Impacto de encierro en niños y adolescentes

La falta de clases presenciales no solo está afectando los procesos de aprendizaje, sino que además está provocando un fuerte impacto en aspectos claves para el desarrollo de la personalidad.



Una investigación llevada a cabo por este medio sistematizó los múltiples efectos que el prolongado cierre de jardines infantiles, colegios y universidades está provocando en niños, adolescentes y jóvenes. Las consecuencias del encierro se han dejado sentir no solo en el plano del aprendizaje, sino también -y probablemente es lo más complejo de todo- en ámbitos cruciales del desarrollo formativo, cuyos verdaderos efectos probablemente se podrán apreciar en algunos años más.

Para el caso de los preescolares, uno de los mayores daños que los expertos han detectado es la pérdida de sociabilización, lo que además de afectar la capacidad para construir relaciones interpersonales con otros niños también se ha traducido en que ya se advierten importantes aumentos en los grados de irritabilidad, menor tolerancia a la frustración y problemas para conciliar el sueño. Si bien las clases a distancia han sido la solución para mantener en pie los procesos de aprendizaje, la falta de concentración de los menores de edad para seguir las clases o la pérdida de sentido grupal aparecen como inevitables secuelas. Incluso, en los más pequeños se han advertido casos en que se ha retrasado la edad para desarrollar el habla.

Al analizar la realidad de los alumnos de enseñanza básica, también se observa un fuerte impacto en el ámbito de la socialización, algo que en esta etapa de la vida es fundamental. Desde el punto de vista académico, los efectos son también preocupantes. Si bien los expertos señalan que las pérdidas de aprendizaje podrían no ser lo más relevante en esta etapa, pues eventualmente se podrían recuperar más adelante, es evidente que en los sectores socioeconómicos más vulnerables este daño formativo puede ser más profundo respecto de aquellos sectores de mayor poder adquisitivo. Mediciones que ha dado a conocer el Ministerio de Educación muestran que para el caso de sexto básico se está verificando un 60% de logros esperados en lectura y apenas de 56% en matemáticas.

En el caso de los adolescentes, se han podido detectar problemas similares en las etapas previas respecto a la falta de sociabilización y cómo el encierro se traduce en mayor irritabilidad o en un ánimo más decaído.

Todas estas dimensiones son justamente las que parecen estar fuera del debate cuando se analiza la pertinencia de mantener cerrados los establecimientos educacionales. En general, se ha puesto especial énfasis en el deterioro de los procesos pedagógicos -lo que ciertamente es muy real-, pero suele no calibrarse el daño causado en la formación de la personalidad o en la construcción de redes afectivas.

Los devastadores efectos que la segunda ola de coronavirus ha provocado en el país aconsejan por ahora no llevar a cabo clases presenciales, pero toda la evidencia disponible indica que apenas las condiciones sanitarias lo permitan es indispensable que los jardines infantiles y colegios retomen sus funciones, aunque sea gradualmente. Si ya se enteró un año completo sin clases, el daño será exponencial si además tenemos un segundo año consecutivo sin actividades presenciales, existiendo el riesgo de que se generen daños permanentes en toda una generación.

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