Iquique, Venezuela y cuarto retiro



1. En Iquique fueron quemadas en la calle las pertenencias de familias inmigrantes que se encuentran en extrema vulnerabilidad. Este hecho ocurrió en el contexto de una marcha contra la inmigración descontrolada, donde flameaban todas las banderas octubristas, incluyendo la mapuche y la versión en blanco y negro del estandarte nacional.

2. Una razonable y justificada indignación ha cundido en la prensa y en las redes sociales desde distintos sectores. Los más olímpicos en manifestar repudio, sin embargo, han sido los mismos personajes de izquierda que llamaban a comprender y contextualizar el violentismo, los saqueos y la destrucción en el contexto del estallido social. Hoy son ellos los que dicen “no es la forma” y “las cosas no son sólo cosas”. Cuando la violencia callejera fue ejercida en una dirección que no les agrada, dejó de parecerles tan inocua y asumieron, frente a ella, las posturas que antes repudiaban. Descubrieron súbitamente que la expresión de malestar debe tener límites, que no por sentirse víctima o incluso serlo se tiene derecho a la venganza, y que la vida es inseparable de los bienes materiales que la sustentan.

3. Debemos aprender de nuevo, entonces, la vieja lección sobre el fascismo: siempre viene, al principio, vestido de justicia social. Se lleva primero a unos, luego a otros, y finalmente a todos al carajo, como explicaba el pastor Niemöller, explotando la indiferencia relativa que todos los seres humanos tenemos por la violencia ejercida contra grupos que sentimos lejanos. Deshumaniza de a poco, corrompe moralmente paso a paso, hasta que los límites que sostienen la convivencia se degradan al punto de la arbitrariedad, y la política es reemplazada por la fuerza.

4. La izquierda que defendió o miró para el otro lado constantemente frente al violentismo octubrista hoy está en deuda con la verdad. No pueden simplemente poner el grito en el cielo frente a las agresiones xenofóbicas sin revisar su posición respecto al estatuto de la violencia como herramienta de expresión de descontento y de avance de causas políticas. Si pretenden condenar sólo las violencias que no les gustan, significa que son parte del mismo problema, del mismo marco de pensamiento, que engendra y legitima esas violencias. En otras palabras: ustedes coquetearon con el fascismo cuando les convenía. Es hora de tomar una posición clara respecto a él.

5. También debería quedar claro, una vez más, que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. La migración descontrolada pone en peligro tanto a los migrantes que ingresan al país como a los que ya viven acá (sin mencionar los riesgos sanitarios mientras la pandemia no termine). Quienes prometen hacer vista gorda frente al asunto migratorio están apagando el fuego con bencina. La seguridad de todos los migrantes depende de mecanismos de migración robustos que sean respetados y se hagan respetar.

6. Pero hay más: gran parte de quienes intentan ingresar desesperadamente a nuestro país provienen de un lugar específico: Venezuela. País que se encuentra dominado por un régimen autoritario castrochavista. Este hecho no puede ser obviado por quienes se indignan por la precaria situación de los migrantes. Hay sectores importantes de la izquierda chilena que han defendido a brazo partido la dictadura venezolana. Entre ellos, el Partido Comunista, que es el socio principal del conglomerado que quiere llevar a Gabriel Boric a la Presidencia de la República. No se puede, entonces, tomar una posición clara respecto a la migración venezolana sin referirse a la causa de ella, que es el secuestro y destrucción del país por la dictadura chavista. Y tomar posición respecto a eso no es puro decir: significa apoyar todas las formas de lucha en contra de ella.

7. También es importante preguntarse no sólo de qué huyen los venezolanos, sino por qué vienen a un país cuya frontera más cercana con el suyo está a 4.250 kilómetros. En tiempo de elecciones el debate público se vuelve particularmente estúpido. En ese contexto, se repite en sectores de izquierda que “Piñera los invitó” al crear una visa especial para venezolanos, dada la crisis de dicho país. Pero crear una visa especial no es una invitación a recorrer cuatro mil kilómetros y cruzar corriendo una frontera de noche a través de un desierto. Vienen a Chile, en lo principal, por otra razón: somos el país, mal que le pese al octubrismo, con la mejor economía, el mayor desarrollo humano y las mejores instituciones de Sudamérica. Basta revisar las cifras. La “Norcorea del neoliberalismo”, con todos sus problemas, es un lugar en que ya querrían vivir millones de latinoamericanos.

8. Finalmente, es importante asumir una mirada histórica más amplia y observarnos en el espejo de Venezuela. Dicho país no siempre fue un Estado fallido. Al revés, entre los 50 y los 70 fue de las naciones más ricas y estables en la historia del continente. La prosperidad agarró vuelo durante el régimen autoritario de Pérez Jimenez (1952-1958) y luego floreció en democracia (¿les suena conocido?). Fueron los tiempos de la llamada “Venezuela Saudita”. Miles de chilenos se avecindaron allá, y más llegaron después de 1973, escapando de la dictadura. Para hacernos una idea, el bolívar, la moneda de curso corriente, fue acuñada en plata de pureza 0,835 hasta 1965 (Chile dejó de acuñar en plata, y ya a esas alturas de mucho más baja ley, en 1933). Hasta 1982, Venezuela era la economía más rica de América Latina. De ahí en adelante, todo cuesta abajo.

9. Revisar la historia del derrumbe de Venezuela es, en buena medida, revisar la historia de cómo la inflación es un factor clave en la destrucción de un orden democrático. El valor del dinero fiduciario se sostiene en la confianza. Los procesos inflacionarios destruyen esa confianza. La inflación consiste en una desproporción entre el dinero que hay para comprar cosas y el volumen de cosas que hay para comprar. Cuando se sale de control, produce alzas sostenidas de los precios. El dinero se quema en las manos, pues se sabe que pierde capacidad de compra minuto a minuto, y los bienes se venden cada vez más caros, porque cada vez hay más plata circulando y porque el riesgo de recibir dinero en devaluación también tiene su precio. En suma, nadie quiere dinero en el bolsillo por mucho tiempo. Lo intenta convertir rápidamente en cualquier otra cosa. Y eso alimenta un círculo vicioso que arrasa con todo.

10. En Venezuela, el problema inflacionario comenzó como un asunto estructural, inducido por la enorme cantidad de dólares que ingresaban al país gracias a la explotación petrolera. Pero luego se volvió un problema endémico, cuando el gasto público –atravesado de lado a lado por la corrupción, además- se disparó a los cielos y ya nadie se atrevió a atajarlo. Siguieron gastando como país millonario cuando ya no lo eran. Estamos hablando de los años 80 y 90, la antesala de la llegada de Chávez al poder (la anterior gran crisis inflacionaria en el país del norte fue en 1996, dos años antes de la instalación chavista). Para lograr llegar a fin de mes Venezuela se endeudó afuera todo lo que pudo, una y otra vez. Este breve resumen de la historia económica venezolana es muy ilustrativo. Y tiene paralelos con Chile que ponen los pelos de punta.

11. Hugo Chávez (1999-2013) lo único que hizo fue profundizar la destrucción tanto de la democracia como de la economía venezolana. Con Maduro, desde 2017, ya podemos hablar de hiperinflación: ese año la inflación interanual fue de 1370%. Y la destrucción de la capacidad productiva es total: hoy Venezuela importa petróleo y gasolina, no porque no tenga reservas ni refinerías, sino porque están inutilizables. La dictadura militar, vinculada al narcotráfico, se sostiene políticamente gracias a la protección imperialista de potencias que pretenden hacerse de sus recursos a muy bajo costo. Es un animal enjaulado.

12. El proceso Venezolano es una versión en cámara lenta de la destrucción económica de Chile durante el gobierno del presidente Salvador Allende. El “milagro” del crecimiento de 1971, conseguido a punta de imprimir billetes, es la antesala de la resaca hiperinflacionaria de 1972-1973, que llegó al 700%. Hace poco Óscar Guillermo Garretón realizó una muy potente reflexión al respecto que vale la pena leer.

13. En suma, no es una exageración decir que los 5,6 millones de venezolanos que han huido de su país (la segunda población migrante del mundo después de Siria)  han sido víctimas, en buena medida, de la inflación y el gasto público irresponsable. Mirarnos en su espejo, cuando estamos destruyendo nosotros mismos las bases de nuestra estabilidad económica, es un ejercicio necesario y que conduce a la humildad. Mañana podrían ser chilenos los que terminen acampando en la calle en países lejanos. Nadie tiene comprada la prosperidad. Y el camino que nosotros comenzamos a recorrer -deuda pública, gasto desordenado e inflación- es el mismo que los hundió a ellos.

14. Así se conecta, guste o disguste al octubrismo, el ataque xenofóbico de Iquique con la discusión del cuarto retiro. La inflación destruye la economía, que a su vez destruye la democracia. Y nosotros estamos hoy jugando con la inflación, haciéndonos los tontos, sin tomarle el peso. Mañana muchos de los que hoy repiten “la platita es mía” sin querer entender el efecto sistémico del retiro, o quizás sus hijos y nietos, se vean cruzando fronteras desconocidas en la mitad de la noche. Y muchos de los políticos que hoy apoyan esta medida destructiva puede que terminen, más temprano que tarde, sin trabajo no por perder una elección, sino porque la democracia sea clausurada.

15. Junto con el cuarto retiro, por otro lado, es importante ponerle atención a lo que la clase política intente hacer para cubrir su crimen inflacionario: atacar al Banco Central y tratar de terminar con la UF. Nuestro Banco Central tiene la misión institucional de evitar que el peso chileno se devalúe sin control. Es decir, la de proteger la estabilidad de la capacidad de compra de nuestro dinero. Es el Banco Central el que le cuida a usted el valor de su sueldo. Por eso, también, goza de autonomía efectiva. Una vez que sus miembros son nombrados ya no pueden ser extorsionados por los políticos. Dicha institución, junto con la UF (Unidad de Fomento del ahorro) son la memoria viva de las grandes crisis inflacionarias que afectaron a nuestro país en el pasado. En el caso de la UF, se trata de una unidad monetaria alternativa, que refleja justamente la capacidad de compra del dinero. Fue introducida en medio de turbulencias económicas a fines de los 60 para incentivar el ahorro: quien ahorra en UF, sabe que lo que deposita tendrá, pase lo que pase, más o menos el mismo poder de compra que cuando lo retire. Ambas instituciones están hoy en la mira de algunos sectores autoritarios de la izquierda. Y la razón es simple: cuando el dinero deja de ser un medio confiable para asegurarnos la supervivencia, es la lealtad al poder político la que lo reemplaza. No hay forma más efectiva de esclavizar a las poblaciones humanas que destruirles el valor de su dinero y someterlos en base al miedo y al hambre. También huyen de eso los venezolanos: de la servidumbre al Estado a cambio de comida. Eso a lo que algunos acá le dicen “dignidad”.

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