#MeToo

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En 1994 las figuras públicas del mundo artístico y político salieron a apoyar a Don Francisco, cuando fue acusado de acoso sexual. Hoy, 24 años más tarde, la condena a Herval Abreu es transversal. ¿Qué cambió en estas dos décadas? Se podría argumentar que los dos casos no son comparables, pues en el primero se trató sólo de una denuncia, mientras que en el de Abreu son varias las denuncias en su contra. Esto podría explicar el apoyo y condena en cada caso, si ambas reacciones hubiesen sopesado las pruebas. Pero no fue así, ambas reacciones fueron inmediatamente después de conocer las denuncias, sin mayor acceso a pruebas o incluso sin haber escuchado al acusado. Se podría argumentar que los tiempos cambiaron y que mientras antes las prácticas de acoso sexual o abuso de poder eran pan de cada día, hoy rara vez se observan en el mundo profesional, de ahí el rechazo a una práctica en desuso. Pero eso tampoco parece ser así. Por el contrario, pareciera ser que el acoso sexual ligado a relaciones de poder sigue tan vigente como antes.

La pregunta, entonces, no es trivial, ¿qué pasó en estas últimas décadas en Chile que explique esta nueva actitud? Algunos, como Carlos Peña, interpretan este cambio a la luz del movimiento feminista, que ha impactado en la forma en que hombres y mujeres se relacionan. Sin duda el empoderamiento de las mujeres incide en este cambio de actitud, pero no es el único elemento que juega un papel.

Tiendo a pensar que este cambio de actitud refleja un cambio cultural de las sociedades modernas más profundo. La modernización de la sociedad chilena ha transformado las correlaciones de poder entre sus distintos grupos. Ello ha implicado una pérdida de poder de las élites y un empoderamiento de los grupos que han estado marginados del poder, como por ejemplo los niños, las mujeres, la clase media, los homosexuales, etc. Hoy la sociedad chilena exige una relación más horizontal entre sus miembros, donde no hay cabida para abusos ni privilegios. La impunidad de los poderosos se acabó. Es lo que hemos venido observando con las olas de acusaciones sobre abuso sexual en la Iglesia Católica y de influencias de determinados grupos en la política. A diferencia de los casos anteriores, las acusaciones que hoy azotan a la industria de la entretención y al mundo académico tienen también un componente de género, que refleja además del abuso de poder, el machismo que todavía sigue presente y del cual todos hemos sido cómplices pasivos de una u otra manera. Sería deseable que este linchamiento público a los acusados de acoso sexual y abuso de poder no se quede en eso, sino logre transformar nuestras propias conductas para que en el futuro cercano todos podamos actuar de forma oportuna y no sólo oportunista.

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