Columna de Óscar Guillermo Garretón: El peso de la incertidumbre constitucional

FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


El sábado pasado, representantes de lo más extremo de la izquierda: el ex diputado y ex convencional Hugo Gutiérrez, Luis Messina de No + AFP y dos diputadas de la bancada del PC, tuvieron un acto político significativo. Ellos, defensores acérrimos del Apruebo en el proyecto constitucional rechazado por la ciudadanía en septiembre pasado, se pronunciaron en favor de votar Rechazo en el plebiscito constitucional de diciembre próximo. “Apruebistas” del repudiado texto anterior, se proclaman “rechacistas” en el plebiscito futuro del proyecto que aún no existe. La sospecha circula hace ya tiempo: sectores radicales de fuera y dentro del gobierno estarían por rechazar el texto que actualmente se discute. No es una discusión sobre contenidos. Aún no existen. Pero ven una gran oportunidad de salir de derrotas, gracias a la distancia y cansancio ciudadano hacia una discusión constitucional que ya lleva unos 10 años.

Hay promotores de una discusión constitucional interminable. Porque el Rechazo a ésta no cierra el tema. En algún futuro cualquier interesado en sembrar inestabilidad, puede volver a proclamar que se vive bajo la constitución de Pinochet y exija hacer otra.

La incertidumbre constitucional no da para más. Llevamos tres gobiernos, diez años, discutiendo de constituciones. No es raro que aburra y aparezca distante de las inquietudes ciudadanas más urgentes. Pero es bueno recordar que son aquellos que llamaron al Apruebo de un proyecto constitucional intragable, los que ahora se pronuncian por el Rechazo a otro proyecto constitucional que aún no existe.

La incertidumbre constitucional, aunque no se perciba a primera vista, tiene que ver con lo que a la ciudadanía urge. El país está económicamente estancado esos mismos diez años, porque nadie invierte en grande, al no tener certeza sobre las instituciones y leyes que regirán mañana para sus inversiones. Un estado institucionalmente débil es incapaz de contener la inmigración ilegal, el terrorismo del sur o el crimen organizado, ni asegurar un poder judicial que dé seguridad a  la ciudadanía. Igualmente, tiene que ver con un estado obeso e ineficiente cuyos servicios públicos cada año demandan más y más recursos, pero la educación se deteriora y las listas de espera hospitalaria crecen; en tanto, se muestra incapaz de impedir y castigar el saqueo de recursos públicos y la corrupción. Es cierto que una constitución no resuelve por sí sola los problemas, pero diez años de vacío constitucional nos socavan como nación.

La mayoría de derecha en el actual Consejo Constitucional, pero también la izquierda seria en ella, tienen una responsabilidad que va más allá de sus pertenencias partidarias. Deben someter al país un proyecto que responda a mayorías ciudadanas y cierre el paso a los permanentes promotores de inestabilidad.

Por Óscar Guillermo Garretón, economista

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