Columna de Lorenzo Reyes Bozo: Litio, la exitosa receta australiana



De acuerdo a las estadísticas del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), en el año 2022 la producción mundial de litio alcanzó las 130.000 toneladas métricas. El podio, está liderado por Australia que produjo 61.000 toneladas, representando un 46,9% de la producción mundial. Luego, está Chile con 39.000 toneladas (30%) y China con 19.000 toneladas (14,6%). Considerando los desafíos que representa el cambio climático y la necesidad de descarbonizar la matriz energética, el almacenamiento de la energía es una pieza clave para hacer gestionables las energías renovables y avanzar en la electromovilidad. Con ello, un 80% de la producción de litio se destina a su uso en baterías.

Una rápida mirada histórica de las estadísticas de producción, indica que nuestro país perdió el liderazgo de la producción de litio en el 2014. Con ello, Australia ha mantenido el lugar de privilegio hace una década y sus políticas no solo han permitido el posicionamiento actual, sino que le permitirán mantener una participación mayor al 30% en los próximos 10 años. ¿Qué buenas prácticas se deberían considerar en el desarrollo de la estrategia nacional del litio?

En Australia, el Estado es dueño de los recursos minerales, como el cobre, litio, hierro y otros elementos. El Estado concesiona a privados la explotación de estos recursos, velando por una explotación minera responsable y salvaguardando la protección ambiental y de las comunidades. A cambio, el pago de un royalty y los impuestos asociados a los beneficios de la explotación del mineral. Estas condiciones, se ven reflejadas en la política minera australiana, la cual, entrega un marco regulatorio claro y flexible que permite el rápido desarrollo de actividades mineras, considerando procesos de evaluación técnicos y no políticos, que entorpecen y ponen trabas a las inversiones. Esta política, también considera la regulación del mercado de capitales que facilita financiar proyectos de exploración y desarrollo de proyectos mineros, generando un ecosistema que propicia el financiamiento y la investigación y desarrollo en procesos, ingeniería, tecnología, etc.

La política minera tampoco limita el desarrollo de proyectos con mayor valor agregado, lo cual, impacta en el crecimiento industrial y en el encadenamiento productivo del país. Con ello, a mayor valor agregado, el royalty a pagar es menor. Sin duda, este es un gran incentivo para que la industria trabaje en conjunto con universidades y centros de investigación, que permitan hacer I+D+i de base científico-tecnológica, transfiriendo los resultados del conocimiento al usuario final, dando valor en distintas etapas del ciclo de vida del litio.

La fórmula australiana, que ha permitido en la práctica triplicar los ingresos de la industria del litio, se sustenta en una política minera que entrega las facilidades para que los proyectos se desarrollen de manera rápida, respetando a las comunidades y al medioambiente, estableciendo un royalty minero que incentiva las inversiones y premia el aporte de valor, considera la concesión a privados y no entrega el control a una minera estatal, establece escasas barreras a los proyectos de exploración y explotación del litio.

Algunas de estas buenas prácticas, se podrían considerar para la estrategia chilena del litio, ya que, los mercados son dinámicos y la competencia es alta. Por ello, Chile necesita una política nacional del litio de largo plazo que tenga la flexibilidad para poder ir ajustándose, que considere fortalecer la cadena de valor a nivel local y promueva la investigación y desarrollo en torno a la industria del litio. Hoy, debemos actuar de forma articulada como país para ser líderes de la industria del litio.

Por Dr. Lorenzo Reyes Bozo, decano de la Facultad de Ingeniería y Director del Grupo de Investigación en Energía y Procesos Sustentables. Universidad Autónoma de Chile.

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