La empresa como agente para frenar la corrupción



La gravedad del fraude cometido dentro del Ejército es indiscutible. Y el rol de las autoridades de esa institución, puntualmente del accionar de los Comandantes en Jefe (R) Juan Miguel Fuente-Alba y Humberto Oviedo, supera la trama de cualquier novela de ficción.

Respecto a Oviedo -formalizado por la jueza Romy Rutherford por malversación de caudales públicos y el mal uso de gastos reservados del Ejército- no ahondaré en detalles, ya que sigue en proceso luego de que el Tribunal Constitucional suspendiera la investigación.

De lo que sí me interesa hablar, es del caso de Fuente-Alba y la importancia del rol que juegan las empresas en nuestra sociedad para que estas situaciones no sigan ocurriendo.

Hace algunas semanas Fuente-Alba fue formalizado por lavado de activos. Convengamos que no deja de ser sorprendente -por no decir sospechoso- que en apenas siete años el uniformado en retiro haya triplicado su patrimonio: de casi $410 millones declarados en 2008 a alrededor de $1.426 millones a fines de 2015, solo 9 meses después de haber dejado el cargo.

Según los antecedentes de la investigación, su fortuna creció abultadamente con la complicidad de su señora, Ana María Pinochet. Ella habría sido clave en el esquema al operar como testaferro, adquiriendo propiedades y autos de lujo con el dinero que todos los chilenos pagamos a través de los impuestos, y que va a parar a los gastos reservados de las Fuerzas Armadas.

En el caso planteado, los gastos reservados del Ejército habrían sido tomadas por un funcionario público -Fuente-Alba- para satisfacer sus caprichos personales y los de su cónyuge. Así, haciendo probablemente una interpretación personal del Juramento a la bandera, la que realizó al ingresar como cadete a la institución. En lugar de "Servir fielmente a la Patria", decidió servirse de la patria y de sus ciudadanos.

Quizá nunca sepamos los porqué de este caso, pero lo importante es entender, cómo operó el lavado de activos, a través de compras de bienes, entre ellos, a inmobiliarias y automotoras. Fuente-Alba habría pagado abultadas cantidades de dinero en billetes, y las empresas no cuestionaron su origen. Es dudoso que una persona aparezca en un negocio de altos montos y saque del bolsillo 218 millones de pesos en efectivo -el equivalente a 10.900 billetes de 20 mil pesos-. Y así, una y otra vez.

Si bien, no todas las compañías son sujetos obligados de la Unidad de Análisis Financiero (UAF), todas las empresas deberían velar por el bienestar de la economía nacional y prevenir situaciones fraudulentas, por ejemplo, impidiendo la compra de bienes con grandes sumas en efectivo.

El caso de Fuente-Alba a nivel de institución, de patria, es vergonzoso. Sin embargo, viéndolo del otro lado, es decir desde las empresas, debe hacernos reflexionar sobre el crucial rol que tienen éstas en la economía. Con los controles internos adecuados y normativas de operación transparentes, las empresas resultan esenciales para frenar la corrupción desde los primeros indicios de ésta. Dando las alertas correspondientes, si es que existen acciones fuera de lo común.

El pago en efectivo de los bienes adquiridos por Fuente-Alba debió haber sido la primera señal de que algo se hizo de manera irregular. ¿Por qué nadie hizo o dijo nada? ¿Dónde están los mecanismos de las empresas que ofrecen productos y servicios de alto valor monetario, para no verse involucradas –pasiva o activamente– en abiertos actos de corrupción?

El año pasado los reportes de operaciones sospechosas de lavado de activos y/o financiamiento del terrorismo aumentaron en un 28,5% con respecto a 2017, según la Unidad de Análisis Financiero (UAF). Y de 2016 a 2017 ya se había registrado un aumento de 16%. Así las cosas, es muy relevante que el sector privado asuma su papel en la sociedad. No se trata sólo de acumular ganancias. Es hora de sacarse la venda de los ojos y ver la corrupción como una realidad que está inserta en nuestra sociedad y que puede atacar en el momento menos pensado.

Debemos estar preparados.

A estas alturas los procesos internos de las empresas, contra la corrupción, ni siquiera tendrían que ser tema, deben ser nuestro escudo para frenar cualquier amenaza que ponga en jaque el correcto funcionamiento de la sociedad.

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