Columna de Roberto Neira: Liceos Bicentenarios, entre el paper y la realidad



Cuando los teóricos construyen una política pública cercana a la realidad es un éxito reconocido transversalmente, cuando lo hacen encapsulados en sus esquemas ideológicos sin pensar en lo que sucede en el territorio, generalmente es un fracaso. Un fracaso que tiene poca influencia en la vida de los diseñadores, pero que incide directamente en la vida de los más pobres.

Lo que sucede detrás del debate de los liceos bicentenarios tiene mucho de esto. Siendo distante políticamente del ex Ministro Lavín que diseñó esta política educativa, estoy convencido que la iniciativa de los Liceos Bicentenario interpreta muy bien a la realidad. El país apostaba por décadas a formar sus líderes en los liceos emblemáticos de la capital y en tres o cuatro colegios privados, donde históricamente han estudiado las elites de izquierda y de derecha. La llegada de los Liceos Bicentenarios viene a romper esta realidad y confiar en las capacidades que tienen nuestros niños y niñas.

La teoría láctea del descreme es relevante para las tesis de sociología, pero no importan mucho a los padres y madres de sectores populares y medios que tienen a sus hijos estudiando en alguno de los liceos bicentenarios. Lo que de verdad importa es si la educación que ofrece el Estado permitirá a nuestros niños y niñas desarrollarse y cumplir sus proyectos de vida. No entiendo la dificultad de algunos para reconocer que esa promesa, los liceos bicentenarios la están cumpliendo.

Quienes tenemos la responsabilidad de conducir administrativamente comunas con alta vulnerabilidad, nos anima permanentemente el desafío de replicar las buenas experiencias y dotar a todas nuestras comunidades educativas de los recursos pedagógicos, técnicos y financieros para que sus estudiantes puedan proyectar sus trayectorias educativas, por eso estamos orgullosos de nuestros jardines, escuelas y Liceos que, pese a todas las complejidades, dan todo para quienes menos tienen.

No es progresista terminar con los sueños de los estudiantes y sus familias, inspirados en un paper que dice que el éxito de los liceos bicentenarios implica el retraso de otros. La obligación de un progresista es amplificar las buenas experiencias públicas no importando la autoría. Hacer desaparecer paulatinamente esta política es un error gigante, quizás porque se mira desde arriba y confundiendo un debate académico y político con las necesidades reales de las personas.

Hay innumerables ejemplos de políticas públicas pensadas desde los territorios y la gente: los programas Chile crece contigo y auge que hoy son reconocidos transversalmente. En momentos de alta tensión política y donde la ciudadanía se ve enfrentada a problemas graves de seguridad y empleo, el llamado es a retomar la senda de políticas públicas exitosas apoyadas por todos y todas.

Pedimos al Mineduc un acto sistemático de escucha activa: preguntar a las familias, a los Alcaldes y a los propios estudiantes de estas comunidades que evaluación hacemos de estas experiencias formativas. El resultado será la voz de la realidad. Mientras tanto, no abandonaremos un milímetro al Liceo Bicentenario de nuestra Comuna.

Roberto Neira, alcalde de Temuco.

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