Columna de Jaime Bellolio: Por obra de un dios



En la tragedia griega se denominaba deus ex machina al uso de un personaje externo -generalmente una deidad, o un deus- que era introducido en escena para dar un giro a la trama y solucionar los problemas. Como el héroe que llega en último instante, la mano que aparece justo ante la caída, la lluvia en el desierto que salva de morir de sed.

Pareciera que estamos esperando un deus ex machina que nos ayude a superar nuestros incordios actuales, y al hacerlo, ayudamos al sustrato para la lógica mesiánica y populista.

Estamos por cumplir cuatro años desde el estallido, y aún vivimos en sus estelas. La incerteza y la inestabilidad se hicieron costumbre, alimentando así una proyección de un futuro cortoplacista, que, junto con la exigencia de la inmediatez, nos da un cóctel tóxico para la política.

Se pueden describir con bastante transversalidad cuáles son los principales problemas que nos aquejan como sociedad, la urgencia de atenderlos e inclusive consensuar en amplio grado un diagnóstico de cada uno de ellos. Pero al intentar darles solución, los medios o herramientas toman tal relevancia en el discurso político, que terminan por transformarse en un fin en sí mismo, imposibilitando el acuerdo. O se hace así, o no se hace nada.

Un ejemplo es lo que se ha llamado la “permisología”, que no es más que barreras burocráticas para eximirse de responsabilidades en caso de que algo resulte mal, en vez de la exigencia de hacer las cosas bien. Inclusive se escucha al ministro de Hacienda decir que este es un problema que afecta la inversión, el empleo, el crecimiento y el desarrollo, como si fuera algo exógeno a su labor, como un comentarista en vez de un actor principal. Y de la solución, casi nada, o peor aún, la acusación de querer depredar la naturaleza por el maldito afán de lucro.

Algunos alegan falta de liderazgo para confrontar y ocuparse de los problemas, dejando la pura preocupación, que, en verdad, es una petición a quienes ejercen la política, para que estén disponibles a atravesar la impopularidad garantizada de tomar medidas que incomodarán a gremios de funcionarios, activistas o empresas, frente a beneficios futuros inciertos y que otros podrán cosechar.

¿Qué hacer? No necesitamos un deus ni superhéroes, ni podemos seguir esperando. Partamos por cerrar el ciclo constitucional consiguiendo un acuerdo de modificaciones por parte de los expertos que luego sea ratificado por los consejeros. Aprobar un presupuesto que más que una mera continuidad, priorice donde duele y no donde se vocifera. Mejorar el lenguaje y clima de la discusión política para dar paso a un diálogo donde se construye confianza y se decide en justa competencia.

El Presidente Boric, en la fallida apuesta por el Mundial 2030, citó a Carlos Dittborn con su frase “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”, pero nos humillaron. Teniendo la opción de acordar una propuesta que nos entregue estabilidad, podemos terminar no haciendo nada. Que no sea la política la que siga perjudicando al país.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP, Universidad Andrés Bello

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