Señales de alerta ante resultados del Simce

Ciber
Este viernes se envió la nueva indicación a todos los colegios públicos y privados del país. Foto: Juan Farías


La semana pasada, la Agencia de la Calidad de la Educación publicó los resultados de las pruebas Simce del año 2018, que rindieron los alumnos de cuarto y sexto básico, así como los de segundo medio. Dado que la medición para cuarto básico es la que se realiza desde hace más tiempo y además con mayor frecuencia (todos los años), es posiblemente la que permite visualizar de manera más completa cómo han ido evolucionando los aprendizajes de los estudiantes chilenos durante las últimas décadas.

En ese contexto, se observa que mientras desde el año 2000 los promedios mostraban principalmente estabilidad, entre 2008 y 2012 se produjo un alza significativa de éstos, la que alcanzó entre 10 y 15 puntos, tanto en la prueba de Lectura como de Matemáticas. Similar evolución experimentó el promedio de los estudiantes clasificados en el nivel socioeconómico bajo, lo que a su vez permite explicar que la brecha entre éstos y los alumnos más aventajados se redujera de manera sustantiva de manera simultánea al aumento en los promedios nacionales. A partir de ahí, sin embargo, en los últimos años el promedio nacional solo ha exhibido oscilaciones no significativas, al igual que los resultados de los alumnos más vulnerables, lo que da cuenta de una situación de preocupante estancamiento en el nivel de aprendizajes.

Quizás sea momento entonces de volver a mirar qué es lo que ocurrió años atrás que permitió que nuestro país redujera las brechas educativas por la vía de lograr avances entre los más vulnerables, y a partir de ahí sacar lecciones para lo que viene. En ese contexto, una de las hipótesis que se han sostenido con más fuerza para explicar las mejoras experimentadas hace ya diez años, es la introducción de la Subvención Escolar Preferencial (SEP) en 2008. Ésta se caracterizó, por un lado, por aumentar decididamente los recursos para la educación de los estudiantes más vulnerables, así como también por entregar a los directores de escuelas municipales una mayor autonomía en la definición sobre el uso de estos recursos adicionales, con la condición de que éstos se dirigieran a mejorar la experiencia educativa de los más vulnerables. De esta forma, pareciera que cuando el país acordó poner el foco en los más vulnerables fue el momento en que más avances consiguió.

Lamentablemente, la situación de los últimos años dista mucho de eso. Recién, luego de tres años de evaluaciones, el actual gobierno se ha abocado a prestar apoyo focalizado a los establecimientos que vienen exhibiendo un desempeño insatisfactorio de manera recurrente. Los resultados que obtienen estas escuelas indican que un porcentaje mayoritario de sus estudiantes no logran los aprendizajes mínimos para su edad, lo que si no se aborda de manera audaz y con urgencia, tendrá consecuencias ineludibles en su desarrollo y oportunidades futuras. Ellos debieran ser la principal motivación para las propuestas de política pública en el país, así como la principal prioridad de cualquier incremento en el gasto público.

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