Intolerancia y violencia



Por Ernesto Silva, prorrector de la Universidad del Desarrollo

Es evidente que estamos en un momento difícil para el país, y cada vez se hace más difícil ver un camino de colaboración y progreso. A partir de octubre de 2019, se generaron grandes expectativas de mejora y cambio para muchos chilenos. Algunos cifraron su esperanza en el proceso de redacción de una nueva Constitución. Otros, pusieron su esperanza en que los liderazgos políticos que compiten por la Presidencia de Chile podían darle conducción a un proceso muy complejo.

La realidad, sin embargo, muestra que los problemas son muy difíciles de resolver, y esas expectativas no se han cumplido. Tampoco se visualiza con claridad un camino para resolverlas.

Respecto de las expectativas, dos años después de aquel 18 de octubre de 2019, Chile es un país más pobre, con menos ahorro, con más inflación, con menos acceso al crédito, más polarizado, con mayores niveles de violencia, con mayor incidencia del narcotráfico. En fin, cuesta identificar en qué estamos o estaremos mejor. Algunos señalan que es necesario recorrer el largo y doloroso camino de la crisis para alcanzar una nueva etapa. Eso está por verse, y para lograrlo, lo mínimo es un país y un sistema de convivencia que respete las posiciones diversas, que valore las ideas y que se aleje de la violencia. En fin, se necesita un sistema político que pueda encauzar el conflicto a través de la cooperación y la colaboración.

Lamentablemente, Chile cuenta hoy con un sistema electoral que promueve la fragmentación y la atomización, y que dificulta la construcción de acuerdos. El sistema político parece estar más dividido, con menor tolerancia a puntos de vista diferentes, con un apego enorme a las pasiones, y un desapego cada vez mayor por las razones.

Pasan los días, pasan los meses, pasan los años, y la intolerancia aumenta. Aumenta en las redes sociales, en los medios de comunicación, en los debates del Congreso y en los procedimientos de la Convención. ¡Cuidado! La violencia se alimenta de la intolerancia, del desapego a la razón, de la falta de acuerdos. Y una vez que la violencia toma forma, es muy difícil contenerla. Solo una acción decidida, coordinada y respaldada ampliamente por la ciudadanía y el sistema político, es capaz de revertir la escalada de violencia. Hoy ello se ve muy lejano. O el sistema político reacciona y da un giro hacia condenar la intolerancia y la violencia, o puede ser muy tarde. Los líderes tienen la difícil tarea de pensar no solo en sus adherentes y votantes, sino en el bienestar del país en general.

Lo sucedido en las últimas horas complejiza aún más el escenario. A los repetidos hechos de violencia y terrorismo en la Macrozona Sur, se han sumado videos como aquel difundido por la organización Weichan Auka Mapu, en la cual un grupo de personas fuertemente armadas reafirman las acciones de sabotaje, amenazan con ejercer violencia y desafían el estado de derecho.

Chile está en un punto de inflexión y su primer paso hacia el progreso debe ser la condena total a toda forma de violencia.

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