Cumbre del G-7



El G-7 nació en plena Guerra Fría como un espacio de discusión entre los ministros de finanzas de las principales naciones industrializadas, que muy luego se convirtió en una instancia clave para la defensa de los valores democráticos, el orden internacional y los principios del libre comercio promovidos por Estados Unidos y sus principales aliados de Occidente. Tras el desplome de la Unión Soviética el grupo le abrió las puertas a Rusia en la medida que se comprometiera a la defensa de esos principios. Por ello, tras la anexión de Crimea, Moscú fue suspendido.

Lo sucedido el fin de semana en Canadá, en la cumbre del G 7 marcó, por ello, una preocupante señal de debilitamiento de las alianzas forjadas por Estados Unidos durante la Guerra Fría tras el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca. El mandatario estadounidense no sólo llegó al encuentro proponiendo la reincorporación de Rusia pese a que las razones que motivaron su suspensión no han cambiado, sino que además abandonó la cumbre anticipadamente y rechazó por Tuiter la declaración final del encuentro, acusando de "deshonesto" y "débil" al premier canadiense.

Con su actitud el presidente de EE.UU. parece querer dinamitar desde el interior un grupo que no sólo ese país impulsó hace más de 40 años sino que se había erigido, además, como una instancia de defensa de convicciones que, en su momento, el propio Washington promovió en el mundo, como la defensa del libre comercio y el rechazo a políticas proteccionistas -que la declaración final de la cumbre recoge. Principios que ahora Trump ha vuelto a desafiar, dejando en evidencia el creciente aislamiento de EE.UU. y la crisis que viven las alianzas forjadas durante la Guerra Fría.

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