La lucha contra el cambio climático

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Todo parece indicar que julio ha pasado a ser el mes más cálido de la historia -al menos desde que existen registros-, sumándose así a varias otras marcas que últimamente se han roto en materia climática. Ello parece una consecuencia previsible del calentamiento global, un fenómeno que -según el consenso más establecido- requiere respuestas urgentes de la comunidad internacional.

Los gases de efecto invernadero han tenido un efecto decisivo en este aumento de la temperatura, sin perjuicio de otros factores en la propia naturaleza que también podrían incidir. El desarrollo industrial -qué duda cabe-, ha permitido el surgimiento de un bienestar sin precedentes en la humanidad, pero buena parte de aquel se ha hecho sobre la base de quemar combustible fósil, lo que ha generado emisiones y desechos que alcanzan un nivel que ya no resulta sustentable.

El mundo debate ahora sobre cómo reducir las emisiones de CO2 antes de que sea demasiado tarde, lo que supone quizás el mayor desafío de nuestro tiempo. Pero posiblemente el camino más equivocado sea asumir que la fórmula consiste en reemplazar a la llamada economía capitalista por un modelo productivo alternativo, donde ya no sean los incentivos económicos los que guíen la producción y el consumo. Pero esa visión desconoce que los incentivos son justamente los motores más poderosos para producir cambios a gran escala.

Crucial será cambiar la matriz energética por energías limpias. Los gobiernos pueden jugar aquí un rol central subsidiando nuevas tecnologías -tal como lo hizo Alemania con los paneles solares- para que se masifiquen a costos razonables, en tanto el uso de combustibles más contaminantes debería ser gravado con mayores impuestos, lo que previsiblemente generará fuerte resistencia de ciertos gremios pero también en la propia población -el caso de Francia es ilustrativo-, por las reticencias que implica asumir estos mayores costos.

Las propias empresas deben encontrar las oportunidades que abre reducir su huella de carbono y reciclar productos; así también, el desarrollo de súper cultivos resistentes a las sequías o masificar alimentos que generan menos CO2 en su producción son solo algunos ejemplos de logros que pueden generar mercados libres y con los incentivos correctos.

El esfuerzo para combatir el cambio climático debe competer a todos los países, y a cada uno de los habitantes. Pero dicha tarea se podría ver muy diluida si es que los grandes países emisores de CO2 no soportan el mayor peso de la tarea. Una decena de naciones es responsable de más del 70% de todas las emisiones globales, lo que hace poco equitativo que el costo se reparta por igual. Estas en general prosperaron y se expandieron a costa de los demás países, de modo que cualquier discusión realista supone que primero deben estar dispuestas a un ajuste y asumir más costos.

La edición especial que hoy publica La Tercera apunta por sobre todo a mostrar cómo el cambio climático nos afecta y de qué forma cada uno de nosotros puede aportar para ayudar en esta tarea global. Aquí, además de hábitos responsables, resulta imprescindible que los ciudadanos estén dispuestos a soportar los costos e incomodidades que supone combatir el cambio climático, dándose el tiempo para entregar los incentivos correctos a las empresas y asumir cuotas de sacrificios, evitando por ejemplo la compra de productos que utilicen procesos contaminantes.

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