Lo que dejó el Huracán



El 23 de septiembre del 2017 comenzó la Operación Huracán, con un mediático despliegue policial que logró la detención de ocho mapuche supuestamente vinculados a distintos atentados en el sur del país. Luego todo se derrumbó, la Fiscalía acuso que los supuestos mensajes de los imputados pudieron haber sido implantados por personal de inteligencia de Carabineros, cerraron la investigación y comunicaron su decisión de no perseverar. Posteriormente, los imputados fueron sobreseídos por el Juzgado de Garantía de Temuco. Pero hace unos días, la Corte de Apelaciones de Temuco revocó el sobreseimiento.

La caída de la "Operación Huracán" y que Fiscalía se haya atrevido a revelar que Carabineros supuestamente manipulo pruebas, es algo que lejos de escandalizar, debería animarnos a creer que si existe el Estado de Derecho en La Araucanía. El debido proceso, del que muchos liberales parecen no acordarse y al que otros se refieren como si fuera un pilar prescindible cuando de imputados mapuche se tratare. No lo es y si nos olvidamos de él, la cultura de la libertad y la democracia misma se vienen abajo.

La paz en La Araucanía es una mesa de tres, no de dos patas. Además, de reconocimiento y reconciliación, necesitamos estado de derecho, sin él estamos condenados a la barbarie. Se trata de un poder judicial eficaz, independiente y sobre todo probo, al que pueda recurrir desde el más humilde hasta el más poderoso, con la seguridad de que se le hará justicia si sus derechos han sido violados. La decisión de la Fiscalía de no perseverar en la investigación, la del Juez de Garantía en dictar el sobreseimiento y la de la Corte de Apelaciones de revocarlo, dan cuenta de que podemos confiar en el poder judicial, es una señal de que los delitos no quedaran impunes, pero que tampoco se trata de una competencia en donde todo vale, incluso pruebas manipuladas.

¿Cuál es el problema entonces? Ya lo dijo el ex presidente de la Corte Suprema, Hugo Dolmestch: "que hay problemas de fondo que tienen muchos problemas históricos, culturales y del Estado frente a la etnia mapuche. Nosotros como Estado siempre hemos tenido, frente a estas etnias, no el mejor de los tratos, pero tampoco existe que la justicia sea contra o a favor de nadie".[1]

Uno de estos problemas es que, en la actualidad, existen dos nacionalismos que son la cara de la misma moneda, el fundamentalista mapuche y racista chileno, el primero nos dice que solo se puede ser mapuche si somos weichafes (guerreros), anticapitalistas, antireligiones, anti esto y lo otro, el segundo, nos dice que somos una sola raza, un solo pueblo, una sola cultura. Ambos exudan racismo y violencia en contra de quienes adoran a otros dioses, hablan otra lengua y practican otras costumbres, ambos están absolutamente reñidos con la civilización y con nuestra historia pluricultural.

Estos nacionalismos han crecido porque han sido promovidos desde la escuela, revisen sus textos escolares, muchos decían que los mapuche "vivían" -como si hoy no existiéramos-, que las machi eran brujas o que veníamos de argentina. Tanto se ha naturalizado este racismo que según un reciente estudio del Instituto Nacional de Derechos Humanos el 81,6% de los encuestados cree que los indígenas somos violentos, el 70% opina que somos flojos, un 63,1% cree que no somos trabajadores, un 71,7% que no somos agradables, un 73,4% que no somos educados y un 67,4% que somos desagradables.

No puede haber paz cuando no se dice la verdad, cuando la política indígena se reduce a simple retórica, a ofrecer perdones vacíos, a prometer e incumplir promesas gobierno tras gobierno, eso es lo que alimenta el fundamentalismo mapuche y el racismo chileno. El único antídoto a estas malas prácticas, es una Comisión por la verdad histórica. Reconocer nuestro pasado y comprometernos solo en lo que podemos cumplir. Las verdades tendrán costos, muchos nos avergonzaremos del pasado, y si existen estadistas los cambios deberían venir con ella. La verdadera mayoría silenciosa no son los miles de mapuche que callamos cada vez que alguien quema un camión o una iglesia, los silentes son los chilenos, el silencio chileno es el que acalla a los mapuche que reclaman su derecho a vivir en una democracia que los incluya, a vivir en libertad, ¿qué sentido tendría hablar si la autoridad no nos cumple y a los que reclaman hasta por Facebook los formalizan?

Pero soy optimista. Tenemos que serlo. El país es tan nuestro como suyo. Chile es una casa grande que alcanza para todos los que estábamos antes, los que llegaron hace dos siglos y los que siguen llegando año tras año. Miren los Censos, aumentan expotencialmente los indígenas, no se trata de que cada uno de nosotros tenga diez hijos, es que cada vez más los chilenos se sienten mapuche por convicción. Podemos ser mapuche, chilenos o los dos al mismo tiempo.

Hace casi tres décadas los autores de la bandera mapuche fueron formalizados por asociación ilícita, hoy es un símbolo de libertad, de igualdad y hermandad. Sus colores flamean al lado de la bandera chilena en la Intendencia de la Araucanía, en la Municipalidad de Padre Las Casas, en Maipú y en decenas de otras ciudades. Un pequeño gesto, que no implica ningún gasto para el erario público tiene más significancia que cualquier ley de cuotas o Ministerio de Asuntos Indígenas. El próximo 11 de marzo comienza un nuevo Gobierno, espero que tomen nota, que les vaya bien, que fortalezcan nuestra democracia, que nos reconozcan, que pidan perdón si hay que hacerlo, que acaben con los fundamentalismos y el racismo, que acaben con el miedo y la negación de los pueblos indígenas, en definitiva, que promuevan la unidad y la reconciliación. Esa sería una buena forma de comenzar a vivir juntos los distintos.

[1] http://www2.latercera.com/noticia/hugo-dolmestch-presidente-la-corte-suprema-la-prision-preventiva-no-deberia-pasar-los-seis-meses/

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