Maldito acuerdo de noviembre

partidos acuerdo por la paz


Por Carlos Correa, ingeniero Civil Industrial, MBA

Una de las cosas curiosas del actual estado de la política chilena es cuánto han ganado los detractores del acuerdo de noviembre de 2019, que permitió dar un curso institucional a la grave crisis política y social que vive el país. En contraste, el ala más moderada del Frente Amplio ha perdido el control de dicha coalición que cada vez más es manejada por grupos críticos de dicha foto y que apuestan por una radicalización de las cosas.

El candidato mejor rankeado en la oposición, el alcalde Daniel Jadue, no ha negado nunca su disconformidad con lo ocurrido ese día. Cada vez que puede trata con dureza a los firmantes y en alguna ocasión se mofó de los malos tratos recibidos por la ex candidata del Frente Amplio en Plaza Italia cuando fue a celebrar el inicio de un camino que terminará con la Constitución del 80. La diputada Pamela Jiles, quien votó en contra de la reforma constitucional que se acordó ese día, se ha convertido en la figura más popular de la Cámara de Diputados. Como lo contó una caricatura de la portada del semanario The Clinic, tiene a su alrededor una corte zalamera, deseosa que le salpique algo de su aprobación popular, encabezada por un diputado moderado de una familia importante DC. En la derecha ocurre algo similar, uno de los principales impulsores de dicho acuerdo, el actual ministro Desbordes, ve día a día en su partido como se alzan conspiradores que solo esperan un idus de marzo para proclamar al actual presidente del BancoEstado.

¿Cuál es la explicación de ello? El acuerdo de noviembre de 2019 es uno de los grandes momentos de la política chilena. No solo salvó a un gobierno, sino a una nación entera, condenada a vivir bajo una Constitución impuesta por la fuerza. Aunque ha habido un intento posterior de tergiversar la historia, en La Moneda bien saben que sin acuerdo es probable que el destino del Presidente habría sido similar al que tuvo De la Rúa, con la única diferencia que él habría podido manejar el helicóptero, en el caso que tenga todavía la licencia de piloto. Por otro lado, no había para la izquierda otro camino posible para desterrar la Constitución el 80. Los propios cerrojos que tenía hacían imposible su cambio sin un acuerdo político amplio.

En el caso de la izquierda es más fácil de explicar. Este sector pasa por una crisis de fragmentación como las que se describen en la novela Historia de Mayta. También ha cundido entre sus filas la pandemia de la enfermedad infantil del izquierdismo, descrita con precisión por Lenin en su libro. El líder de los bolcheviques rusos parece describir con precisión los discursos del presidente de Comunes, o incluso del actual PC chileno. Pero en el caso del oficialismo resulta más raro. Finalmente dicho acuerdo permitirá que el gobierno termine en el período constitucional y en una de esas que le pase la banda a alguien de su propio sector ideológico.

No hay tampoco en la opinión pública muchos defensores de dicho acuerdo. Al presentar el PC un proyecto de ley para desvirtuar el camino constitucional hubo desde la derecha una especie de clamor diciendo que esto probaba lo incierto de negociar, como si hubiese habido posibilidad de entonces de hacer algo distinto. Y por cierto, desde la izquierda cierto silencio, pese al efecto que tiene dicho proyecto de ley en quebrar la última posibilidad de unidad en la oposición. Pareciera que el acto político más sensato en tiempos donde no abunda aquello, es una maldición para varios.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.