¿Quo vadis?

El primer encuentro del Papa con los obispos, en el cual Francisco les entregó el documento de 10 páginas sobre el estado de la Iglesia chilena. Foto: Vatican Media


Pedro, al verlo, le pregunta: Quo vadis Domine (¿Adónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: Romam vado iterum crucifigi (Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo). Ya sabemos de dónde vienes y lo que hiciste Iglesia; pero, ¿a dónde vas?

Los casos de abuso son demasiado conocidos. Karadima solo dio visibilidad a un fenómeno más amplio y antiguo en Chile y el mundo. Construyó conciencia local colectiva. El viaje del Papa y su comentado fracaso terminaron potenciándolo mundialmente, entre otras cosas, por sus errores personales. Se empecinó en el nombramiento del obispo Barros, descalificó públicamente la opinión de muchos e hizo caso omiso de opiniones en contario que le hicieron llegar varios de los hoy renunciados obispos chilenos, dando fe a la opinión de consejeros áulicos como el jesuita español Germán Arana.

La Iglesia Católica chilena alcanzó así proyección universal, en un rol similar al que jugaron las de Irlanda o Boston. Con una diferencia. En este caso todos los obispos renunciaron y el propio Papa ha confesado sus errores. El problema no es solo el obispo Barros. La sexualidad, más aun en la Iglesia, excita siempre curiosidad y morbo. Se seguirá escarbando en el caso Karadima y en otros. No han terminado. Para prueba, la diócesis de Rancagua. Sin embargo, ya es historia mundialmente conocida. Además de los daños humanos a personas y de eventuales consecuencias para miembros de su jerarquía, el tema que se abre es otro.

Hay momentos en que la vida de la sociedad comienza a castigar prácticas antes extendidas. Así le ocurre ahora a la Iglesia Católica con su distancia de la sociedad actual y la tolerancia o el encubrimiento de prácticas inaceptables extendidas. Ya no le sirve salir del paso castigando a algunos culpables y luego lavándose las manos. El recuerdo de Poncio Pilatos es en este caso pertinente. Hay culturas eclesiales que inevitablemente quedan puestas en la agenda. El celibato obligatorio, que desafía la naturaleza humana o el rol degradado de las mujer, tema hoy ineludible, que hacen de la Iglesia un refugio atractivo para la misoginia, la homosexualidad o perversiones como la pederastia. El reemplazo de una iglesia otrora popular por la iglesia jerárquica,conservadora y ausente del mundo, que talló Sodano, o sea, el Vaticano.

La magnitud del problema y sus propias responsabilidades exigen al Papa respuestas mayores.

Sin embargo, ¿tiene la Iglesia en su cantera liderazgos que la encaminen a un vuelco? ¿Buscará salir del paso con medidas caso a caso, con severidades de impacto mediático, o abordará las claves sistémicas de sus más recurrentes pecados? El Papa habló de "cambios y resoluciones… en el corto, mediano y largo plazo". Pareciera que todo quedó en sus manos. Pero esa es solo una ilusión jerárquica. La pregunta interpela a millones: ¿quo vadis, Iglesia?

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