciones y sus contrapesos formales.

En los últimos días ha quedado en evidencia que el Frente Amplio y sus principales figuras no son leales con nuestra democracia, mientras fueron oposición al gobierno anterior calificaron cualquier intento por preservar el orden público como uso excesivo de la fuerza, allí donde hubo un lesionado lo definieron de inmediato y siempre como violación de los derechos humanos; todo desmán, violencia, incendio y apropiación por la fuerza del espacio público fue legitimado y sus autores validados como “manifestantes”.

Jamás se allanaron a reconocer que en La Araucanía había terrorismo, rechazaron toda iniciativa que mejoraba la persecución legal de esos delitos; en materia económica, apoyaron los retiros de fondos previsionales.

Ahora, desde el gobierno, han hecho exactamente lo contrario: la fuerza pública es legítima, los policías están expresamente validados para usar sus armas de fuego, sin que ello sea atentatorio contra los derechos humanos; hacen gestos de respeto y aprecio por Carabineros, llamando a sus funcionarios a cumplir con su deber de mantener el orden público; reconocen el terrorismo en La Araucanía y buscan que se mejore la legislación. En fin, ahora también se oponen a los retiros.

Yerran quienes ven en esto una evolución y signos de gobernabilidad. Es exactamente al revés: estamos viendo la expresión concreta de la deslealtad con la democracia, del doble estándar que reclama para sí el respeto a las reglas que niegan a los adversarios. Reventar el país es legítimo si gobierna la derecha, pero las instituciones se respetan si gobiernan ellos. Ninguna democracia se sostiene así, porque la democracia exige lealtad cuando se gana y cuando se pierde, virtud que el Frente Amplio ha confirmado ahora que no tiene.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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