Los riesgos del populismo frente a la crisis

El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en una de las conferencias matinales.


La magnitud de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, que ya ha dejado más de 350 mil personas contagiadas y 15.500 muertos, exige más que nunca liderazgos serios y confiables que permitan a los distintos países reaccionar adecuadamente frente a la enfermedad, evitando que el virus se siga expandiendo aceleradamente.

El principal desafío, como señala la Organización Mundial de la Salud, es que los países actúen con prontitud para “aislar, testear, tratar y rastrear” los casos de Covid-19, y aquellos que mejor han manejado la crisis han sido los que diseñaron una estrategia seria, que transmitió confianza a la ciudadanía y permitió detectar a tiempo el virus, reduciendo su tasa de contagio -el caso de Corea del Sur es probablemente el más representativo. Un objetivo para el cual es clave cumplir con las recomendaciones de los expertos en salud y poner a disposición de la población la mayor cantidad de información para que ésta esté al tanto de la gravedad de la amenaza. En el caso de varios países asiáticos se activaron incluso aplicaciones para identificar y evitar las zonas con mayor número de contagiados.

Pero pese a lo anterior, la actual crisis también ha vuelto a dejar en evidencia los peligros de los liderazgos populistas que en busca de réditos políticos, terminan poniendo en riesgo a la población. El caso más serio es el observado en México, donde el Presidente López Obrador no solo ha minimizado reiteradamente los peligros del virus sino que además ha enviado mensajes contradictorios a la población. Por ejemplo, pese a que a comienzos de marzo expertos en salud de su gobierno recomendaron mantener la distancia social para evitar el contagio, el Mandatario aseguró, poco después, que no había nada de malo en abrazarse -incluso instó a hacerlo-, y el fin de semana sugirió que se estaba “exagerando” la amenaza del Covid-19. Reacciones similares se han observado en Brasil, donde el Presidente calificó de “histeria” la reacción frente a virus, contradiciendo a su propio ministro de Salud, o en Venezuela donde Nicolás Maduro sugirió hace algunas semanas que el coronavirus era “un arma de guerra imperialista”.

Acciones como esas lo único que fomentan es un ambiente de desinformación y desconfianza que termina poniendo en riesgo el éxito de cualquier estrategia para contener la enfermedad y evitar el colapso de los centros de salud. Como muestran los modelos que han combatido con éxito la enfermedad, la solución no pasa por minimizar el problema sino por entregar un mensaje claro a la ciudadanía. Para ello es necesario compartir la mayor cantidad de información tanto a nivel interno como con los demás países de manera que la población pueda tomar las precauciones necesarias. La colaboración de la ciudadanía es clave, pero para ello necesita estar bien informada.

Subestimar la gravedad del virus o esconder las cifras para no dar cuenta de la magnitud de la crisis, sugiriendo una supuesta superioridad frente a otras naciones que muestran cifras mayores, solo termina agravando el riesgo de contagio. El camino para hacer frente a la actual pandemia no pasa por mensajes populistas ni discursos nacionalistas, sino precisamente por una mayor cooperación internacional y un intercambio de información que ayude a mejorar la forma de contener y tratar la enfermedad.

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