Lecciones del 04 de septiembre. El octubrismo express



A más de un mes de la derrota hegemónica que se abrió el 04 de septiembre, el gobierno transformador debe abandonar algunos espejismos para explicar la “derrota estructural” sin apelar a que todo el revés político (o casi todo) se debió a una “operación comunicacional”. Sin desmerecer en lo absoluto el peso de la industria mediática, el cross electoral (padrón inédito) y la victoria del Tík Tok, con sus enjambres digitales, inducen a la izquierda a una pereza cognitiva que no le permite asimilar su déficit político-conceptual, a saber, los “identitarismos” (plurinacionalidad, eco-feminismo, ecologismo) que el polo transformador abrazó bajo la “rabia erotizada” del “octubrismo express” (18-0). En opinión de las vocerías pre-críticas de la nueva izquierda, el Rechazo se habría impuesto esencialmente en virtud de una abundancia de fake news, vigilancias alogarítmicas y los “clasismos cognitivos” de los periodistas de Vitacura. Y a no dudar, ello es parte de un largo debate sobre acceso a la información y “ética de la comunicación”. Con todo, la derrota hegemónica también ha sido reducida a un “revés electoral” -algo episódico- sin dimensionar la descomposición estructural de ideas, proyectos y déficit imaginal. Tampoco hay en el progresismo un pensamiento estratégico sobre nuevos medios de comunicación (digitalización) del mundo crítico-laico. Y en medio de todo abundan materias “pueriles”; los usos digitales de los Parisi, la irrupción de El Partido de la Gente, las perversiones mediáticas de la diputada Jiles y el sexto retiro (entre lo necesario y lo tóxico). De paso, el refortalecimiento del Bolsonarismo en Brasil tras las últimas elecciones, mismas que la izquierda celebró como un “triunfo monumental del PT”.

En los últimos días, luego de establecer una serie de ideas muy pedagógicas en materias de Fake news, Atria concluye, a modo de una autocrítica política (que ciertamente lo involucra), que la eficiencia de la comunicación política del Rechazo -al menos por esta vez- se sirvió de una comunidad (des-ciudadanía) disponible para votar contra el nuevo texto constitucional alcanzando una cifra insólita en virtud de la actitud napoleónica de la Convención (su autoproclamada supremacía moral y los “napoleónicos derechos sociales” que aún la ciudadanía espera). Más allá de la vocación institucional, evitando los purismos de lo público y la “lírica destituyente”, Atria ha establecido los juicios empíricos más certeros respecto a la derrota estructural. El vacío de disputa hegemónica del gobierno y las fuerzas transformadoras, abundó en la ausencia de narrativas, metáforas y pasiones, para contrarrestar las “tecnologías organizacionales” de la fuerza neoliberal que ha colonizado el mundo popular. Cuestión que implica analizar los nuevos malestares. La comunicación corporativa, y su pastoral publicitaria retratada en el Partido Republicano, amerita una discusión sustancial que se extiende hasta las economías del conocimiento que la industria de la conductas y preferencias instalaron (algoritmo) como “ley de bronce”. Con todo, el guion de la conspiración cifrada en unas estadísticas coludidas, el boicot ante el Servel, la manipulación de rasgos conservadores de la población, el inmigrante pagado, el vitriol de las redes sociales, no gozan de una pericia analítica para zanjar las aristas del Rechazo. Ni qué hablar de una izquierda anti-neoliberal -por momentos delirante- que bajo la “latencia insurreccional” no puede explicar las causas de su derrota (premisas, dogmas, políticas del desarrollo o interpelar sus “leyes de bronce”). En plena teología plebiscitaria la izquierda chilena invocó reactivamente el manual de Steve Bannon (ex asesor de Donald Trump), el pinochetismo enfermizo, la contrainteligencia, el fascismo capilar, y la ignorancia del “pueblo tonto”. La izquierda debe pensar en una moderna cultura de medios, en mixturas que moderen el centralismo burocrático, la pureza de lo público, el favoritismo estatal, con el afán de democratizar la democracia.

Todo redundó en la teología de izquierdas, no solo en problema de gestión y coordinación, sino “en un escrito para una asamblea de estudiantes” (La Casa de los Comunes). En suma, la derrota de la Convención Constitucional mediante el Rechazo, no se debe agotar en el campo de la ideología primaria (“noticias falsas” o “falsa consciencia”, sin negar sus alcances), sino en el modo en que el neoliberalismo establece un medio de integración desplegando procesos de subjetivación de autoridad y orden que gozan del consentimiento popular. En suma, el camino que echa las bases para el desembarco de José Antonio Kast en tres años más.

Solo restan gladiolos vencidos para el próximo 18 de octubre.

Por Mauro Salazar J.,Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS), Universidad de la Frontera.

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