El desempleo se encamina a ser la principal preocupación del país

La gravedad de la crisis laboral que se avecina requiere seriedad y cooperación de todos, pero pareciera que algunos sectores aún no lo comprenden así.



El impacto sobre empleos e ingresos de los trabajadores es lo distintivo de esta pandemia, cuyo control requiere del “distanciamiento social” que limita los trabajos. Así, por ejemplo, en España se estima que la tasa de desocupación ya alcanza al 19% de la fuerza de trabajo. En Estados Unidos, la economía más poderosa del mundo, cerró en abril con más de 30 millones de desocupados, y se estima que la tasa de desocupación haya alcanzado el 20% de la fuerza de trabajo.

Todo indica que nuestro país también se encamina a una gravísima pérdida de empleos e ingresos para sus trabajadores. La tasa de desocupación, que habría alcanzado al 8,2% en el trimestre enero-marzo 2020, no da cuenta de la verdadera magnitud del problema que ya se vive. Una razón es que el deterioro mayor se ha producido en abril, con posterioridad a los últimos datos de INE, cuando se intensificaron las medidas de contención de contagios. Luego, sabemos que la medición considera ocupados a quienes han trabajado más de una hora en la semana de referencia, por lo que oculta graves carencias laborales. Así entonces, tanto el aumento de 63.000 en el número reportado de ocupados, porque refleja la pérdida reciente de 97.000 empleos formales compensados por 160.000 nuevos trabajos informales, como el aumento de 60% en el número de trabajadores “desalentados”, esto es, que dejaron de buscar trabajo por no estar obteniendo resultados, son evidencia adicional del problema.

Se conjetura que tras el deterioro económico y social podría venir una recuperación rápida. Pero esto, dado lo que aún se desconoce del virus y por ende de la duración de las medidas de contención, es por completo azaroso. Hacen bien, entonces, las autoridades económicas en ir avanzando medidas y comprometiendo recursos en función de lo que, en cada momento, parece posible de anticipar con mayor certeza. Así se han generado apoyos financieros a empresas y reemplazo de ingresos a trabajadores para cubrir necesidades en los plazos en que la necesidad parece inevitable, eludiendo por ahora el tipo de definiciones que van a resultar necesarias si las actuales alteraciones en el funcionamiento de la economía debieran prolongarse en forma sustancial.

Sin certezas, es importante que el gobierno no dé pie a la expectativa de que la destrucción de empleos ya está acotada o pudiera tener un techo, lo cual en el corto plazo podría frustrar aún más a la población. La oposición, por su parte, debe cooperar en autorizar las medidas pro empleo que resultan necesarias, sin condicionamientos ideológicos o de mero posicionamiento político, como los que arbitrariamente se hacen valer respecto de apoyos a empresas “grandes”, que precisamente por su mayor incidencia sobre el empleo y el sector financiero deben ser tratadas con la seriedad que requieren las circunstancias.

Aún más grave son actitudes como la de aquellos senadores que, en medio de la crisis, expresan su espíritu antisistema promoviendo derogar la legislación previsional y nacionalizar fondos de pensiones. Ciertamente, actitudes como ésta, junto al lastre financiero que pesará sobre las empresas, van a dificultar la recuperación del empleo y el alivio de las graves aflicciones que soportará la población chilena tras la pandemia.

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