Columna de Max Colodro: Cambio de guión



El resultado del último plebiscito pasará a los anales de la ironía política: los que siempre quisieron cambiar la actual Constitución ganaron al lograr conservarla y, los que siempre la defendieron, fueron derrotados al intentar reemplazarla. Un contrasentido completo que, sin embargo, no altera el efecto anímico del desenlace. El oficialismo ha recuperado la confianza en que el gobierno no está irremediablemente perdido después de esta administración. Por su parte, Republicanos y Chile Vamos viven el cuadro inverso, la súbita sensación de que un retorno al poder que parecía asegurado, ya no lo está.

No importa que la Constitución vigente haya sobrevivido; la derecha y la centroderecha muerden el polvo de la derrota, se enfrentan en un ajuste de cuentas y pagan el precio de sus errores. Al otro lado, La Moneda respira y los partidos de gobierno asumen el peso de la evidencia: los sueños de cambiar la Constitución y de enterrar “el modelo” están definitivamente muertos. Al menos en este ciclo político. Pero la posibilidad de conservar el poder más allá del 2025, no se ha esfumado. Al contrario, cuando todas las causas se han perdido, cuando no queda ya ni una sola convicción en pie, lo único que hay por salvar son los cargos públicos.

Con este horizonte, las fuerzas que hoy habitan el gobierno terminaron por descubrir esta semana que la persona que puede asegurar la sobrevivencia política de todos es nada menos que Michelle Bachelet, la inesperada candidata a un tercer período presidencial. Porque la agenda de seguridad terminó por sepultar a Carolina Tohá y Camila Vallejo tiene en su militancia comunista un problema insalvable. Por tanto, la única que podría sumar voluntades en esta oportunidad concedida por la derrota que la derecha decidió autoimponerse, es la expresidenta. Solo ella puede asegurar, frente a la fría necesidad ya vaciada de cualquier sueño adolescente, los respaldos que desde la DC hasta el PC y el FA se requieren, sin el mínimo riesgo de competencia interna.

Al frente, la derecha mira atónita; no entiende ni logra aquilatar cómo su traspié electoral empezó a cambiar el guion a esta velocidad. Sin duda, el despliegue de Bachelet antes y después del plebiscito ha sido vertiginoso, hasta el punto que José Antonio Kast decidió aprovechar el ímpetu de su derrota para salir ahora a ratificar que volverá a ser candidato presidencial, y que no está disponible para una primaria con Chile Vamos. O sea, anuncia la inminente balcanización de su sector, justo cuando la izquierda y la centroizquierda encuentran, en medio del desierto, un factor de unidad y la esperanza de seguir con vida.

Mientras tanto, Gabriel Boric y su generación pasaron a ser un “pato cojo” sin haber llegado siquiera a la mitad de su gobierno. De sus ideales ya no queda ni la sombra. Pero, al menos, un eventual tercer gobierno de Bachelet permitiría conservar lo que, a medida que la juventud se escapa, ayuda a resignarse.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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