Inteligencia artificial: una solución a la productividad

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Es probable que si una empresa está pensando en hacer un cambio en algún proceso productivo la Inteligencia Artificial (IA) no sea lo primero que se le venga a la mente, aunque sea la solución que están buscando. Una opción que, tarde o temprano, se tendrá que adoptar si se quiere optimizar recursos y tiempo y que poco a poco irá adquiriendo más relevancia en la productividad del país.

Algunos aún creen que es un tema que está en los libros o en las películas de ciencia ficción desconociendo que, desde hace un buen tiempo, está presente en nuestro día a día con un solo objetivo: hacernos la vida más fácil. Hace años convivimos con la IA en nuestros teléfonos inteligentes, dándole instrucciones a Siri de Apple o Alexa de Amazon para que llamen a una persona, encienda las luces de nuestras casas o controle la temperatura del hogar de manera remota; o en varias de las aplicaciones que usan bots como Lyli, un personal shopper en versión digital; Parla, concebida para ayudarnos con el aprendizaje de idiomas; o LaBot, un robot chileno programado para informar de las principales noticias.

La Inteligencia Artificial es un cambio de paradigma para los negocios del presente y ya se cataloga como la 4ta Revolución Industrial. Es la explosión cámbrica del siglo XX, donde los datos generados pasan a ser el nuevo petróleo o como menciona Sundar Pichai, CEO de Google, la incorporación de la electricidad a la industria. Un dato para contextualizar económicamente este impacto: solo en 2017 los ingresos de Amazon por algoritmo de machine learning corresponden al 35% y a nivel global se hicieron compras de empresas de IA por US$21.800 millones, 26 veces más que en 2015, según PitchBook.

Para los infaltables escépticos, que piensan que los robots son una amenaza para el mercado laboral, habría que decirles que la Inteligencia Artificial nos invita a ser más eficientes y ver otras realidades, que hasta ahora no hemos explorado debido a su complejidad.

Un ejemplo de esto es la empresa nacional Sortbox, cuyos socios, en conjunto con la Universidad de los Andes, desarrollaron una máquina que es capaz de optimizar el trabajo de selección y clasificación de frutos secos, que tradicionalmente se realiza de forma manual en los campos por tres o cuatro personas. Esta tecnología no solo detecta, sino también selecciona de manera automática almendras a gran velocidad y bajo costo, procesando medio millón de estos frutos en una hora.

Esta es solo una muestra de la importancia de fomentar y afianzar los lazos entre las empresas y las universidades, lugar donde se concentra la generación de conocimiento y las investigaciones que, a futuro, se pondrán al servicio de la sociedad.

La realidad es que las fuerzas disruptivas demandan nuevos talentos, algo que expertos están analizando. Entre el 50% y el 73% de los trabajos actuales serán automatizados en 50 años y en 2020, 30% de roles de tecnologías no se cubrirán por falta de talento. Es por esto que resulta imperativo que las universidades y /o centros de I+D de Chile, que aglomeran a dicho capital humano, se sumen a esta realidad.

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