Columna de María José Naudon: Por qué no somos Montevideo



El “Nunca más” ha sido la base de la conmemoración de los 50 años del Golpe en Uruguay y muchas han sido las referencias que, desde Chile, se han hecho a este evento.

Mientras esto ocurría en Montevideo, en Chile el Partido Comunista ejercía su poderoso derecho a veto y sacaba a Patricio Fernández de su rol, buscando imponer una verdad histórica. El gobierno, que había optado y trabajado por un marco conceptual, un tono y unos pilares que sentaran bases de futuro, dio su brazo a torcer. Lo curioso es que el tema de fondo, la eventual justificación del Golpe de Estado, no existió jamás. Todos sabemos que Patricio Fernández no justificó el Golpe. No vale la pena volver a revisar sus palabras, ni que el propio entrevistador lo confirme. Nunca dijo lo que quisieron que hubiera dicho. El periodista ofreció, sin saberlo, una oportunidad para que el PC se apropiase de la conmemoración de los 50 años, una que llevaban buscando mucho tiempo. Y lo peor, el Presidente se las entregó como Herodes le regaló la cabeza del Bautista a Salomé.

En Montevideo, y en voz de su Presidente y exmandatarios, vimos un “Nunca más” presentado como un acto de confirmación democrática. Una perspectiva que permite observar lo que el país ha hecho y crecido. Una que evita descalificar al otro porque piensa distinto y que ve en el futuro una posibilidad de concordia.

¿Qué vimos en Chile?

La renuncia a la lógica en la discusión pública: aunque parezca sorprendente nos hemos acostumbrado a que las discusiones públicas no se sientan imperadas por el principio de no contradicción. “Yo no tengo ninguna duda, porque lo conozco, que Patricio Fernández es una persona tremendamente respetuosa de los derechos humanos, como lo ha dicho explícitamente, sino que jamás justificaría el quiebre de la democracia en un Golpe de Estado”, sostuvo el Presidente. Si es así, y no hay material para justificar la polémica, entonces no hay razón para no haberlo respaldado en terminar su labor. Dicho de otra manera: sé que Fernández no dijo aquello que se le imputa, pero acepto la renuncia como si lo hubiera dicho. Entonces, no solo actúo en contra de lo que creo, sino que además estoy disponible para que el relato de los 50 años lo decida el PC.

Una ostentación de intolerancia, violencia y desdén: “El perfil de quien debe cumplir este cargo tiene que ser alguien que tenga, por un lado, una trayectoria ligada a la lucha, defensa y promoción de los derechos humanos, a la lucha contra la impunidad, y que no tenga un atisbo del negacionismo post-moderno que permea a muchos sectores de nuestra sociedad”. Quien decide el perfil somos nosotros... y ya está. Todo lo contrario de lo declarado en Montevideo.

En medio del vendaval, sin embargo, Fernández termina transformándose en el mejor relato de los 50 años, ese al que de verdad, a pesar de las aspiraciones del PC, aspiramos los demócratas. Uno que con mucha claridad en aquello que no puede repetirse congrega a derechas e izquierdas, quienes se han sentido profundamente violentadas por el episodio, y deja fuera a quienes nunca han querido un diálogo verdadero y genuino. Desnudado así, el doloroso problema es que una vez más la coalición gobernarte, o al menos esa parte de ella a la que termina entregándose el Presidente, deja claro que el supuesto debate de las almas está claramente zanjado.

Por María José Naudon, abogada

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