El error es el mejor profesor



Por Juan Esteban Montes, abogado y cientista político; director, Santiago Global Center, University of Notre Dame

En los círculos de educación se suele repetir el dicho que el error es el mejor profesor. Y sí, todos intentamos aprender de nuestros errores, aunque nos duela. El resultado del plebiscito y el proceso constituyente del último par de años hicieron patentes una serie de errores, aquí recojo siete que me parecen prioritarios, de los que necesitamos aprender con urgencia por el bien de Chile.

Un primer gran error fue haber trabado por años ciertas reformas constitucionales necesarias para avanzar en la construcción de una democracia más sólida, una sociedad con mejores oportunidades para todos y una constitución que llegara a ser considerada legítima por la gran mayoría. Aquí es la derecha quien tiene que aprender la lección.

Un segundo error fue desprestigiar y devaluar por años el rol de los partidos políticos y de los profesionales de la política, y creer que podían ser fácilmente reemplazados por independientes. Consecuencia lógica de ese error, vino el error de diseñar un sistema electoral que progresivamente fue debilitando los partidos y abriendo la puerta a independientes en el parlamento y mucho más aún en la convención constitucional, que quedó dominada por independientes. Estos errores los venía cometiendo la derecha desde la “escoba” de Carlos Ibáñez del Campo, pero en los últimos años se sumaron con entusiasmo los del “pueblo unido avanza sin partidos”, los sectores de izquierda, especialmente los nuevos partidos y grupos surgidos desde las protestas estudiantiles.

Un cuarto error fue idealizar el estallido social, sin condenar con la suficiente fuerza sus expresiones violentas y asumiendo que sus múltiples demandas debían y podían ser satisfechas a la brevedad posible por el estado. Y así quedó plasmado en la propuesta constitucional. En esto es la izquierda quien debe aprender la lección.

Un quinto error consistió en sobre interpretar el mandato popular del plebiscito de entrada y la mayoría de 2/3 de los grupos de izquierda, pensado que les daban carta blanca para hacer lo que quisieran, sin necesidad de negociar con el otro tercio, ni considerar las minorías dentro o fuera de la convención, ni de respetar la historia y cultura política de Chile. Curiosamente, este es el mismo error político del gobierno DC de los 60s y de la UP en los 70s. Esta es una demostración de que no aprendemos bien de los errores ajenos o de otras generaciones. A este error hoy le llamamos maximalismo, arrogancia, superioridad moral y antes lo llamábamos mesianismo político o camino único, pero es lo mismo.

Un sexto error, íntimamente vinculado al anterior, ha sido asumir que lo que me conviene a mí, necesariamente ha de convenirle al resto. La constitución del 80 inauguró la estrategia de ser un documento partisano, que abiertamente favorecía y protegía los intereses, valores y privilegios de un sector. La propuesta constitucional repitió el error, con total confianza en que, por ser del lado opuesto, la población lo legitimaría y aprobaría sin más. Los intereses, valores y visiones de la izquierda podrían ser impuestos sobre el resto porque se asumía que una gran mayoría los consideraría propios y porque consideraban de justicia compensar los años de partisanismo anterior.

Un séptimo error fue enamorarse tanto de su creatura al punto de no verle ni los más obvios defectos. No importa cuanto se los hicieran ver expertos nacionales o internacionales, observadores o simples ciudadanos, la mayoría de convencionales y el oficialismo siguieron hasta el final defendiendo la propuesta constitucional como la más bella y perfecta creatura. Cuando los ciudadanos la vean, de seguro votarán apruebo. En Chile todos los sectores políticos hemos cometido graves errores, ya es tiempo que aprendamos de ellos. Quien claramente no se equivocó esta vez, y además nos está haciendo ver nuestra colección de errores, fue la tremenda mayoría del pueblo.

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